Sabina Urraca, escritora: "¿No has tenido amigos y amigas a los que trata fatal su pareja, les hacen mierda y vuelven? ¿No lo hemos hecho todos muchas veces?" | El Periódico de España

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Sabina Urraca, escritora: "¿No has tenido amigos y amigas a los que trata fatal su pareja, les hacen mierda y vuelven? ¿No lo hemos hecho todos muchas veces?"

La escritora, editora y periodista publica ‘El celo’, una novela sobre la domesticación, el deseo y la complejidad de una experiencia de maltrato 

La escritora Sabina Urraca, con su perra Murcia.

La escritora Sabina Urraca, con su perra Murcia. / Laura C. Vela

En esta historia hay un castillo, una maldición, un santo, una Humana y una Perra. El castillo está quemado, carbonizado, con las vigas a la vista, a punto de quebrarse y ni una sola almena en pie. ¿Quién le prendió fuego? El cuento dice que se escuchó un grito, ¡arda todo, arda pronto!, el castillo ardió entero y, en sus tripas, la princesa. La Humana es una mujer de treintaidós y cree que se puede apagar un fuego, claro que sí, pero no sabe cómo se reconstruye lo que está maldito. Por eso siempre tiene miedo y le salen hematomas espontáneos en el cuerpo y le duelen las tetas, le duelen muchísimo, y va por la vida como una zombi y se hace tortillita francesa de queso y cornflakes para cenar y piensa que es de lo poco que le ata a la vida y se pone ciega de pastillas y cree ver en todos los sitios al Predicador y pasa del coma al terror en un instante, pero no habla de ello porque parece haberse encomendado a San Juan Silenciero, el santo de la ermita del pueblo donde pasaba los veranos siendo cría, el lugar en el que la Abuela le contaba aquel cuento del castillo. Un día, en una rave, aparece la Perra y la Humana se la lleva a ese bajo-mazmorra en el que vive, y ambas parecen convertirse en las dos únicas supervivientes de una catástrofe, como aquel padre e hijo de La carretera de Cormac McCarthy. La Perra es un animal en celo. La Humana, un animal al que le han arrebatado el deseo. Ambas son las protagonistas de El celo (Alfaguara), la nueva novela de Sabina Urraca, una historia que nació hace unos años, en un parque.

“Estaba tirada con unos amigos en el césped del parque del Retiro, yo creo que de after o de resaca, hacía poco que había adoptado a mi perra Murcia y yo estaba absolutamente fascinada con ese vínculo tan fuerte y ese amor, pero cuando le vino el celo se volvió loca, no me había dado tiempo de castrarla y todo el rato venían perros. Había una amiga mía que estaba tumbada, guapísima, yo la recuerdo como una especie de Venus, se estaba morreando con uno de sus amantes y había como una nube erótica flotando en el ambiente, pero ella estaba, no sé, como agotada. Y entonces vino un perro y yo, que ya estaba harta de defender a mi perra, grité, dios mío, ¿cuándo se va a acabar esto del celo? Y ella dijo, ay, sí, por favor, ¿cuándo? Fue una escena brutal y dije, ok, aquí hay algo. Y luego, obviamente, se empezaron a cruzar otros temas”, explica la autora a este diario.

La domesticación y el deseo

Sabina Urraca arma una novela sobre el deseo y su domesticación, pero también sobre cómo (nos) contamos lo que vivimos a partir de la historia de una mujer que tarda 70 páginas en verbalizar una historia de dependencia y maltrato: “Yo fui a un grupo de mujeres maltratadas durante dos años y ahí pude observar mucho de todo esto. Mi historia no es la de la Humana, pero igualmente es muy difícil hablar y verbalizar todo eso que estás viviendo. Y me parecía importante contar este silencio porque la gente dice de una forma muy alegre ‘tu silencio no te salvará’ y parece que eres víctima de maltrato, escuchas esa frase y todo es fácil, llegas, hablas y ya está, todo se soluciona y el trauma se va reparando. Pero es complejísimo porque se lo cuentas a tu familia, a todo el mundo y ¿qué pasa? Que eso puede llegar a tu maltratador y puede tener unas consecuencias nefastas”.

