Cuesta creer que Mauricio Kartun se incluya en esta frase: "El gran problema frente a la escritura es el miedo. Todos lo tenemos", dice. También explica que "la escritura no viene necesariamente del manejo previo de una técnica, sino, en principio, de la administración solvente de algunas energías". El dramaturgo y director compartirá algunos de estos tips en un seminario (llamado "Clases magistrales. Dramaturgia de emergencia") que brindará este lunes, martes y miércoles, de 18 a 21, en Caras y Caretas (Sarmiento 2037), para el cual está abierta la inscripción (en www.alternativa.ar). Por otro lado, los sábados, puede verse en el Centro Cultural de la Cooperación La vis cómica, que va por su quinta temporada y adquiere nuevas resonancias en el contexto actual.

Miedo y deseo, la adaptación a nuevos formatos, el momento social, político y económico son algunos de los temas que aparecen en la entrevista con Página/12, que ocurre en el departamento del artista en Villa Crespo. A un costado, en el living --lleno de libros, libretas donde anota imágenes, carteles antiguos, estatuillas, muñecos-- está el sillón donde juega con las palabras. Afuera, en el balcón, bastante grande, están sus plantas, de las que habla embelesado, por ejemplo una de lima que se utiliza para tragos que comparte con los elencos. "Aceptar el tiempo de la naturaleza es darle a la escritura los tiempos de la naturaleza: no apurarla. Salir a mirar cómo están mis ajíes, meter la mano en la tierra, crear compost, armar plantitas me pone analógicamente en este otro tiempo de escritura. Cuando entro en vorágine, cuando me pongo 'celular', virtual, me pongo fugaz. La fugacidad no se lleva bien con la escritura", define.

Con actuaciones de Horacio Roca, Luis Campos, Cutuli y Stella Galazzi y cinco premios ACE a cuestas, la notable La vis cómica muestra el devenir de la compañía teatral de Angulo el malo, que desembarca en una Buenos Aires virreinal en busca de nuevas plazas para su repertorio. Rápidamente los artistas advierten que el único espacio para desarrollar algún tipo de arte está cooptado por el poder de turno y que otro elenco acapara la tolerancia del Cabildo. Kartun retoma personajes de la obra de Miguel de Cervantes: del Quijote, a la compañía y a su director, y de El coloquio de los perros a Berganza, un perro que habla. Tras su estreno en el CTBA, dos temporadas en Caras y Caretas y una primera temporada en la sala mayor del CCC, el espectáculo volvió en marzo a Corrientes 1543, donde se presenta los sábados a las 19.30. 

-¿En qué consiste la propuesta del seminario?
-Es un seminario que hago desde la pandemia todos los años. Es un formato encontrado azarosamente en pandemia, trabajar un curso intensivo en una sala muy grande. En aquél momento tenía que ver con las distancias y los espacios amplios. Me di cuenta de que creaba una energía muy poderosa esto de juntar a 200 personas en una sala, durante tres días, haciendo el esfuerzo de condensar toda la propuesta metodológica con la que vengo trabajando, desde la pregunta de qué es lo indispensable para escribir. El gran problema frente a la escritura es el miedo. Todos tenemos el mismo miedo. Escribir mal y leerse es como bailar mal y mirarse a un espejo. Uno prefiere no hacerlo en el riesgo de después sentirse mal frente al resultado. La escritura no viene necesariamente del manejo previo de una técnica, sino en principio de la administración solvente de algunas energías. No tiene ningún sentido incorporar técnica si no hay deseo. Trabajamos en principio sobre esas energías y después sobre elementos técnicos que hacen a la escritura teatral pero que pueden ser aplicadas a cualquier otra escritura de ficción, como composición de personajes, manejo de la acción, composición de la escritura.

-"Todos tenemos miedo", dijiste. ¿Seguís teniendo miedo?
-Siempre. Por supuesto, con los años se manifiesta de otras formas. Lo que uno encuentra son mediaciones frente al miedo, no actos de audacia salvaje. Las mediaciones, en general, las producen el tiempo y el corregir. El gran aliado contra el miedo a la escritura es la seguridad de que todo lo que escriba mal a la noche lo corregiré a la mañana.

