Francisco Bitar: “Cuando lo leemos de cerca a Aira nos encontramos con un gran cultor de las transiciones del texto”

  • Imagen
    Francisco Bitar
APU ENTREVISTAS

Francisco Bitar: “Cuando lo leemos de cerca a Aira nos encontramos con un gran cultor de las transiciones del texto”

12 Mayo 2024

AGENCIA PACO URONDO conversó con el poeta, narrador y ensayista (tiene publicado más de 20 títulos, entre ellos, los cuentos de Teoría y práctica, la crónica en Historia oral de la cerveza, y su más reciente trabajo casi inclasificable, La muerte de César Aira) Francisco Bitar sobre su obra y los pasos, las formas que fue tomando su escritura.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo empezaste a escribir?

Francisco Bitar: Tenía una especie de fascinación por la figura del escritor, supongo que para todo el mundo hay una especie de inicio parecido. Uno la dota de cierta magia, tal vez porque en ese momento no lo tenía demasiado claro y hoy se me hace un poco más evidente. Combinaba la idea de una vida que merecía ser vivida, la de un escritor, con un trabajo intelectual que valiera por sí mismo. Un poco lo que llamamos obra. Después, esa fascinación declinó hacia otra cosa, algo así como el juego en el que estamos. De tanto practicarlo, ejercitarlo, ejercerlo, escribir se convirtió en algo en lo que encuentro mucho placer.

APU: ¿Y a quiénes leías en esos momentos?

F.B.: En aquel momento fue la fascinación por la literatura norteamericana, escritores que habían ido a la guerra, que habían llevado una vida bohemia, viajado por el mundo. Tantas cosas en una misma vida que hoy nos parece raro que entren en una sola. Hemingway, Chandler, toda la generación perdida, pero también los policiales e incluso viniendo un poco más acá, Salinger, me parecía que llevaban grandes vidas a la vez que producían grandes obras. Tal era mi fascinación por los escritores que primero quise escribir y después quise leer.

Nunca pude identificarme con la idea de que primero había un lector y después un escritor. De hecho, me parece que por lo general esa visión está teñida de cierta humildad. En el peor de los casos, es una cosa que ocurre de manera contemporánea, uno lee y quiere escribir al mismo tiempo. Eso supone que primero me acercaba la figura del escritor. Para encajarlo en un género literario, me dedicaba más bien a sus biografías, a las solapas más que a la lectura de lo que había dentro de los libros.

Después lo leía, también, pero como una especie de mal necesario. Por supuesto, también me terminó resultando placentera la lectura, pero mi formación inicial fue como muy obligada. Era lo que tenía que hacer para ser escritor, entonces leía a todos los escritores que alguien debía leer para convertirse en tal.

En buena medida, es algo que me sigue pasando. Por ahí, me veo fascinado por alguna nueva forma o por algún nuevo escritor, que para mí son cosas similares, y me avoco a su lectura, a su vida, hasta exprimirlo. Ese gesto inicial que suponía consumirse rápidamente, se vuelve a repetir con distintas formas, géneros, autores.

URL de Video remoto

APU: En ese momento inicial ¿Buscaste algún taller, lo diste a leer, cómo fue ese paso siguiente?

F.B.: Inmediatamente después de que decidí ser escritor, me preocupé por encontrar a los escritores de mi barrio. Es algo que todavía me pasa, quise ir a ver cómo se hacía, compartir la experiencia. La literatura, para mí, siempre se frotó con la vida. No sé si hay otra manera de ser escritor, no digo de escribir, de ser escritor. Me parece que un poco el libro de Aira lo demuestra, que mis últimos intereses o inclinaciones van hacia pensar la figura del escritor. Quería conocer a otros para saber si podía formar “barra” con ellos, si podía cultivar una especie de bohemia o algo parecido, pero sobre todo para ver si yo estaba escribiendo bien, si era uno. Compartíamos materiales.De hecho, ya llegando al final de mi adolescencia, fui a conocer al escritor de mi ciudad y antes traté de hacer un taller con el que era el poeta de mi ciudad. (Vivo en Santa Fe capital). Después, quise “contrabandear” taller porque yo me hacía amigo y mis intenciones eran formales. Hablábamos de literatura y de nuestros textos, “me hice amigos a través de la forma”.