Cuando tenía veinte o incluso treinta años había momentos muy jodidos, con curros de mierda [...] Sentía que no había esperanza en mi vida, que era muy difícil y me costaba mucho escribir. Y de pronto este año, hostia, he tenido muchísima suerte y estoy súper agradecida"

Periodista, novelista, ensayista y editora, Sabina Urraca (San Sebastián, 1984) creció en Tenerife y vive en Madrid desde hace 20 años. Dice que comenzó a tomar notas para este libro hace siete años, “como una loca, sin ningún tipo de estructura, cosa que no pienso volver a hacer en mi vida porque es insufrible, hubo cinco inicios y tres finales diferentes del libro”. Sobre las condiciones en que ha escrito esta novela tras Las niñas prodigio (2017) y Soñó con la chica que robaba un caballo (2021), Urraca explica que han sido muy distintas a cuando empezó en la literatura: “Cuando tenía veinte o incluso treinta años había momentos muy jodidos, con curros de mierda, yo he trabajado en unas cosas… Sentía que no había esperanza en mi vida, que era muy difícil y me costaba mucho escribir, que no podía. Y de pronto este año, hostia, he tenido muchísima suerte y estoy súper agradecida, no me lo creo”.

La autora trabajó en su novela gracias a la beca Leonardo que concede el BBVA y a la residencia de la librería Finestres de Barcelona y explica que, además de esa mejora en las condiciones de trabajo, también es la primera vez que apuesta por una escritura fragmentada que intercala tramas y saltos en el tiempo: “Me cuesta, pero me gusta mucho, y vivo absolutamente obsesionada con Lina Meruane. Mi novela de cabecera, aunque no tiene nada que ver con El celo, es Sistema nervioso. Y ha sido difícil porque yo nunca había tenido que hacer un esquema de pared y nunca me había pasado que se me olvidaran las cosas que ya había contado en el libro. Algunas veces repetía algo que ya había contado en el capítulo dos, pero es que yo ya iba por el ocho”.

P. La gran idea de la novela es la domesticación, entendida de distintas maneras

R. Es la domesticación no solo de los animales, sino nuestra propia auto domesticación, la domesticación de una persona a otra, o de toda una sociedad. Me interesaba hablar del celo, de la animalidad de las personas y de cómo muchas veces hacemos cosas llevadas por fuerzas que no son humanas, no son fuerzas que nos hayan enseñado para socializar como humanos, pero nos movemos por ellas. Y no solo hablo de lo hormonal, lo sexual, sino también de la violencia presente en la vida, en las relaciones familiares, el sentimiento de pertenencia al grupo, el rechazo al diferente… Todas estas cosas son comportamientos muy animales. Las mujeres maltratadas son como estas manadas de animales que abandonan al que está enfermo. Estas mujeres están muy solas y se juntan, aunque no tienen nada que ver entre ellas, porque realmente no tienen un lugar, y aunque tengan gente, no las van a entender. De hecho, es gente que se desespera. Mecha, por ejemplo, vuelve una y otra vez con su maltratador y su prima le dice, amiga, aquí ya no te vas a quedar más, yo ya no te voy a ayudar más porque esto es muy importante. Ayudar a una víctima es súper difícil, algunas veces imposible, ¿sabes?

Él al principio es majo, una persona cautivadora. Pero porque dentro de cada persona hay una persona majísima, una persona cautivadora, una persona terrible, todos llevamos todo eso en diferentes medidas, como si nos habitasen muchos personajes"

P. La novela habla de ese vínculo entre violencia y deseo sexual, una relación que impide a algunas mujeres salir de ese infierno, como le sucede a Mecha, que vuelve con su maltratador porque “como me folla él no me va a follar nadie más en mi puta vida”

