Ambos nacieron el 24 de junio y, para los expertos en astros, puede ser una señal de los seres tocados por la varita mágica. Entre uno y otro, aquí se acabaron las similitudes. Uno es argentino y el otro es uruguayo. Uno es una pulga y el otro una torre. Uno triunfó de falso 9 y el otro es un 9 de toda la vida. Uno fue el mejor de todos los tiempos y el otro se ha atascado en Liverpool. Uno está al final de su carrera y el otro todavía tiene diez años por delante. Uno se basta con su padre para representarle y el otro es un jugador de la escudería de Mendes. Quizá por este último motivo, Darwin Núñez suena para recalar en el Barça 2024-25, en caso de que Deco se pueda sacar de encima a un Lewandowski que no piensa dejar Barcelona cuando todavía le queda un año de contrato (y el mejor pagado de los tres). Darwin estuvo cerca de coincidir con Messi. En el verano de 2020, cuando Leo estaba enfadado porque le comunicaron que Luis Suárez que se tenía que ir, faltó decisión para traerle otro uruguayo que no era tan bueno ni tan amigo. Además, el Almería pedía 20 millones por él y el Benfica terminó pagando 24. En Portugal, triunfó por todo lo alto. El Barça fue víctima de sus goles. Y el Liverpool enloqueció pagando por él 75 millones más otros 25 en variables, y firmándole un contrato hasta 2028. Ahora, a Darwin le buscan una salida, a pesar de haberlo jugado casi todo (54 encuentros) y de haber metido 18 tantos. Entre los supporters de Anfield corre una leyenda: Núñez mete lo difícil y falla lo fácil. Está claro que a los “socios” del Liverpool “no se les puede engañar”. A los del Barça, no paran de hacerlo.
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