Cada vez más gente acumula basura, y es solo la punta del iceberg de un problema mayor
Cada vez más gente acumula basura, y es solo la punta del iceberg de un problema mayor
LO QUE EL DIÓGENES OCULTA

Cada vez más gente acumula basura, y es solo la punta del iceberg de un problema mayor

Todos conocemos a alguien que, sin que nadie lo supiese, acumuló objetos y basura hasta el límite de lo insalubre. No es una causalidad, es el resultado del "boom" de la soledad

Foto: Una vivienda incendiada por culpa de un síndrome de Diógenes. (EFE/RML)
Una vivienda incendiada por culpa de un síndrome de Diógenes. (EFE/RML)
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Si vive en Teror (Gran Canaria), es probable que haya oído hablar de ese vecino diagnosticado con esquizofrenia que lleva 40 años acumulando basura en su casa. La ducha está taponada, llena de botellas vacías, envoltorios y otros productos de origen desconocido. El pasillo es una barricada. La basura acumulada alcanza la altura de un adolescente que ha pegado el estirón. Hay ratones muertos en el suelo. Ropa de hace veinte años, excrementos en bidones. La cama está infestada de pulgas, garrapatas y cucarachas. "Mi hermano vive entre la basura y es feliz", explica Bernardo, su hermano, a la reportera de Espejo Público que visita la casa esta misma semana. Susanna Griso no da crédito: "Lo que le vamos a mostrar ahora no lo hemos visto nunca".

Este es uno de los ejemplos más extremos de síndrome de Diógenes que han aparecido en la pequeña pantalla. Quienes sí han visto episodios semejantes en incontables ocasiones son Ana Belén Santos-Olmo y Berta Ausín, profesoras de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid que pusieron en marcha hace casi 20 años el Servicio de Apoyo Psicológico a Ancianos Frágiles con Aislamiento Social de Madrid (SAP), un programa pionero. Seguramente, nadie en España haya conocido de primera mano tantos casos de Síndrome de Diógenes.

¿De Diógenes? Como recuerdan, no es una etiqueta diagnóstica como tal, sino un paraguas que sirve para englobar situaciones patológicas muy distintas que cristalizan en comportamientos semejantes. No es lo mismo el trastorno delirante, "donde todo tiene un sentido y ves, por ejemplo, que todos los objetos de la casa están mirando en la misma dirección" que el coleccionismo (esa mujer aficionada a las muñecas desde pequeña que en un momento determinado empezó a recoger cualquiera que encontraba en la basura), el obsesivo-compulsivo (el hombre que tenía en su casa un rincón dedicado a las cremalleras), la depresión o la agorafobia, que impiden reunir las fuerzas para deshacerse de lo que sobra.

Por eso resulta tan difícil presentar una estadística exacta del número de Diógenes en España. Algunos datos generosos sugieren que afecta a entre un 2 y un 6% de la población de nuestro país; otros más rigurosos, que 1,7 de cada 1.000 ingresos de mayores de 65 se deben a esta situación y que se diagnostican 1.300 casos al año. Los datos del número de denuncias por insalubridad de Madrid Salud muestran un aumento del número de denuncias en las últimas décadas, de mano con el número de kilos de basura retirados. Un crecimiento especialmente significativo entre 2008 y 2018 y en los años posteriores a la pandemia.

La sensación que comparten los principales testigos de esta situación (psicólogos, administradores de fincas o responsables de empresas de limpiezas) es que los casos aumentan o, al menos, tendría sentido que lo hiciesen: mayor envejecimiento de la población, más gente que vive sola (y, entre ella, muchos ancianos), o disolución de las redes familiares y sociales. Además, como añade Santos-Olmos, "es facilísimo recibir cosas en casa: tienes a un botón todas las compras que quieras hacer y que llegan directamente a tu domicilio sin que nadie lo vea".

Miguel, administrador de fincas de un municipio de la periferia madrileña, coincide en que las reclamaciones por casos de suciedad o malos olores son continuos: acaba de recibir una. "La verdad es que hay bastantes casos, pero siendo justos, no sé si es un número alarmante", explica. "Pero son situaciones muy conflictivas que generan mucho revuelo, y destacan por encima el resto de incidencias". Ahora que llega el calor, espera que se disparen las reclamaciones. Él mismo fue vecino de una mujer con Diógenes que vivía en un piso de acogida y que no tenía ningún seguimiento. Un día, un equipo de limpieza ataviado con escafandras tuvo que intervenir para limpiar el piso y deshacerse de todos los muebles.