R. Este es el tema y esto no se habla porque se suele ofrecer una visión muy sesgada, un relato para tranquilizar a todo el mundo. Se supone que una víctima de maltrato ha sido despojada de todo, está siempre asustada y que, por supuesto, lo único que hace es huir de su maltratador. Tendemos tanto a categorizar últimamente y a mí me ha pasado con este libro que me dicen que esto es raro porque él es majo. Y sí, al principio es majo, es una persona cautivadora. Claro. Pero porque dentro de cada persona hay una persona majísima, una persona cautivadora, una persona terrible, todos llevamos todo eso en diferentes medidas, como si habitasen muchos personajes dentro de nosotros y se combinasen para bailar. Y me interesaba muchísimo mostrar a mujeres maltratadas que piden ayuda y que vuelven con su maltratador por miedo, por deseo… Pero no estoy intentando hacer un retrato de lo que es la violencia de género ni de cómo son las víctimas. Estos son mis personajes y los he creado yo para que interactúen entre ellos. No son para ejemplificar nada, que esto me parece importante. No necesitas ir a un grupo de mujeres maltratadas y observarlas para darte cuenta de esto. ¿No has tenido amigos y amigas que les trata fatal su pareja, les hace mierda, vienen llorando y vuelven, y vuelven, y vuelven? ¿No lo hemos hecho todos muchas veces? Pues ya está.

Sabina Urraca acaba de publicar 'El Celo' (Alfaguara)

Sabina y Murcia. Urraca acaba de publicar 'El Celo' (Alfaguara) / Laura C. Vela

P. Hay varias cosas que impugna El celo. Una de ellas es el relato de la sororidad y aquí hay un ‘hermana, yo no te creo’

R. Es muy difícil, y sé lo que digo, ayudar a una víctima de maltrato, de violencia de género. Igual es que es difícil ayudar a una persona que está sufriendo acoso en el trabajo, porque hay una complejidad y muchísimos factores externos. Yo entiendo ese ‘hermana, yo no te creo’.

P. También hay una madre que dice ‘hija, pareces tonta’

R. El personaje de la madre de la humana no es mala madre, es una mujer que es que está en un momentazo, se acaba de jubilar y está viviendo un asalvajamiento total de su cuerpo, de su vida, se ha hecho unas amigas geniales y se va por ahí, está súper morena, súper fibrada. Y, de repente, viene su hija hecha una baba y ella le dice, hija, anímate. Yo estaba escribiendo este libro y salió la canción de Rigoberta Bandini, Mamá, y me gusta mucho ella, pero me irritaba esa idea de ‘tú siempre tienes caldo en la nevera, tú puedes acabar con todas las guerras…’ La canción cuenta una buena historia y me parece bien, pero es que puede que las madres no tengan caldo en la nevera ni acaben con todas las guerras, sino que incluso puedan provocarlas.

Me interesaba mucho mostrar a una mujer que ha tenido la suerte de no tener traumas en ese sentido, que está a tope y que controla absolutamente su cuerpo porque sabía que luego el robo que iba a sufrir de su sexualidad iba a ser más bestia en ese sentido"

P. Sus personajes no dicen braguitas, sino bragas. Dicen tetas y coño. No tienen orgasmos, sino que se corren.

R. Reconozco que no es fácil de escribir. Me cuesta escribir las escenas sexuales. Pienso, ¿está claro lo que está pasando? Sobre todo cuando, en este caso, son relaciones sexuales y está sucediendo algo más oscuro por debajo. A mí me parecía súper importante crear un personaje hipersexual inicialmente porque el pasado de la Humana es que ha sido... magia. Ella tiene un poder sobre su cuerpo espectacular, se corre sin tocarse, solo tiene que cerrar los ojos y puede hacerlo en cualquier lado. Por alguna razón tiene un poder bestial sobre sí misma y lo vive de una forma muy desprejuiciada, a pesar de que su madre se asusta ante las tetas gigantes y obscenas de la Humana, en cuanto las tetas empiezan a ser fuente de placer, la Humana dice, yo aquí estoy genial, ¿no? Me interesaba mucho mostrar a una mujer que ha tenido la suerte de no tener traumas en ese sentido, que está a tope y que controla absolutamente su cuerpo porque sabía que luego el robo que iba a sufrir de su sexualidad por parte del Predicador iba a ser más bestia en ese sentido. El Predicador la ve y dice: yo quiero eso que ella tiene, y es lo que le roba.

