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Helmuth Reichel Silva: "Leonard Bernstein es uno de los compositores más geniales del siglo XX, y West Side Story refleja todo su potencial"

mayo 19, 2024

El director chileno radicado en Alemania vuelve al Teatro Municipal de Santiago, para abordar las Danzas Sinfónicas del famoso musical de Bernstein, además de El Mandarín Maravilloso de Bartók, Rhapsody in blue de Gershwin y Rapsodia Española de Ravel. Asegura que son todas obras maestras y que se vinculan por tener foco en el ritmo y en la danza y por mostrar distintos aspectos del amor.

Helmuth Reichel Silva: "Leonard Bernstein es uno de los compositores más geniales del siglo XX, y West Side Story refleja todo su potencial"

Lleva más de dos de´cadas radicado en Alemania y, sin embargo, tiene un fuerte vínculo con prácticamente todas las orquestas de nuestro país. Su experiencia previa como violinista y su forma de entender la interpretación musical, lo han convertido en una de las batutas más apreciadas por los músicos de las orquestas nacionales.

Helmuth Reichel Silva (1983) es el único chileno que ha sido finalista del Concurso Besançon y ha sido invitado por orquestas de Asia, Europa y Sudamérica. Es director titular y artístico de la Orquesta de la Universidad de Dresden desde 2020 y ha desarrollado también un fructífero trabajo formando a nuevas generaciones de directores. Su discípulo, el también chileno Luis Toro Araya, quien asumió en 2022 como asistente de la Orquesta Nacion al de España, luego de hacer obtenido los premios en ópera y del público en el Concurso de Rotterdam y ser finalista del Concurso Karajan.

Las entregas de Helmuth Reichel concitan, además, el unánime aplauso de la crítica. Por ejemplo, el Dresdner Neueste Nachrichten ha destacado la «fascinante» densidad emocional que Helmuth Reichel ha logrado. Lo mismo ha sucedido en nuestro país: Jaime Donoso Arellano destacó en 2016 su «técnica irreprochable» al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, agrupación que lo invitó cada año hasta 2019.

En marzo de ese año, el director chileno condujo al elenco en La Consagración de la Primavera, de Stravinsky. Gonzalo Saavedra destacó que fue una «versión madura», así como la precisión de la batuta. «Hizo que la Sinfónica sonara como nunca con esta obra», aseguró (ver crítica)

Pocos meses después, en octubre de 2019, Helmuth Reichel debutó con la Orquesta Filarmónica de Santiago. Ahora vuelve al Teatro Municipal de Santiago, con un programa excepcional. Serán dos conciertos, el 24 y 25 de mayo, a poco más de un mes de su última visita a Chile, pues a inicios de abril condujo a la Sinfónica Universidad de Concepción.

Helmuth Reichel, en uno de sus conciertos de 2019 con la Filarmónica de Santiago. Foto: Marcela González.

«West Side Story, un amor de ciudad» se titula el programa que presentará con la Filarmónica, e incluye las danzas sinfónicas del icónico musical de Leonard Bernstein, además de la suite de El Mandarín Maravilloso de Bela Bartók, Rhapsody in blue de George Gershwin, con el solista en piano Danor Quinteros, y Rapsodia Española de Maurice Ravel.

Sobre este repertorio y sobre sus vínculos con nuestro país hablará Helmuth Reichel Silva en esta entrevista con Radio Beethoven, el mismo día en que aterrizó en Santiago y justo después de su primer encuentro con la Orquesta Filarmónica, el jueves 16 de mayo.

¿Cómo se toma este compromiso con el Teatro Municipal de Santiago?

«Ésta es mi segunda vez en el Municipal; había tenido la oportunidad de trabajar con la Orquesta Filarmónica de Santiago en 2019 por primera vez. Para esta nueva invitación vamos a trabajar un programa muy exigente, pero tan exigente como espectacular, entonces para mí es una alegría muy, pero muy grande, no sólo volver a Chile, sino poder volver a trabajar con esa gran orquesta».

¿Recordemos cuál fue el programa la vez anterior, por favor?

«La primera vez hicimos los Tres Aires Chilenos de Enrique Soro, el Concierto n°1 para piano de Brahms, con Olli Mustonen como solista, quien es director y pianista finlandés, y las Danzas Sinfónicas de Rachmaninov. Fue un gran programa también».

Ver un segmento de ensayo del Primer Concierto de Brahms con la Filarmónica de Santiago en octubre de 2019.

¿Cómo fue esa experiencia en 2019?

«Fue maravilloso. Solamente opacado porque justo fue el último concierto antes del estallido social. Tuve ‘la suerte’ de poder alcanzar a realizar ese concierto».

