Todo lo que te gustaba de la Yugonostalgia está muerto y a nadie le importa
Todo lo que te gustaba de la Yugonostalgia está muerto y a nadie le importa
una atracción solo para los turistas

Todo lo que te gustaba de la Yugonostalgia está muerto y a nadie le importa

Muchos de los monumentos históricos de la antigua Yugoslavia han sido vandalizados o reubicados, y otros símbolos denostados. ¿Estamos ante el fin de la 'nostalgia roja'?

Foto: Una persona pasa por delante de la estatua de Tito, en Macedonia del Norte. (EFE/Georgi Licovski)
Una persona pasa por delante de la estatua de Tito, en Macedonia del Norte. (EFE/Georgi Licovski)

Stjepan Filipović fue un partisano condenado a la horca por los nazis que, poco antes de su ejecución, alzó los brazos en señal de desafío. La foto de su ahorcamiento, el 22 de mayo de 1942, se conserva como símbolo de la lucha por la libertad y el antifascismo. La reproducción fue expuesta en Nueva York, en el edificio de Naciones Unidades, o en Nueva Delhi. El entonces presidente indio Nehru, declaró: "Qué moral bajo una soga. Este hombre ha cruzado la línea de la muerte".

De origen croata, Filipović murió en Valjevo, en territorio de la actual Serbia. Allí se eleva una estatua de aluminio de 16 metros de altura con la misma pose, obra del escultor Vojin Bakić. Durante la época yugoslava, la instantánea servía a la propaganda titoista para promocionar el vínculo entre croatas y serbios. Sin embargo, pese a todo el ascendente que conserva, el monumento es a menudo vandalizado, las últimas veces con pintadas de falos o incluso con una bala incrustada en su pedestal. Peor destino ha tenido esta misma estatua en Croacia, en Opuzen, de donde era Filipović y donde, en julio de 1991, la efigie fue dinamitada con ocasión del proceso independentista que vivió la antigua república yugoslava.

Se calcula que, en Croacia, después de la Segunda Guerra Mundial, se erigieron casi 6.000 monumentos conmemorativos. Según el libro Demolición de monumentos antifascistas en Croacia 1990-2000, escrito por el juez y partisano ya fallecido en 2020 Juraj Hrženjak, el monumento de Filipović es uno de los 2.964 monumentos conmemorativos demolidos, dañados, profanados o eliminados, de los cuales 731 tenían un gran valor artístico e histórico-cultural. Unos pocos centenares han sido restaurados. La tendencia actual se contradice con el interés creciente que suscita estos monumentos (spomenici) entre los visitantes foráneos.

En Sarajevo, la cafetería Tito tiene una enorme popularidad y es visita asidua de turistas extranjeros y yugonostálgicos. De hecho, este año, el Gobierno local ha celebrado tres décadas de la organización de los Juegos Olímpicos de invierno de 1984. No obstante, el conflicto político entre el nacionalismo serbio, bosníaco y croata fuera de la capital bosnia da la espalda a ese pasado compartido.

Foto: 'Shooting for Mirza', la película centrada en Mirza Delibašić.

Una prueba notoria es el abandono del memorial partisano de Mostar, obra colosal del arquitecto serbo-yugoslavo Bogdan Bogdanović, que se encuentra en el lado croata de la ciudad bosnia. El 13 de abril del año pasado Europa Nostra, asociación de la sociedad civil dedicada al patrimonio cultural y natural, y el Instituto del Banco Europeo de Inversiones (BEI) publicaban que el espacio se encontraba en una lista de los siete monumentos y localizaciones del patrimonio cultural más amenazados de Europa.

En la actualidad se calcula que hay más yugoslavos declarados en EE.UU. y Canadá (250.000) que en todos los Balcanes (32.000), potenciales electores que no tienen representación política. Para entender este proceso hay que remontarse a la desintegración de Yugoslavia. Desde entonces ha habido un proceso gradual de depuración nacional, fomentado por la maquinaria estatal, donde, entre otras iniciativas, se ha procedido a la rehabilitación de líderes nacionalistas de entreguerras.

A veces esta suerte de anulación del pasado se limita a la cancelación de personalidades de tendencias yugoslavistas

El 9 de mayo de 2021, en Belgrado, durante la celebración del Día de la Lucha contra el Fascismo, en un auditorio atestado y con toda la élite serbia presente, se situaba el busto del mariscal Tito, héroe nacional partisano y líder de la resistencia antinazi, al mismo nivel que la estampa de Draža Mihajlović, líder četnik (grupo monárquico y nacionalista serbio), cuyo ejército había lucha contra los ustaše (grupo fascista croata), pero también había colaborado con la ocupación nazi en contra de los partisanos.