Se ha producido un 'boom' de "ansiedad, depresión y soledad no deseada"

El aumento de la incidencia se debe también a que, como añade Ausín, se tiende a psicopatologizar todos los comportamientos, como ocurre con el TDAH, lo que ha aumentado la conciencia sobre ello. Y por supuesto, el boom de problemas de salud mental que se ha producido después de la pandemia y que se traduce en “un despunte de ansiedad, depresión y soledad no deseada”. En lo que todos se ponen de acuerdo es que quien acumula posesiones innecesarias está muy solo.

No es la basura, es que nadie te mira

Que parezca haber más casos no se debe tanto a un empeoramiento de la salud mental como a un aumento de la soledad, coincide Felipe Raga, socio de Limpiezasexpress.com, empresa para la que este tipo de intervenciones suponen alrededor del 5% del negocio. "No hay un perfil único pero por lo general es alguien de mediana edad hacia arriba, que ha tenido algún tipo de trauma psicológico o dificultad reciente (como un divorcio o el fallecimiento de una persona cercana con la que vivía)" explica. Aparecen en todos los estratos económicos, pero es muy raro que alguien con relaciones sociales más o menos regulares termine llenando su casa de objetos inservibles.

"La soledad no deseada es un círculo vicioso, un predictor y un factor de riesgo", añade Ausín. "Y el apoyo social un protector: cuanto más aislados, más probable es que tengamos un problema de salud mental porque no disponemos de ese amortiguador que son las relaciones sociales como control externo de nuestro comportamiento". Raga denomina "casos latentes" aquellos que no van a más porque un familiar identifica el problema en una frase temprana. Sin embargo, internet ha invisibilizado muchos de esos comportamientos negativos, como ocurre con la adicción al juego: hoy es posible apostar (o acumular objetos) sin salir de casa.

placeholder Incendio en Rubí ocasionado por un síndrome de Diógenes. (EFE/Toni Garriga)
Incendio en Rubí ocasionado por un síndrome de Diógenes. (EFE/Toni Garriga)

La empresa de Raga ha intervenido en casos que llegan a poner en riesgo la integridad del edificio por el peso. "Ejemplos dramáticos hay muchos, desde los más básicos que son los de la gente que acumula cosas que encuentra en la calle pero no llegan al extremo de molestar a los vecinos a personas que no se han tratado y que no consideran que tengan un problema aunque vivan rodeados de metro y medio de suciedad, roedores, animales muertos, bañera e inodoro atascados y otras cosas tremendas". Los peligros para el entorno son dos: el biológico y el de los incendios ocasionados por la acumulación de basura.

Algunos son conscientes de su problema, otros no. Pero incluso en el primer caso puede ser problemático, como explica Raga. Aunque "en un momento de lucidez" recurren a ellos, a veces se arrepienten cuando el equipo de limpieza llega a casa o les acusan posteriormente de que les han robado algo. Aún más dramáticos son los casos en los que la limpieza se realiza por orden externa, como recuerda Santos-Olmo, porque significa abrir a todo el mundo las puertas de un problema que hasta entonces había pasado desapercibido.

El cirujano que vivía entre basura

Raga ha visto de todo a lo largo de los años. Uno de los perfiles más llamativos son los casos indetectables que nadie diría que sufren Diógenes. "Hemos tenido casos de un abogado de cierto renombre o una cirujana en activo que nadie podía imaginarse lo que tenían en casa", explica. "Imagina el peligro que supone una cirujana que opera a diario y tiene esa dolencia: te sorprendería el número de personas que lo padecen y que son indetectables porque van con su traje, perfectamente vestidos y limpios".

"Antes todo el mundo se conocía y era más difícil que ocurriese algo así"

Una vez más, la soledad es el factor determinante. Un alto porcentaje de las intervenciones de Limpiezasexpress son de Diógenes reincidentes: entre un 15 y un 20%. "Como no se trate o no tenga un grupo de apoyo, lo probable es que la persona vuelva a recaer", explica. Uno de los perfiles que se encontraron con frecuencia las psicólogas es el del anciano bien aseado pero con Diógenes cuyos hijos ya les habían obligado a limpiar la casa tres o cuatro veces.

La edad es un factor importante (la media es de 75 años) pero también se dan casos entre jóvenes, por lo general, ligados a otras patologías. Una investigación publicada en 2010 por las psicólogas alicantinas Eulalia Carrato Vaz y Rosana Martínez Amorós analizaba el caso de un caso extremo de autoabandono en un joven Diógenes de 22 años adicto a la cocaína y con un trastorno mixto de la personalidad.