Helmuth Reichel, y la Filarmónica de Santiago, en 2019. Foto: Marcela González.

¿Cuánto participó usted en el diseño del programa que dirigirá ahora en el Teatro Municipal de Santiago?

«Bastante, porque el punto central del programa eran las Danzas Sinfónicas de West Side Story de Bernstein, ésa era la propuesta inicial y me llamaron precisamente para ofrecerme esa obra, que a mí me encanta y ya la he hecho. Será la primera vez que la podré hacer acá en Chile».

¿Dónde la había hecho?

«En Alemania. La hicimos el año pasado con la orquesta de la Universidad de Dresden, y también la he hecho con una de las orquestas nacionales alemanas, la Juvenil, la Junge Deutsche Philharmonie, hace varios años. Es una obra muy elocuente, es muy impactante y agradable de escuchar, llena de ritmo y que llega muy bien al público. De hecho, ése fue el núcleo del programa. Sobre esa base tratamos de hacer un repertorio que hablara también del concepto del amor, pero mostrado desde diferentes ángulos. Por otro lado, buscamos obras que también mantengan el elemento central del ritmo y de la danza. Lo más importante en este programa es que todas las obras son obras maestras de los compositores. En el caso de El Mandarín Maravilloso, que fue una música compuesta para una obra de teatro, en el momento de componerla el mismo Bartok la calificó en sus cartas como su obra maestra hasta ese momento. Y se mantuvo como una de las grandes obras sinfónicas de todo su legado».

Imagino que esa obra debe ser muy atractiva para un director, ¿no?

«Para mí, personalmente, de todas formas. Me gusta Bartók por diferentes razones. Primero, porque es un compositor con un lenguaje muy propio, lo son todos los compositores, pero él tiene una forma muy particular de manejar la politonalidad, el elemento folclorístico y el elemento del ritmo y del baile dentro de su música. Y concibe un lenguaje muy distintivo, o sea, cuando uno conoce un poco de música de Bartók rápidamente puede identificar cuándo escucha una obra de él. En cuanto a los aspectos técnicos, sin duda es una obra exigente, tanto para los músicos de la orquesta como para el director, pero musicalmente hablando lo más exigente es que es una música que claramente está conectada con el estilo del Expresionismo y es muy descriptiva, entonces Bartók escribe exactamente cómo tiene que sonar todo, a qué tempo, a qué velocidad, dónde hay ritardandos, dónde hay acelerandos, y exactamente qué tempo uno tiene que interpretar, y eso hace que la ejecución sea compleja. Es tan claro lo que pide el compositor, que uno tiene que seguir al pie de la letra lo que él exige. Pero todo eso está indicado con el objetivo de que el resultado musical sea orgánico, sea natural, porque la música es muy descriptiva y cambia constantemente, tanto en atmósfera, como en la intención, en la emoción que está transmitiendo y en cuanto refleja lo que está ocurriendo en el escenario en cada segundo. Eso es lo que la hace tan interesante».

Foto: Patricio Cortés.

En el caso de Bernstein, me gusta harto que en los últimos años ha habido un reposicionamiento de él como compositor, incluso en lugares como Chile. Acá no se lo interpretaba mucho, pero desde el centenario de su nacimiento, en 2018, y por razones también de industria cinematográfica, él está reapareciendo como compositor. Yo, al menos, siempre tuve miedo de que quedara relegado a un gran director y difusor.

«Exacto, como compositor. Yo diría que es uno de los compositores más geniales del siglo XX porque es de aquellos pocos que uno de verdad puede decir que cada nota tiene su lugar perfecto y en la partitura no sobra ni falta una nota. O sea, de verdad, él instrumenta brillante, tiene ideas musicales brillantes, y tiene una gran fantasía para los colores instrumentales. Entonces sabe escribir para orquesta, al nivel de Ravel, por ejemplo. Ravel también era uno de esos compositores que tenía esa virtud de generar una instrumentación muy colorida para la orquesta y Bernstein también tiene ese genio. Y precisamente esta obra, West Side Story, refleja todo el potencial, como compositor, que él tiene».

El programa con la Filarmónica de Santiago incluye también la Rapsodia Española de Ravel, ¿qué nos puede decir de ella?