Recientemente, el alcalde en funciones de Belgrado, Aleksandar Šapić, con ocasión de las elecciones del próximo 2 de junio en la capital serbia, abogaba por que el Museo de Yugoslavia, uno de los museos más conocidos a nivel internacional, se convirtiera en un museo de historia serbia, y así la conocida como Casa de las Flores se transformara en "el lugar donde descansarán los grandes hombres serbios". También anunciaba su voluntad de mover la tumba del mariscal Josip Broz Tito, que se encuentra en el complejo del museo, a Kumrovec, Croacia, donde nació el presidente vitalicio.

Figuras enterradas en el olvido

A veces esta suerte de anulación del pasado se limita a la cancelación de personalidades de tendencias yugoslavistas, en la mayoría de ocasiones a partir del estricto silencio o la inacción institucional. Hace pocas semanas, tras la muerte del fotógrafo Tomislav Peternek, la autoridad provisional de Belgrado rechazaba la iniciativa de enterrarle en la Alameda de los Ciudadanos Beneméritos, donde se encuentran las tumbas de las grandes celebridades locales, una vez no cumplía con los criterios. Como haber sido premiado por las autoridades de la República de Serbia, ser miembro académico de la Academia de Ciencias y Artes de Serbia y haber recibido el título de ciudadano honorario de Belgrado, aunque había sido recurrentemente premiado en época yugoslava. Se jubiló en 1993 y murió con 90 años.

Figuras de la cultura yugoslava quedan enterradas en el olvido o su reconocimiento permanece acotado a las nuevas fronteras nacionales, por mucho que su impacto en vida fuera de una dimensión transnacional. La muerte de Abdulah Sidran, el pasado 23 de marzo, guionista bosnio de referencia, en películas como ¿Te acuerdas de Dolly Bell?, Papá está en viaje de negocios, Kuduz o El círculo perfecto, o de Veljko Bulajić, el 2 de abril, realizador montenegrino de dos de las películas partisanas más representativas y premiadas de la época, como La batalla del Neretva o Kozara, han tenido un gran eco regional, o incluso internacional, pero su memoria y contribuciones corren el riesgo de desvanecerse, carentes de la debida y merecida protección de las autoridades, vueltas sobre sus propios electorados en una forma de democracia étnica.

Los procesos de privatización también juegan en contra del mantenimiento del legado cultural. En 2015, la empresa Avala Film, antiguamente la mayor productora yugoslava y origen de gran parte del cine partisano, fue vendida, según los medios de comunicación locales, por un precio inicial de 980 millones de dinares (unos 8 millones de euros) a la empresa extranjera Film Way, lo que supuso en su momento la protesta de artistas y trabajadores del cine frente al edificio de la Agencia de Privatización.

Foto: El antiguo cuartel general del ejército de Yugoslavia, en Belgrado, y hoy en ruinas (CC)

Este proceso continúa en los tiempos actuales. A finales de marzo, el Hotel Yugoslavia, perla de la arquitectura del movimiento moderno belgradense, fue privatizado por 27 millones de euros, sin que esté del todo claro cómo se va a proteger su valor arquitectónico y simbólico. Así sucede también con el edificio del Estado mayor, situado en la calle Kneza Miloša y bombardeado por la OTAN en 1999, y que se especulaba si iba a ser vendido a la empresa del yerno de Donald Trump, Kushner Realty LLS, a pesar de que en 2005 el edificio había recibido la categoría de bien protegido.

En dos encuestas realizadas por la agencia Ipsos en 2011 (Strategies of symbolic nation-building in West. Balkan states) y Gallup en 2016 los datos mostraban que existe un sentimiento yugonostálgico o una afectación mayoritaria por la pérdida de Yugoslavia entre serbios, bosnios, montenegrinos, macedonios e incluso eslovenos, por este orden, mientras que es minoritario entre croatas y kosovares. Para saber a qué se refiere esta emoción, la denominada yugonostalgia o nostalgia roja, como ha explicado el académico esloveno Mitja Velikonja, habría que entender que no se trata de una "restitución del pasado", sino de "una visión de la amistad cuando las viejas amistades ya no existen".

No queda claro cómo encontrar encaje político a ese sentimiento que procura mantener viva una Yutopia aparentemente extinguida, pero que aspira a una nueva hermandad y unidad, una que alimentaría la reconciliación, el intercambio, los negocios o el diálogo entre las nuevas generaciones. La región se encuentra en ese territorio difuso entre consolidar sus soberanías nacionales, denostando en esa inercia muchos símbolos del pasado, y no renegar de los imaginarios que contribuyen al porvenir de las nuevas generaciones.

Stjepan Filipović fue un partisano condenado a la horca por los nazis que, poco antes de su ejecución, alzó los brazos en señal de desafío. La foto de su ahorcamiento, el 22 de mayo de 1942, se conserva como símbolo de la lucha por la libertad y el antifascismo. La reproducción fue expuesta en Nueva York, en el edificio de Naciones Unidades, o en Nueva Delhi. El entonces presidente indio Nehru, declaró: "Qué moral bajo una soga. Este hombre ha cruzado la línea de la muerte".

Serbia Vladimir Putin
El redactor recomienda