La riqueza oculta del arte indígena de Oceanía - Grupo Milenio
Cultura

La riqueza oculta del arte indígena de Oceanía

Exposiciones

La exposición 'Oceanía. Culturas de mar e islas' celebra las culturas que atraviesan el océano más grande y profundo del planeta.

Cuando el presidente del Quai Branly, uno de los museos etnográficos más importantes del mundo, visitó México hace tres años, se sorprendió con la colección de piezas de Oceanía del Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM). “La mayor parte de los investigadores de Oceanía no tenía idea de que en México teníamos una colección tan bonita. Chiquita, pero tan bonita y tan importante”, dice Raffaela Cedraschi, curadora de Oceanía. Culturas de mar e islas, exposición que, realizada en conjunto con el Quai Branly, celebra las culturas que atraviesan el océano más grande y profundo del planeta.

Ubicado en Moneda 13, el MNCM es desde 1965 heredero de la sede y del acervo internacional del antiguo Museo Nacional, el primer museo del país, así como de la vocación de acercar al público a la diversidad cultural no sólo de México —piezas nacionales como la Piedra del Sol están en el Museo Nacional de Antropología—, sino del mundo.

El artista e investigador Miguel Covarrubias, pionero de esta visión, estuvo a cargo de la selección de las piezas que hoy integran la colección de Oceanía, obtenidas mediante un intercambio con el Museo Field de Historia Natural a mediados del siglo XX. Polémico, fue considerado por muchos como “un intercambio de patrimonio nacional por ‘cachivaches’ de ‘pueblos primitivos’”, cuenta Cedraschi, “prejuicio que nos persigue hasta la fecha”.

Para la antropóloga Anahí Luna, especialista en arte indígena del Pacífico, “los críticos ignoraban, además de la riqueza plástica, el valor antropológico de las piezas recibidas por México. En su ceguera, no fueron capaces de ver este acto como un proyecto cargado de futuro”.

Un mar de islas

Mientras Cedraschi me explica por teléfono, tengo abierto un mapa en la computadora para no perderme. Cuando se lo comento, ella se ríe y dice que es una buena idea.

La colección de Oceanía del MNCM abarca las tres grandes áreas en las que se agrupa a las islas del océano Pacífico: Melanesia, Micronesia y Polinesia. La mayor parte proviene de Papúa Nueva Guinea, país en la parte oriente de Nueva Guinea, pero también incluye piezas de Vanuatu, Nueva Caledonia y las Islas Salomón (todo esto, Melanesia), las Islas Marshall (Micronesia), y las Islas Lau, Fiyi y Tonga (Polinesia).

Aunque Australia pertenece geográficamente al continente de Oceanía, se le considera un bloque aparte, distinto a estas “culturas de las islas”.

Superposición de mapa sobre fotografía satelital del Pacífico. Los puntos iluminados son lugares de donde provienen piezas del MCNM. (Laberinto)
Superposición de mapa sobre fotografía satelital del Pacífico. Los puntos iluminados son lugares de donde provienen piezas del MCNM. (Laberinto)

La exposición está conformada en un 50 por ciento por piezas del MNCM. La otra mitad pertenece al Quai Branly, de finales del siglo XIX y principios del XX. Todas ellas contribuyen, a su manera, a mostrar la relación existente entre tierra y mar.

“Hay una gran diferencia entre ver el Pacífico como ‘islas en un mar lejano’ y como ‘un mar de islas’, escribió el antropólogo tongano y fiyiano Epeli Hauʻofa (1939 - 2009) en su ensayo Un mar de islas, en el cual argumentaba que el mar no es un elemento que separa a las culturas, sino que las conecta, y que la idea de las islas como poblaciones aisladas llegó con la perspectiva europea. Posteriormente, europeos y americanos impusieron sus divisiones al océano, reduciendo a límites políticos su inmensidad.

Detallados modelos de embarcaciones, planos de navegación elaborados con conchas marinas y proas con representaciones de las aves que utilizaban para guiarse, entre otras piezas ubicadas al comienzo de la exposición, dejan claro que para estas culturas el mar era tan suyo como la tierra. Se estima que las islas más alejadas de la región, en Polinesia, fueron pobladas cuando mucho entre los siglos XIII y XIV, “bastante antes de la llegada de los españoles a América”, advierte Raffaela Cedraschi. “Las técnicas del balancín, de las velas, su conocimiento del océano, todo esto nos indica lo impresionantemente navegantes que eran”.

Popa o 'taurapa' de embarcación de guerra 'waka taua'. Cultura maori, de Polinesia, siglos XVIII-XIX. Colección: Museo Quai Branly. (Foto: Laberinto)
Popa o 'taurapa' de embarcación de guerra 'waka taua'. Cultura maori, de Polinesia, siglos XVIII-XIX. Colección: Museo Quai Branly. (Foto: Laberinto)

La geografía atravesó todo aspecto de estas sociedades. Se alimentaban a base de aquellas especies que llevaban a los nuevos lugares que iban poblando. El comportamiento de los animales marinos se asociaba con prácticas y rituales. Y, por supuesto, también habitaban el mar sus mitos, historias que reflejaban la vastedad de su mundo.

“Si miramos los mitos, leyendas, tradiciones orales y las cosmologías de los pueblos de Oceanía,” escribió Hauʻofa, “resulta evidente que no concebían su mundo en proporciones tan microscópicas. Su universo comprendía no sólo las superficies terrestres, sino también el océano circundante, hasta donde podían atravesarlo y explotarlo, el inframundo con sus habitantes que controlaban el fuego y hacían temblar la tierra, y los cielos superiores con sus jerarquías de dioses poderosos y estrellas y constelaciones, guías en el camino a través de los mares. Su mundo era todo menos pequeño”.

