la Iglesia tiene siempre una palabra de esperanza

la Iglesia tiene siempre una palabra de esperanza

“Ante la desesperación de muchos, la Iglesia tiene siempre una palabra de esperanza: “No es la violencia de la injusticia social o de la represión, ni la violencia de las reivindicaciones inspiradas en soberbia, venganza o resentimiento las que van a ofrecer la solución a la evidente descomposición socio – política del país.  Solo pueden abrir una salida eficaz a esta encrucijada el retorno sincero a la justicia y al amor, el respeto mutuo de los derechos humanos y el mutuo entendimiento de todos los salvadoreños admitidos sin parcialidad a un verdadero diálogo sobre las bases de una credibilidad reconquistada, con hechos que logran ganar la confianza perdida.” Y a los cristianos, de manera especial, les pido poner en práctica la fuerza de su oración que confía en el Dios que puede hacer nuevas todas las cosas.”

Desde el año de 1979 Monseñor Romero quiere darnos hoy esperanza en medio de dificultades.   Quienes no anuncian esperanza no son cristianos/as, por muy analistas o políticos que pretenden ser.  Quienes predican un futuro de desesperanza hacen daño al pueblo y lo desmovilizan.  Al final de la cita que comentamos nos pide “poner en práctica la fuerza de su oración que confía en el Dios que puede hacer nuevas todas las cosas”. Por supuesto – lo hemos cantado tantas veces – no basta rezar. Hay que poner en práctica la fuerza de la oración, hay que poner en práctica la confianza en el Dios de la vida, hay que concretar nuestra fe en el Dios de Jesús que hace nuevas todas las cosas.  Ser cristiano/a, ser Iglesia de las y los pobres, es poner en práctica lo que oramos (nuestros más profundos deseos) y lo que celebramos en agradecimiento.  Esa práctica siempre será expresión clara de esperanza. 

Monseñor Romero da también unas pautas para buscar juntos/as soluciones en nuestro país, en la región y en el mundo.  Nos dice: “el retorno sincero a la justicia y al amor, el respeto mutuo de los derechos humanos y el mutuo entendimiento de todos los salvadoreños admitidos sin parcialidad a un verdadero diálogo sobre las bases de una credibilidad reconquistada, con hechos que logran ganar la confianza perdida.”  El camino fundamental es construir estructuras justas y vivir relaciones de amor.  Esto es caminar con el Dios de la vida.  Y esto empieza en los niveles más pequeños, personales, familiares y comunitarios. 

Por supuesto habrá que trabajar el respeto fundamental de los derechos humanos. Pero en este camino habrá que darle prioridad, siempre, a los derechos humanos de los más pequeños, de los más pobres, de los más excluidos.  Hace tres años en Bélgica, en plena epidemia de covid, se dio una manifestación de unas mil personas que caminando amontonadas, sin mascarilla, exigían el fin de la dictadura de la pandemia, que querían la libertad para hacer lo que les da la gana, para reunirse con quien quieran, para ir a comer y festejar, para ir a pasear,….  Por supuesto en tiempo de crisis (como la de covid) la libertad personal (de movimiento, de reunión, ..) debe subordinarse al derecho de todos y todas a la salud y a la obligación humana de protegerse y de proteger a otros/as de contagio. 

Monseñor hace una llamada fuerte  a promover y a facilitar “el mutuo entendimiento de todos los salvadoreños admitidos sin parcialidad a un verdadero diálogo”.  En la experiencia y la práctica política en nuestros países estamos aún muy lejos de dar respuesta a esta llamada del profeta de Dios.   Ninguna directiva (comunal, sindical, cooperativa), ningún concejo municipal, ningún ministerio, ningún gobierno, ninguna asamblea legislativa puede hacer un buen trabajo por el bien del pueblo, con justicia y amor, si no hace el gran esfuerzo por incluir a todos/as, por generar auténticos espacios de diálogo.  Por supuesto siempre debe tratarse del bien común y no de intereses personales, familiares o empresariales.  En cualquier intento serio para dialogar e incluir a todos/as están los ídolos de la riqueza y del poder para intervenir y para desviarnos.  Un gobierno que expulsa a sus propios compatriotas del país porque no comparten la ideología oficial del partido y tienen una visión diferente de la sociedad no puede contribuir de ninguna manera a la justicia y la paz.

Monseñor nos exige revisar todos los mensajes que transmitimos para que no engañemos a nadie, para que volvamos a conquistar la credibilidad, que pongamos hechos que ganan nuevamente la confianza perdida.   Muchos discursos políticos (y tristemente también eclesiales) no tienen credibilidad porque no hay hechos, no hay práctica social, económica, política (o eclesial) que genera confianza y credibilidad en los líderes.   Las y los cristianos/as tendremos que ser los especialistas, los de más práctica incluyente, de confianza y credibilidad.   Nos toca dar el ejemplo.  Lastimosamente, tantas veces hemos preferido quedarnos afuera o hasta dar contra- testimonios.  No tengamos miedo para arriesgarnos a la construcción de una sociedad nueva. 

Reflexión revisada para el domingo 19 de mayo 2024.  (Reflexión original escrita para el domingo 23 de mayo de 2021).       Homilía en la fiesta de Pentecostés, 3 de junio de 1979.   Homilías. Monseñor Oscar A Romero. Tomo IV, ciclo B,  UCA editores, San Salvador, p. 509-510

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