Así fue que llegué a mi primer taller ya más formalizado. Viaje a conocer a Daniel Durán que había elogiado unos poemas míos, en una entrevista que le dio a Pedro Mairal en los albores de la de Internet y de la literatura circulando por ahí. No teníamos contacto. Él tenía esos gestos muy generosos y a la vez era como una especie de lanzamiento de dados, tiro nuevo nuevos nombres sobre la mesa para ver qué pasa. Lo llamé, hablamos un ratito, le dije voy a conocerte y saqué un pasaje a Buenos Aires.

Ahí empecé a viajar a Capital con frecuencia, era joven y me hice amigo de muchos otros escritores y escritoras. ¡Y trabajamos los textos! Nos reunía la conversación sobre el poema. Ese fue mi primer taller o el único que hice, en realidad. Me parece que un escritor no tiene demasiado en claro el valor o el significado de su propia obra y está bien que eso ocurra. Esa obra, creyendo que tiene algo para decir o que es un portavoz de un mensaje, corre el riesgo de repetirse. Y hay algo todavía peor: al repetirse, lo que hace es limitarla. Eso me parece que es perjudicial para un escritor y para la literatura.

APU: En La muerte de César Aira tirás como muchos disparadores, entre ellos vida y escritura ¿Cómo se compatibilizan, cómo lograste ese enlace, esa combinación?

F.B. Estoy tan desarmado ante una cosa como ante la otra. Qué cosa es la vida y qué cosa es la escritura. No hay un temperamento que pueda dominar el día, por completo. Puedo levantarme de la cama más o menos entusiasta y eso no significa que ese estado vaya perpetuarse a lo largo del día. Después, está el problema del infierno de los demás. A mí me gusta la serenidad de mi estudio, de mi casa, pero me veo obligado a hacer otras cosas, como llevar a las nenas al colegio o responder correos y eso ya me involucra de otra manera. Un poco parecido me pasa con la escritura. Necesito pensar que los libros están integrados porque necesito creer que le puedo dar continuidad a la escritura. No lo digo de una manera pesarosa.

Si tuviera que volver a empezar, las cosas serían más difíciles. Empezar me gusta, de todas maneras, pero me interesa más la idea de seguir o de empezar en algo que ya tuvo un comienzo. Eso me ayuda a perpetuar el impulso inicial, lo que más me interesa de la escritura. Si estoy adentro de una serie, siento que siempre vuelvo a empezar.

“Un escritor no tiene demasiado en claro el valor o el significado de su propia obra y está bien que eso ocurra”.

Cuando pensaba en que íbamos a conversar sobre La muerte de César Aira, yo me decía “no me acuerdo de nada, de cómo fue escribir el libro”. Me acuerdo que lo escribí en una semana (trato de no estar tanto tiempo escribiendo un libro porque siento que me desalienta, me cansa) Cuando lo terminé, se lo se lo mandé a un amigo que es un gran editor y que, a su vez, es muy amigo de Aira. Cuando le mandé el archivo con un audio, pensó que se lo mandaba para publicar en la editorial y automáticamente me contestó “no puedo publicar este libro con este título raro porque ¡mirá si se muere! me convierto en el editor piedra”. Cuando el libro salió, este amigo le dijo a Aira… Creo que reaccionaría en la misma manera si alguien publica la muerte de Francisco Bitar, ya decirlo me provoca escozor.

APU: Es muy airano, igual, este libro.