-A la noche con el vinito...
-A la noche con el vinito, a la mañana con el mate (risas). Esa es exactamente la dialéctica del escritor. Entender la mediación del tiempo y la corrección. Aceptar la escritura como un juego en el cual una frase puede cambiar diez veces hasta que suene. Muchas veces tiene que ver con algo hasta coreográfico: me salió el paso. Ahora estoy borroneando un cuento. Recién viste sobre la mesa del comedor un libro de Kawabata (Historias en la palma de la mano), de cuentos cortos. Lo leí y dije "¿cómo hace este tipo para conseguir, en tan poco espacio, algo tan significativo?". Me lo tomé como un desafío, escribir un relato corto, de una carilla y media. He escrito relatos. El año que viene sale un libro con relatos, pero no breves. Yo soy larguero. Me cuelgo. Empecé hace tres días a hacer la prueba. Trabajo mucho con una metodología que le afané a García Márquez, que decía que escribía obsesivamente la primera página de un cuento, a veces durante semanas, hasta que sonaba. Y que cuando sonaba simplemente lo que quedaba era seguir la melodía y terminarlo. En esto que empecé hace un par de días la frase inicial creo que ha cambiado 20 veces... Como trabajo mucho con lo coloquial no me importa tanto la construcción correcta sino la musicalidad. Entonces me levanto, abro el texto, de pronto "no, no es así". Y me pongo a jugar. Hoy a la mañana, antes de leer los diarios, ya jugué durante 20 minutos con esa primera frase.

-Hablaste del deseo. Siempre se te ve como un artista muy deseante respecto de lo que hace. ¿Cuál es tu relación con él?
-Por supuesto hay un aprendizaje en carne propia y la mayoría de las veces en carne viva. Con ardores en el mejor de los casos y con supuraciones en otros. Cuando empecé a ocupar un pequeño lugar en la dramaturgia me surgieron trabajos profesionales por encargo. Esos trabajos sobre los que uno no tiene ningún deseo pero que acepta por necesidad económica, de prestigio, necesidades narcisísticas. Escribí guiones cinematográficos por encargo, adaptaciones para teatros oficiales que no me salieron y tuve que confesar el fracaso... Al principio yo no entendía por qué no podía escribir eso y sí otras cosas. Después descubrí que era por el deseo. Hay algo donde yo voy caminando y mi cabeza está funcionando en qué es lo que voy a escribir cuando llegue a casa. Es como cuando pensás "ahora llego a casa y me abro una lata de cerveza, me pongo dos pedazos de queso en el pan que me quedó en el freezer, le doy una calentadita". Y venís en el subte media hora pensando en el olor del pancito tostado y del queso y la cerveza. Después viene lo otro: "bueno, a las cuatro de la tarde me tengo que sentar a escribir algo que establecí por un encargo, por una necesidad". Ahí es donde uno empieza a decir "me cago en mi narcisismo, mi debilidad económica, en todo aquello que me lleva a escribir sin deseo". En todo caso, si de esto hay una moraleja, es la de la necesidad del deseo, de dónde la tomamos y cómo se manifiesta. Allanada la parte del deseo, ya está en marcha lo erótico, lo vivo, lo reproductivo. Ahora tengo que ver cómo hago para que toda esa energía no se desparrame. Una cosa es un río donde el agua corre por un cauce y otra cosa es un chorro en el medio del campo, donde la tierra se toma el agua o en el mejor de los casos el agua se transforma en un bañado o lagunita. Cómo hacer para que eso corra.

-¿Inventarse nuevos desafíos, como el de Kawabata, sostiene el deseo?
-Pero convengamos también una cosa. En este contexto te pisa la aplanadora si no entendés el fenómeno de los nuevos formatos. Alguna gente dice, sobre mi novela (Salo solo, Alfaguara, 2023) "qué encantador que a su edad Kartun probó un nuevo género y se volvió novelista". Y yo digo "¡no! ¿Sabés qué fue? Estábamos encerrados en pandemia y empecé a escribir relatos cómicos de un personaje que me hacía reír mucho a mí, y los publicaba en redes sociales". Mi novela fue resultado de un experimento en nuevos soportes. Este deseo también es el deseo, dirían en el barrio, de estar pillo. Tenés que estar despierto porque los viejos formatos se empiezan a poner anacrónicos, por un lado esto pensado desde el punto de vista negativo. Desde el punto de vista positivo aparecen nuevos formatos baratos, fáciles, accesibles, que desafían a tu creatividad para hacer conversión de norma. Otro proyecto que tengo muy desarrollado son dos monólogos que pueden ser representados como tal pero también pueden ser publicados como narrativa. Estoy dando vuelta a distintos formatos posibles, como podcast, pero ahora descubrí la hipótesis del videocast: podcast con imagen. Entonces empecé a pensar qué agrega. Me pongo la compu, pongo la camarita y pruebo. Los resultados hasta ahora me deprimen, sin embargo lo estoy investigando. Donde hay demanda hay oferta. Depende de uno darle dignidad a la oferta. Trabajo de manera interesada. No soy simplemente un experimentado.