«La Rapsodia Española tiene la gran importancia de ser la primera gran obra sinfónica que Ravel escribió para orquesta grande. Todos conocemos los ballets Daphnis y Chloé, La Valse, el Bolero de Ravel, pero la primera gran obra sinfónica que escribió fue ésta, fue la Rapsodia Española. La escribió primero para dos pianos, en lo que era bastante común en Ravel, primero escribir algo para piano o para dos pianos, y después tomar esa obra y orquestarla. Es decir, volver a escribirla para orquesta, lo que es un proceso que es muy crítico, porque requiere de la capacidad del compositor de transformar todo eso en el imaginario de los diferentes colores que se pueden generar en un piano, definirlos en instrumentos concretos. Entonces diferentes compositores van a instrumentar la misma obra con un sonido diferente. Y Ravel, que tiene esa fama de haber sido uno de los instrumentadores más finos de todos los compositores que existieron, porque conocemos por ejemplo, las instrumentaciones de Cuadros de una Exposición de Mussorgsky, instrumentadas por Ravel, y que es la versión más interpretada de Cuadros de una Exposición. Eso refleja toda su capacidad de fantasía a la hora de generar los colores de la orquesta. Rapsodia Española tiene cuatro movimientos, y el tercero de ellos es la Habanera, que se basa en la danza que venía de Cuba, de finales del siglo XIX. Él la compuso para piano ya en 1895, y esta obra la escribió para orquesta en 1907, entonces en todo este período de tiempo, hasta que se escribió la versión para orquesta, Debussy escuchó esta obra para piano y lo inspiró para escribir otras obras, con influencia también de música española. Por eso es también es una obra muy importante, y en particular ese movimiento, tuvo un impacto en otros compositores tan importantes como Debussy». 

Foto: Patricio Cortés.

La otra obra del programa con la Filarmónica está cumpliendo un siglo, Rhapsody in blue de George Gershwin, con Danor Quinteros como solista.

«Claro, con el gran solista en piano Danor Quinteros. Yo diría que es la obra más importante de Gershwin. Todo lo que escribió Gershwin ha sido fantástico, Porgy and Bess también es una obra espectacular, pero Rhapsody in blue, sin duda es la más popular y tiene un toque único que combina el jazz con la música clásica. Es muy interesante, porque él combina el jazz pero no necesariamente exige un feeling de swing a la música, es decir, a veces se escribe en corcheas, y el compositor define que quiere que se toquen con feeling de swing, que hace que las corcheas tiendan a interpretarse como tresillos. Pero él no exige eso, entonces con un lenguaje clásico, más bien de composición clásica, consigue abordar el jazz de todas formas. Y eso también es algo muy propio de Gershwin y que también utilizaban otros compositores populares de la época, como Cole Porter. Entonces eso, combinado con la obra de Bernstein claramente le da un toque norteamericano del jazz a todo el programa que vamos a interpretar».

Claro. Lo impresionante de Rhapsody in blue es que con ella Gershwin hace entrar al jazz a la música de concierto, sinfónica, en el fondo, a la música de tradición escrita. Y eso tiene mucho que ver con la biografía de Gershwin y todo el éxito que él ya tenía en ese momento en la música popular, en la música para el teatro, en la improvisación para el cine.

«Claro. Cabe mencionar que la versión original de Rhapsody in blue no era para una orquesta sinfónica completa, sino para una banda de jazz que tenía un cuarteto, quinteto de saxofones, tenía banjo, tenía drumsets… Lo que era una banda de jazz tradicional de la época, con algunos instrumentos sinfónicos. Después se hizo una segunda versión, que es la que se interpreta en las orquesta sinfónicas hoy en día, y la instrumentación no la hizo Gershwin, sino un colega de él, por encargo por supuesto, quien amplió esto para orquesta sinfónica. Y en la partitura están incluidos también el banjo, el quinteto de saxofones, pero como instrumentos opcionales». 

Helmuth Reichel Silva en ensayo con la Orquesta Filarmónica de Santiago. Foto: Patricio Cortés.

El programa con la Filarmónica, en su completud, está movido por las danzas. Hay un corazón dancístico en todo el programa.

«En todas las obras, sí. Incluso en la obra de Bartók también. Pero yo diría que el elemento de ritmo, como dices tú, es uno de los más característicos de todas las obras. Todas giran en torno al baile, al ritmo, de diferentes formas. Y también en torno al concepto del amor en sus diferentes facetas. La historia de West Side Story nos habla de un amor entre dos jóvenes de etnias diferentes en un lugar donde ambos grupos eran enemigos y se produce una historia ahí muy hermosa con un elemento dramático al final, por supuesto. También Ravel habla del amor desde el aspecto de la sensualidad y la parte más fantasiosa y más elegante del todo el concepto romántico; habla mucho también desde la influencia del flamenco y de la música gitana española, que venía por parte de la madre de Ravel. La madre de Ravel era del país vasco, y si bien ella misma no era ni andaluza ni de Málaga, sí tenía contacto con el folclor español, y claramente se lo heredó a Ravel, quien gracias a eso tuvo la intención de escribir esa obra. Y Bartók muestra el lado ya más oscuro, por decirlo así, de la sociedad humana y muestra el lado del amor más urbano, con toda la historia bastante fuerte y dramática que narra la obra de teatro para la cual fue escrita la música».