F.B.: Cuando se me ocurrió la idea, “voy a hablar de un escritor que está vivo como si estuviera muerto, como si hubiera fallecido recientemente”, me pareció una idea extraordinaria y, en realidad, es una cosa muy básica. Pero en el momento, me pareció que me devolvía muchas herramientas para tramar un relato y decir algunas cosas del mundo que rodea a un escritor como Aira. Me parecía que la mejor manera de recrear o de ofrendar su escritura, no era dedicarle algunas palabras críticas, sino más bien la de hacerme de algunos de sus procedimientos.

En general, lo que se resalta de su obra es lo menos interesante. El carácter prolífico, el tema de la de la imaginación desbocada, profusa, descontrolada, todo eso no es lo que más valoro de Aira, lo que voy a buscar a sus libros. Más bien es su trabajo sobre el lenguaje. Me parece que vale más leerlo al dedillo que leerlo a distancia, traernos de él la impresión de un paisaje. Cuando lo leemos de cerca nos encontramos con un gran cultor de las transiciones del texto y como gran transicionista lo que hace es combinar al mismo tiempo, justamente, tiempo de relato y algunos de los otros recursos que andan dando vueltas. Hay como un relato reflexivo.

APU: Aira, Carrera, Lamborghini, todos los personajes que aparecen, en realidad son excusas para hablar de la muerte, el tiempo, la vida y la literatura.

F.B.: De hecho escribí el libro a mano alzada, pensando que estaba siendo libre. Es una cosa linda de pensar, porque cuando uno cree eso es porque encontró el tabicado, el recorte del texto. Como no es un relato que necesariamente reproduzca los modelos más convencionales, pareciera ser un texto más libre. Una vez que lo escribí, me di cuenta que el personaje del texto no era Aira. ¿A respecto de qué se está contando esta historia? Se cuenta respecto del chisme: se murió Aira.

Cómo esa noticia empieza con el cuerpo muerto del escritor y va avanzando. Primero hacia el círculo más íntimo, después cruza la calle hacia sus amigos; hay uno que es más o menos chismoso y lo da a conocer públicamente, etcétera, y llegamos a la despedida de Arturo Carrera en la Biblioteca Nacional. Y después, cómo se lleva esa noticia el joven escritor hasta su pensión, que es el propio Aira, más joven, una cosa así.

APU: Es muy bueno ese recurso.

F.B: A mí lo que me interesaba (y ahí puede estar el homenaje) es cómo la historia se va filtrando, cómo atraviesa las paredes hasta hacerse pública y cómo se la lleva quien se la tiene que llevar, que es el joven escritor, como un tesoro hacia hasta su casa. Es decir ¿cómo hacer para que esta noticia pase de un lugar a otro? Para eso necesito las transiciones, el saber transicionar, que es el don de la escritura de Aira.

Imagen
Tapa la muerte de césar aira

APU: Resume todo lo que hablamos anteriormente: hacer libros para ir desapareciendo en ellos, una idea circular, es la vida de un escritor.

F.B.: Totalmente. Me olvido de lo que escribo y quizás eso me lleva a escribir casi siempre lo mismo. Así empezamos esta conversación. Pero me parece que eso se condice con lo que significa este libro, porque acá el escritor es una noticia que pasa y florece en otra parte. Como decía hoy, un escritor que se sustancializa en su lugar, que cree ser un portavoz, tener consigo un mensaje, es el escritor que se avinagra; la cara contraria sería creer que la única manera que tiene un escritor de hacer algún bien es florecer en otros escritores. Artista es el que florece en el otro.

Es un poco lo que pasa en el libro, al final, el personaje central es el joven escritor. Que no sabe si es escritor.

APU: ¿Estás escribiendo algo?

F.B.: Sí, ahora está saliendo un librito en Sigilo, que pertenece a una serie que se llama El taller literario, es la historia de un escritor venido a menos y esa serie se prolongó en en otros títulos que son otras peripecias de este escritor. Tiene un encare decididamente ficcional y del lado de la novela, son novelas que pertenecen a una serie y estoy escribiendo como la tercera. Me salen rápido, me divierto mucho.