Una puerta al mundo de los espíritus

Desde el otro lado del cristal, rostros del más allá devuelven la mirada al mundo terrenal. Máscaras, escudos y otras caras de las culturas de las islas de Oceanía. No sólo el agua rodea a las islas, también los espíritus.

Tablas-espíritu 'titi ebihai' y 'koi'. Cultura kerewa y cultura elema. Papúa Nueva Guinea, Melanesia. Colección MNCM. (Foto: Laberinto)
Tablas-espíritu 'titi ebihai' y 'koi'. Cultura kerewa y cultura elema. Papúa Nueva Guinea, Melanesia. Colección MNCM. (Foto: Laberinto)

Con las piezas de uso ritual, que integran la mayor parte de la exposición, “pasa lo mismo que con África, es difícil hablar sobre la labranza de la Tierra porque no se conservan herramientas, sino esculturas que nos hablan del mundo del más allá”. Esto, dice Cedrashi, complica el realizar una exposición etnográfica. Sin embargo, no se trata de dos mundos desconectados: “Había una porosidad entre el mundo de los vivos, lo terrenal, lo material, y el mundo espiritual del más allá, mundos que se comunicaban constantemente. Es por ello que las piezas, de una u otra manera, nos hablan de las realidades de estas culturas”.

Escudo de la cultura Watam o Kopar y escudo de arquero Iaua. Papúa Nueva Guinea, Melanesia, siglos XIX- XX. Colección MNCM. (Imagen: Laberinto)
Escudo de la cultura Watam o Kopar y escudo de arquero Iaua. Papúa Nueva Guinea, Melanesia, siglos XIX- XX. Colección MNCM. (Imagen: Laberinto)

Pero incluso la conservación de estos objetos se vuelve excepcional al conocer la relación de estas islas con lo material. Las figuras de ancestros y otras esculturas, escudos, máscaras, instrumentos y demás piezas empleadas en ritos funerarios eran valoradas por su función. Muchas eran de uso único y se les descartaba tras utilizarlas. “Había un desapego con los objetos. Se les desacralizaba y desechaba una vez que cumplían su función”. Fue a partir de la llegada de europeos y estadunidenses que los pobladores comenzaron a guardarlos con la intención de venderlos o intercambiarlos.

Máscara chubwan o juban. Vanuatu, Melanesia, siglos XIX-XX. Colección: Museo Quai Branly. (Foto: Laberinto)
Máscara chubwan o juban. Vanuatu, Melanesia, siglos XIX-XX. Colección: Museo Quai Branly. (Foto: Laberinto)

La memoria recobrada

Es inevitable en la actualidad, y con buen motivo, preguntar cómo obtuvieron los museos occidentales aquellas piezas pertenecientes a regiones del mundo que pasaron por periodos de colonización. Desde México es frecuente el cuestionamiento a recintos europeos o estadunidenses que tienen piezas arqueológicas prehispánicas. Si bien en el caso del Museo Nacional de las Culturas del Mundo se sabe que estas piezas fueron obtenidas de manera ética en un intercambio con el Museo Field de Historia Natural, es difícil conocer en su totalidad las condiciones en las que fueron extraídos cada uno de estos objetos antes de llegar al Field en primer lugar (sucede lo mismo con el Quai Branly).

El saqueo es una posibilidad. El intercambio y la compra son otras que, sin embargo, también se dieron en un contexto colonial, con una visión que consideraba a unas culturas superiores y otras inferiores. Se desconoce, por ejemplo, quiénes elaboraban complejos textiles, sofisticados muebles y armaduras tradicionales tanto del MNCM como del Quai Branly, pues no era un dato que solía ser recopilado por los coleccionistas y exploradores, a pesar de que eran personas importantes y reconocidas en sus comunidades.

Textiles de Micronesia y Polinesia. Piezas del Quai Branly y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo. (Foto: Laberinto)
Textiles de Micronesia y Polinesia. Piezas del Quai Branly y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo. (Foto: Laberinto)

Pero el saqueo del colonialismo no es sólo material. Ocurre también cuando se aparta y desvincula a los pueblos de sus culturas. Muchas de las tradiciones indígenas de las islas del Pacífico desaparecieron por la imposición del cristianismo. Otras cayeron en desuso con el tiempo o simplemente por las transformaciones propias de todas las sociedades. Sin embargo, existe por parte de sus herederos un intento de recuperarlas.

A pesar de las críticas, “este tipo de colecciones sirven precisamente para la memoria”, puntualiza Cedraschi. “Hoy en día muchos grupos de islas de Oceanía van a museos occidentales a conocer estos materiales. Se habían perdido los lazos con esas tradiciones, con esos objetos, por la misma colonización y el desarrollo de las sociedades. Entonces esas piezas guardadas hace más de cien años, que hoy están en los museos, sirven para volver a establecer esa memoria”.

“Esa discusión puede ser muy rica, les puede servir a ambos, a los museos que conservan los objetos y a las comunidades indígenas de cualquier parte del mundo”.

La exposición 'Oceanía. Culturas de mar e islas' se encuentra en sus últimos días: estará hasta el 26 de mayo. Después de esa fecha, las piezas del Quai Branly se van, pero el acervo del MNCM podrá verse de nuevo tentativamente en 2025 con una renovada curaduría, dedicada exclusivamente a esa colección.

Por otra parte, el catálogo de la exposición puede conseguirse en el apartado de Compra en línea de la página difusion.inah.gob.mx o bien en la tienda del Museo Nacional de las Culturas del Mundo.

AQ

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