El mandarín maravilloso fue estrenada como ballet-pantomima en la Ópera de Colonia en 1926 y se basa en la pantomima de Menyhért Mengiel que retrata a tres rufianes que obligan a una joven a seducir hombres para asaltarlos, y que reúne elementos del folclor de Hungría con recursos vanguardistas de la música clásica de entonces.

¿Cómo fue el trabajo con la Sinfónica Universidad de Concepción?

«Fue maravilloso el trabajo, es una gran orquesta. Siempre destaco mucho cuando se puede realizar un trabajo musical a alto nivel fuera de Santiago, creo que es importante en un país como Chile mostrar todos los talentos que hay a nivel país, en todas partes y no sólo en Santiago. Concepción es, sin duda, una de las orquestas más importantes fuera de Santiago y con ellos en particular hay una conexión muy hermosa, siempre es un trabajo muy agradable y los conciertos son al más alto nivel. Hicimos un programa hermoso, hicimos una sinfonía de Dvorák, la número 7, que no se interpreta mucho en Chile. En Europa es bastante más interpretada que acá, acá se tiende a hacer la 8 y la 9 que son las más populares, pero la 7 se toca menos, pero musical y técnicamente es casi más exigente que la 8 y la 9. De hecho, yo diría que es la más densa, en cuanto a profundidad y exigencia técnica, de todas las sinfonías de Dvorák. Quizás por eso se relega en la popularidad por debajo de la Octava y la Novena, pero su importancia musical no es menor que las de esas otras dos sinfonías. Fue muy influida por las sinfonías de Brahms, en particular de la Tercera. Dvorák escuchó la Séptima luego de haber escuchado la Tercera de Brahms, y tiene mucha conexión con eso».

Foto: Patricio Cortés.

Helmuth Reichel Silva ha exhibido su honesto compromiso con la música actual a lo largo de toda su carrera. Ha trabajado, por ejemplo, con Helmut Lachenmann, Peteris Vasks, Marco Stroppa y Guillaume Connesson. Pero también con compositores chilenos, como Tomás Brantmayer, Miguel Farías y Esteban Correa.

Cuando volvió al país tras la pandemia, en 2022, ofreció el estreno absoluto de Sueños de una machi, de Ismael Huerta, con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil. Poco antes habría estrenado Morbus Sacer de Tomás Brantmayer en el Kulturpalast de Dresden y Canción de cuna para Fuegia Basket, también de Tomás Brantmayer, la interpretó varias veces, y además la grabó con la Orquesta de Cámara de Chile. Y en 2019 dirigió Ligereza, de Miguel Farías, con la Sinfónica Universidad de La Serena.

«Cuando uno tiene la oportunidad de fomentar la música chilena, eso es algo muy satisfactorio, hay que aprovecharlo», decía en 2022. Para él, abordar creaciones contemporáneas nacionales es «algo natural» (ver entrevista).

En abril pasado, cuando actuó con la Sinfónica Universidad de Concepción ofreció el estreno en esa ciudad de Al otro lado del cielo, de Valeria Valle (ver entrevista previa).

En ese programa también hubo música chilena, que es una de las cosas que usted ha defendido y difundido bastante.

«Sí, así es, hicimos una obra de Valeria Valle. Pensé que fue hace tanto tiempo, pero fue hace poco, en abril».

Fue hace un mes.

«Pareciera que fue hace un año (ríe)».

Pero tenerlo a usted dos veces en Chile con una distancia de un mes, es súper bueno. ¿Se vienen más cosas en Chile? ¿Cómo se ve el futuro?

«Este año y el próximo me estoy tomando un poco más de tiempo para mi familia, entonces he estado tratando de reducir un poco, dentro de lo posible, los viajes y en general estar fuera de casa, porque el trabajo en Dresden ya me exige mucho, pero mucho tiempo. Hacemos un trabajo muy intenso con la orquesta, con los jóvenes de allá, diferentes proyectos, estamos organizando giras, exponiendo repertorio, tratando de hacer proyectos en cooperación con otras universidades también, entonces es algo que consume rápidamente mucho tiempo. Pero la suerte de poder trabajar regularmente en Chile varias veces al año, eso yo lo agradezco mucho y siempre yo lo voy a estar haciendo dentro de las posibilidades que pueda».

Coordenadas
Viernes 24 de mayo, 19 horas. Sábado 25 de mayo, 17 horas. Teatro Municipal de Santiago (Agustinas 794). Entradas desde $3.500 a $42.000. Informaciones en municipal.cl.

Por Romina de la Sotta Donoso | 19-05-2024.

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