Colin Farrell, en la serie 'Sugar'

Colin Farrell, en la serie 'Sugar' APPLE PLUS

Cine & Teatro

John Sugar no es lo que parece

La serie 'Sugar', interpretada por Colin Farrell, puede ser un thriller ambientado en la industria del cine, en la línea de 'L.A. Confidential', pero no hay que dar nada por seguro

10 mayo, 2024 21:22

Interesante rareza en Apple TV, una serie que parece una cosa y acaba resultando otra muy distinta (no puedo extenderme al respecto para no incurrir en el spoiler). Sugar (ocho episodios) es, aparentemente, una nueva vuelta de tuerca, con un deliberado tono retro, a las historias de detectives de toda la vida. John Sugar (Colin Farrell) es un investigador cinéfilo que da la impresión de que todo lo que sabe de los seres humanos lo ha aprendido viendo películas del Hollywood clásico (algunas de cuyas secuencias, en blanco y negro, se intercalan en la trama, siguiendo la línea de pensamiento de su protagonista).

Impera en Sugar un tono a lo Chinatown, la obra de Polanski escrita por Robert Towne, y su comienzo no puede ser más tradicional: un provecto productor de Hollywood, Jonathan Siegel (James Cromwell) contrata a nuestro hombre para que encuentre a su nieta desaparecida, una chica que no ha dado más que problemas y que tiene por costumbre esfumarse de vez en cuando, hasta que se queda sin dinero y reaparece. Sugar se pone a la labor al volante de un estilizado descapotable azul, dispuesto a recorrer las malas calles de Los Angeles como un nuevo Philip Marlowe (no le falta ni la voz en off con la que habla consigo mismo y se comunica con el espectador).

Pero John Sugar no es el típico héroe solitario. De hecho, forma parte de una extraña asociación de políglotas justicieros internacionales dirigida por un tal Miller (Paul Schulze), quien cuenta con una intrigante y hermosa jefa de personal de raza negra, Ruby (Kirby Howell – Baptiste), en cuya casa tienen lugar las reuniones de esta particular liga de la justicia, cuya mera existencia ya nos lleva a sospechar que algo pasa con Sugar y sus compañeros, algo que tal vez no sea de este mundo (y hasta aquí puedo leer). John Sugar es un enigma. Aparentemente, solo es un investigador privado, pero hay algo en su manera de relacionarse con la gente (y con la gentuza, a la que siempre advierte de que puede acabar sufriendo daños irreparables) que no es la típica de un detective a sueldo, sino más bien la de un humanista del crimen que se ha otorgado la misión de poner un poco de orden en la parcela de la Tierra que le ha tocado.

Imagen de la serie 'Sugar'

Imagen de la serie 'Sugar' APPLE TV

La sospecha de que John Sugar no es lo que parece se confirma al final del capítulo seis, que me dejó patidifuso y sobre el que no voy a extenderme: a partir de ahí, la serie toma un rumbo distinto, del que ya se nos habían dado algunas pistas, y se convierte en una insólita mezcla de géneros que, curiosamente, funciona a la perfección; queda un capítulo por emitir que espero con ansia para ver cómo se sale el creador de este brillante engendro, Mark Protosevich, del fregado en el que él mismo se ha metido (su trabajo previo no es como para echar cohetes, limitándose a escribir remakes de películas como La aventura del Poseidón, Soy leyenda y Old boy, así como The cell (2000), que se salvaba por la imaginación calenturienta y delirante del director, Tarsem Singh).

De la dirección de la mayoría de episodios se encarga el brasileño Fernando Meirelles, que deslumbró a propios y extraños en el año 2002 con Ciudad de Dios y después se limitó a empalmar correctas producciones de Hollywood que no iban muy allá. Así pues, ni guionista ni director permitían presagiar nada especialmente brillante para Sugar, pero a veces ocurren milagros, la gente se pone las pilas y salen a la luz propuestas tan peculiares, originales y un tanto desquiciadas (se corría el riesgo de caer en el ridículo al mezclar peras con manzanas, por así decir) como la que hoy nos ocupa.

Colin Farrell, en 'Sugar'

Colin Farrell, en 'Sugar' APPLE TV

Soy consciente de contribuir a la confusión con tanta información a medias, pero es que cualquier exceso de datos puede ser letal para el espectador, al que más le vale sentarse ante el televisor como lo hice yo, sin saber muy bien qué era lo que me iba a encontrar y viendo cómo me iba enganchando a tan particular propuesta capítulo a capítulo. Cuesta entender a John Sugar, del que no se nos cuenta casi nada ni en su propia voz en off, más allá de que perdió a su querida hermana Djen. Hay algo muy raro en el grupito de justicieros de Ruby, pero, ¿qué es exactamente y por qué le insisten tanto a nuestro hombre en que deje de buscar a la pobre Olivia? ¿Estamos ante un thriller ambientado en la industria del cine, algo en la línea de L.A. Confidential, o la cosa es más extraña de lo que parece?

Hay respuestas a todas esas preguntas, pero hay que sacárselas con fórceps a la serie mientras no sabemos muy bien qué es lo que estamos viendo y solo tenemos claro que vamos a llegar hasta el final de la primera temporada y nos vamos a quedar con ganas de la segunda, que llegará o no, dependiendo de cómo haya funcionado la primera. De momento, en el sector rarezas, Apple TV se ha marcado un tanto de lo más notable.