P. Los cuentos tienen muchísima importancia en la novela y eso tiene que ver, creo, con la idea de cómo contamos y nos contamos una relación de maltrato, y con esa otra idea en torno a lo que creemos, y ahí aparecen los cuentos de la Abuela, que generan un imaginario oscuro, de peligro…

R. He mezclado un poco de todo. La historia del hombre que se come una cabra entera en una apuesta y se muere no sé si es real, pero se cuenta en mi familia, y me gustaba tanto esa historia que tenía que meterla en el libro como fuera. Salvo el cuento del castillo, que sí que es una invención y una metáfora del grupo de terapia, hay cuentos que me han contado mi padre, mi abuela… A mí me gusta escribir y me gusta leer porque antes de todo eso me contaban historias, historias familiares que se mezclaban con ficción, fantasía... Lo paranormal está muy presente en mi familia, sobre todo en mi familia vasca, pero también en la canaria, y hay muchísimas cosas de realismo mágico muy propias de las islas. Y me pasa como a la Humana, que al haber aprehendido estos cuentos de una forma tan bestial como que colocas los sucesos de la vida en una narrativa similar a la de un cuento. Entonces, claro, estamos hablando ahora y se golpea una paloma contra la ventana [eso sucede durante la entrevista] y yo enseguida lo conecto con otras cosas, lo meto en una narrativa y le doy una explicación. Y esto me trae mucha felicidad, pero en momentos jodidos de mi vida ha sido un problema.

P. ¿Por qué?

R. Porque algunas veces es peligroso contarse todo en una narrativa de este tipo, ves símbolos en todos lados. Es un poco como si te estuvieras volviendo loca. La Humana lo ve a él en todos sitios o si alguien menciona su nombre, aunque sea referido a otra persona, se pone nerviosa. A mí me pasan algunas cosas de estas. Se golpea una paloma contra la ventana y pienso en la última vez que vi un pájaro muerto y recuerdo perfectamente las tres últimas experiencias que he tenido con pájaros muertos. Todo esto entra un poco en el terreno de lo mágico, pero si estás muy metida en una visión literaria de la vida, algunas veces puedes vivir aterrorizada, sintiendo que algo terrible está a punto de suceder.

P. ¿De ahí que en la novela convierta la violencia machista en una maldición?

R. Es que me parece muy parecido. O sea, mucha gente piensa que la violencia machista es que tengas miedo de que vengan a pegarte una paliza o a matarte. Y por supuesto que es eso, pero hay muchísimas otras cosas. Y en la novela yo digo que están todas ahí hablando (en las sesiones de grupo) y a sus maltratadores los tienen sentaditos dentro, en un pliegue en el cerebro. O sea, por mucho que huyan, cuando ellas preguntan ¿qué te da más miedo, que tu maltratador esté vivo o que esté muerto? La Humana dice: yo lo temería más muerto. Wendy también lo teme muerto, Mecha dice pero qué gilipolleces estáis hablando y la Vieja dice que está deseando que el suyo se muera. En muchos casos, aunque la experiencia del maltrato desaparezca, el trauma y la sensación física, las reacciones corporales y fisiológicas asociadas al trauma pueden durar toda la vida. Lo llevas encima como una maldición y muchas mujeres tienen miedo de hablar no porque les vaya a pasar nada malo si hablan, que también, sino por esta especie de superstición, este miedo, este sentir que si lo convocas, lo invocas. A mí me interesa mucho lo paranormal, la magia, y ahí yo dije, hostia, estas mujeres lo que tienen es una maldición. Una maldición como de cuento. Pero incluso si no te gustan los cuentos y pasas de visiones mágicas de la vida, es terrible, es escalofriante lo mucho que se parece.