El Madrid de entonces… y el de ahora
Una ciudad sin charnegos ni maketos.
Madriz, donde ni las ratas pueden
vivir, que decían Leño.
Las ratas no, ¿y las esperanzas?
“Cuando yo
era niño y llegué a Madrid”, le leo a Luis Landero en su bellísimo libro El huerto de Emerson, “cuando a veces te metías por una calle, enseguida te salían al paso las
afueras” e ibas a dar a “un confuso e inquietante paisaje que no era ya ni campo
ni ciudad”.
Y por Basilio,
el protagonista y narrador de Queridos niños, la novela de David Trueba, sabemos
de “los tiempos en que las mariposas inundaban los descampados que bordeaba Madrid,
donde no era raro cruzártelas inmensas y hermosas. En apenas unas décadas, habían
sido exterminadas no por cazadores avezados, sino por la forma de vivir: eso me
enseñó a aceptar que los fuertes acaban con los débiles y los grandes se comen a
los chicos, sin importar la belleza y la ternura”.
El Madrid
de ahora… La ciudad muestra algunas veces “uno de esos mayos generosos que
hacen de Madrid la mejor ciudad del mundo”, como escribe Sergio del Molino en Un tal González.
Nosotros somos nosotros. Todavía…
Matan a los muertos por ETA una y otra vez.
Chapapote Díaz, votan a Ayuso.
Hilillos de plastilina, heces fecales en forma de melena.
Estulticia gregaria. Sangre de cerveza para los tiburones.
Madriz, no dejaron de PASAR.
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