El perfil es llamativo: "Buena apariencia, aspecto cuidado y limpio". Debajo de eso, un veinteañero temoroso y paranoide que piensa que los demás le quieren hacer daño. Un adicto a internet que se gastaba el dinero en chats para evitar el contacto físico directo. Hijo de padres divorciados de un nivel socioeconómico alto, trabaja en su empresa de mármoles y alberga un gran rencor hacia ambos.

Una excepción a la regla más habitual, que es la del viudo o viuda que vive en soledad. Personas que desaparecen de la vista de la sociedad y que reaparecen en las páginas de sucesos de los periódicos. Raga sospecha que si ocurre ahora más que en el pasado es porque "antes en los pueblos todo el mundo se conocía y era más difícil que ocurriese algo". La mayoría de sus intervenciones son en ciudades, donde "las redes de contacto, familiares y de amistades se pierden". La movilidad residencial dificulta que se establezcan relaciones entre vecinos: "Esa cercanía protectora se ha perdido".

¿Tengo yo Diógenes por comprar demasiado?

En sus clases, Ausín y Santos-Olmos suelen encontrarse con que muchos de sus alumnos se identifican con algunas de las características de las personas que sufren síndrome de acumulación. "Algunos se ríen un poco porque prácticamente la mayoría se identifica con los primeros criterios diagnósticos; excepto el último, que es que la acumulación te impida hacer un vida normal", explican. Quien quiera comprobarlo por sí mismo, puede realizar el test de la International OCD Foundation.

Resulta habitual que muchos familiares se pregunten si sus padres o familiares cercanos sufren síndrome de Diógenes o de acumulación cuando ven que empiezan a coleccionar determinados objetos o a guardar cosas que no son necesarias. Como recuerdan las psicólogas, la frontera se encuentra en acumular basura y en la falta de autocuidado: las personas que padecen estos síndromes desarrollan una relación afectiva con la basura, por lo que no quieren deshacerse de ella.

"No tiremos ropa que no nos ponemos porque hemos desarrollado un vínculo afectivo"

Un sentimiento que parece excepcional pero que no es tan difícil identificar en nosotros mismos, como sugiere Santos-Olmos: "A veces piensas en tirar esos zapatos que ya no te pones y que tienen seis años y ni te caben, pero dices '¿y si algún día lo necesito?'", explica. "Puedes tirarlos y comprar otros, pero lo que pasa es que has desarrollado un vínculo emocional con ese objeto y no lo tiras". En ocasiones, es casi generacional, como una reacción a haberse criado en la pobreza.

La salud mental es un continuo, no algo que se tiene o no se tiene. "Seguro que tú también lo has visto en tu círculo cercano", interpela Raga. "Personas que compran cosas baratas o que realizan compras compulsivas de perfumes o zapatos: ¿hasta qué punto necesitas 70 pares de zapatillas u 80 camisetas?" Esa pulsión inicial, unida a otros problemas mentales asociados, adicciones, soledad o un golpe psicológico son el caldo de cultivo para el brote del Diógenes.

Por esa razón, Ausín prefiere considerarlo como la punta del iceberg de una serie de problemas que, como ocurre con el suicidio, son más sociales que individuales. "Es un síntoma de lo que hay detrás, que es la soledad", concluye. "Por eso habría que fomentar los espacios comunitarios, los vínculos y los centros sociales, los lugares que podamos compartir todos". Una persona que acumula basura hasta morir aplastado por ella es, también, cientos de miles de personas que no han querido darse cuenta hasta que ha sido demasiado tarde.

Si vive en Teror (Gran Canaria), es probable que haya oído hablar de ese vecino diagnosticado con esquizofrenia que lleva 40 años acumulando basura en su casa. La ducha está taponada, llena de botellas vacías, envoltorios y otros productos de origen desconocido. El pasillo es una barricada. La basura acumulada alcanza la altura de un adolescente que ha pegado el estirón. Hay ratones muertos en el suelo. Ropa de hace veinte años, excrementos en bidones. La cama está infestada de pulgas, garrapatas y cucarachas. "Mi hermano vive entre la basura y es feliz", explica Bernardo, su hermano, a la reportera de Espejo Público que visita la casa esta misma semana. Susanna Griso no da crédito: "Lo que le vamos a mostrar ahora no lo hemos visto nunca".

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