4 consejos para madres con hijos adultos no creyentes | TGC

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No hay nada más triste y doloroso para una madre cristiana que el hecho de que sus hijos adultos no sean creyentes.

Aunque criamos y educamos a nuestros hijos para que sean trabajadores, diligentes, ordenados, sabios, respetuosos, proveedores, alejados de malas compañías y de adicciones, y los apuntamos primeramente a Cristo, muchas veces venimos a darnos cuenta de que desarrollan una personalidad, un carácter y ciertas actitudes que no esperábamos.

En especial, cuando nuestros hijos crecen y no abrazan nuestra fe y principios, nos planteamos: ¿Hice algo mal en su educación y crianza? Tal vez él sería creyente si hubiera presionado más para que no dejara de ir a la iglesia… Quizás si hubiera sido más firme en la disciplina… 

Cuando leo la historia de Absalón y su padre, el rey David (2 S 13-18), noto que Absalón representó una prueba tras otra para su padre, llegando al punto de querer quitarle el trono (2 S 15:13). A partir de esta historia, propongo algunos consejos para las madres como yo, con hijos adultos no creyentes.

1. Recuerda que no eres la redentora de tus hijos

Aunque David quiso librar de la muerte a su hijo, finalmente no pudo lograrlo (cp. 2 S 18:5, 32-33). De manera similar, nosotras necesitamos recordar que la soberanía de Dios y la salvación de nuestros hijos no depende de nosotras. Creemos en un Dios que gobierna y controla todo. El alma de cada persona está en Sus manos. Él ordena y nosotros obedecemos Su voz.

¡Si tan solo pudiéramos forzar a nuestros hijos a entrar a la ciudad celestial y al reino de Dios! Sin embargo, el llamamiento eficaz viene del Señor. Así que como madres no podemos cargar con el peso de la responsabilidad de la eternidad de nuestros hijos. Debemos depositarla en la cruz, en las manos y en los hombros de nuestro Señor.

Algunas veces Dios salva a hijos de padres no creyentes y, en otras ocasiones, permite que hijos de hombres y mujeres piadosos no le entreguen su vida

Algunas veces Dios salva a hijos de padres no creyentes, por el puro afecto de Su soberanía; y en otras ocasiones, permite que hijos de hombres y mujeres piadosos no le entreguen su vida. Esto lo vemos con algunos de los hijos de los reyes de Israel (1 R) y en la historia del pueblo de Israel en general, el cual muchas veces fue un hijo rebelde para Dios.

Si hiciste tu deber como madre cristiana —es decir, si sembraste la palabra del evangelio en el corazón de tus hijos— ahora debes orar por su salvación, su alma y su carácter. Pero, mientras oras y clamas delante del Señor por la salvación de tus hijos hasta el último aliento de tu vida, recuerda que el Señor dice: «Tendré misericordia de quien yo quiera» (Éx 33:19 NTV) y espera en Él confiando en Su sabiduría.

2. Haz oraciones grandes por tus hijos 

Cuando David supo que el consejero de Absalón era Ahitofel, oró: «Oh Señor, te ruego, haz necio el consejo de Ahitofel» (2 S 15:31). De manera similar, nosotras también podemos hacer oraciones grandes por nuestros hijos y que alaben el poder y la soberanía de Dios. Necesitamos reconocer que los hijos no son nuestros. Son como flechas para ser lanzadas de regreso a Dios. Así que, mientras oramos, confiamos en los planes de Dios y Sus propósitos.

Oremos como hacían los puritanos, pidiendo a Dios que obstaculice el camino de pecado de nuestros hijos, que les salga al frente, que frustre los planes de mal y el camino de maldad. Que los libre de hombres malos y de mujeres perversas, y que los aleje del camino de la perdición.

Pide a Dios que les quite el deseo de pecar y que el Espíritu Santo actúe en ellos y les dé convicción de pecado, de justicia y de juicio. Ora que el Dios Creador los redima, los llame por su nombre y los haga Suyos. Ruégale que las generaciones después de ellos y su simiente continúen buscando Su rostro y exaltando Su gran nombre. Que su pasión por Jesús sobrepase la del trabajo, los deportes y  la música. Que el Señor tome su mente, sus manos, sus piernas, sus ojos, su boca, como sacrificio vivo para Él.

Oremos, pero también tratemos de seguir impactando su vida de alguna manera con el evangelio, lo cual nos lleva al siguiente consejo.

3. No rompas la relación con tus hijos por su incredulidad 

Aunque David no dejó de amar a Absalón, tuvo dificultades para relacionarse con él (2 S 13:37, 39; 14:28). Nosotras, por el contrario, considero que si queremos impactar con el evangelio a nuestros hijos adultos, es necesario estar cerca de ellos.

El nido vacío no indica el final de nuestro propósito como padres. Ahora nosotras debemos seguir cultivando la maternidad espiritual en otros

Aunque no estemos de acuerdo con el estilo de vida o con el pecado de nuestros hijos, no nos avergoncemos de ellos. Persigámoslos, aunque sintamos que nuestro corazón se rompe mientras lo hacemos. Esforcémonos en tener una relación con nuestros hijos.

Te animo a que busques impactarlos con la Palabra, con mensajes y oraciones. Si nos lo permiten, compartamos con ellos devocionales y hasta canciones de artistas creyentes de su edad. No obstante, oremos que el Señor nos libre de idolatrar a nuestros hijos cultivando un hogar hijo-céntrico en lugar de un hogar Cristo-céntrico.

4. Proponte que tu hogar siga estando centrado en Cristo

Dios es nuestra esperanza y nuestro gozo. Descansamos en el hecho de que hemos completado Su llamado al criar hijos y buscar apuntarlos hacia Él. Así que la visión del hogar no debe estar marcada por el horario o la agenda de nuestros hijos adultos, ni por lo que ellos desean hacer. Cristo marca nuestro llamado, nuestras prioridades y nuestra agenda.

De manera similar, el matrimonio no debe girar en torno a los hijos; las alegrías y los proyectos giran en torno a Dios. Si bien, como hizo el padre con el hijo pródigo (Lc 15:11-32), acogemos y recibimos a nuestros hijos, debemos tener claro que nuestros recursos no deben usarse para el pecado, cualquiera que este sea.

Además, el nido vacío no indica el final de nuestro propósito como padres, sino que significa que estamos redireccionadas y que ahora nosotras debemos seguir cultivando la maternidad espiritual en otros. Amplía tu llamado, extiende el territorio de tu hogar hacia otros. La provisión del hogar por Dios debe ser usada para cosas santas y piadosas, y esto debemos explicarlo a nuestros hijos.

No desesperes

Anhelamos que Dios salve a nuestros hijos pródigos, porque ninguna madre quiere pasar, como David, la muerte de un hijo rebelde y alejado de Dios (2 S 19:2-7). No obstante, necesitamos recordar que el Señor es bueno todo el tiempo. Él es clemente, compasivo y grande en misericordia.

Así que, hermana, no desfallezca ni se desaliente tu corazón. Cobra ánimo, sé como la viuda inoportuna (Lc 18:1-8): continúa clamando día y noche por la salvación de tus hijos. No sabes cómo Dios oirá tu clamor. La salvación es del Señor, y Él está con nosotras y nos escucha. Recuerda también que Él no nos ama ni más ni menos por la fe o incredulidad de nuestros hijos. Aférrate a Su bondad y alábalo porque Dios es digno.

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