-No parecerías necesitar ya mismo de la adaptación. La vis cómica en su quinta temporada llena la sala, en un contexto de recorte de consumos culturales.
-Es cierto. Las entradas tienen un valor accesible y el público se las sabe rebuscar siempre para encontrar algunos 2 x 1 que andan dando vueltas. Estamos felices y agradecidos por ese fenómeno. Me estaba diciendo gente de la asociación de productores que el fenómeno en este momento es que el público se concentra en pocos espectáculos que tienen una crítica ya asentada. No corre riesgos. Yo siempre sostuve que el público de teatro era como los pescadores, que les gustaba ir a un recodo del río y probar, y si en cambio de sacar un gran dorado sacaban una mojarrita, no importa, la semana que viene vendrá el dorado. Hoy ya cuesta mucho sacar mojarritas. Es demasiado caro. 

-¿Notás cambios en cómo la obra resuena ahora, en relación al contexto?
-Sin duda. A veces nosotros perdemos de vista, en la hipótesis de cierta fugacidad que tiene el teatro, que toda obra de arte no es otra cosa que una proyección sobre la realidad. Cuando una obra está, como esta, cinco años en cartel, o nos pasó con Terrenal que estuvo nueve, el cambio de contexto va creando nuevas resonancias y significados que el público en la espontaneidad de la reflexión atribuye a cierta contemporaneidad de la escritura que en realidad no es otra cosa que una casualidad. Por ejemplo, la obra termina con un histrión que habla con un perro. Es inevitable que hoy cualquiera que hable con un perro sea comparado con un personaje de la política. El fenómeno de los artistas que se degradan frente al poder para conseguir un trabajo, un lugar, o simplemente para ser respetados y poder entrar en la corte no sonaba igual hace dos años. Andamos mucho de gira. Nos resulta apasionante ver cómo resuena la obra en otros países. Termina con un perro que viaja a ser artista de circo a Uruguay. Por supuesto, en Montevideo tomó un valor diferente eso, parecía "Kartun la arregló, sabía que venía a trabajar al Solís, qué turro".  En Colombia o Venezuela hablar de la política por supuesto supone la proyección de modelos muy diferentes a los que vivimos nosotros. O, por ejemplo, hay una resonancia incorrecta de ciertos chistes sobre los esclavos negros en países donde mantienen una tradición y orgullo muy grande de la condición de esclavos de sus ancestros. Este fenómeno es precioso, poder palpitar desde adentro. Una de las grandes ventajas de los dramaturgos que dirigimos es que vemos lo que escribimos en el acto mismo de la recepción.

-La obra pone en primer plano la relación entre arte y poder. ¿Qué pensás sobre los ataques a artistas por parte del Presidente, y sobre la situación que atraviesan los organismos de la cultura?
-El ataque a los artistas tiene que ver simplemente con una relación paranoica: aquel que me critica me ataca entonces lo ataco. Hay algo ahí desmesurado. El resto tiene que ver con una especie de paquete en el que se ha puesto a todo aquello que se considera, injustamente, superfluo. Aquello que resulta prescindible haciendo una reducción bruta e ingenua de la vida a trabajar y comer. Se piensa al sistema como una máquina. La gente es engranaje. Entonces la educación, el arte, el entretenimiento, la diversión, la fiesta, lo que en términos de pensamiento llamaríamos lo sagrado, pasa al campo de lo superfluo. Lo único que vale es lo profano: trabajo y producción. Es tan fuerte la hipótesis cultural que alguien hasta podría creer que el sentido de la vida es trabajar y comer, sin entender que es simplemente un medio para pasarla bien, que es lo único que importa en la vida, con tus amores, en tus fiestas, en el placer que te da el epifenómeno del arte, el entretenimiento, la ficción. Se pone el medio como fin. En ese medio como fin, el arte no ocupa lugar en la estantería.


Historias e historietas

"Esta situación es extraña. Como todo lo que uno ve de muy cerca corre el riesgo de naturalizarla. A veces está bueno reflejarnos en la mirada de la prensa extranjera, en cualquiera que mire esta realidad desorbitado. Cuando mirás desde cierta distancia te das cuenta de que se ha construido una especie de borracheras de egolatría que han ido deformando la realidad a niveles de historieta", dice Kartun.
-¿Qué quiere decir esto?
-Hoy nuestra historia se parece más a una historieta que a la historia. Y los personajes entran en caricaturas desorbitadas porque no se proponen ser reales sino verosímiles. La Argentina se ha transformado en el trencito de la alegría, llena de grandes mascarones que entran en una especie de enorme borrachera de egolatría en la que lo único que importa es aquello que piensan y lo defienden sin ninguna base que no sea su propia convicción y egolatría. Ponen el trencito a 150 kilómetros por hora por Panamericana. El gran kilombo es que nosotros estamos arriba. Si no entendemos que no alcanza con ponerse los cinturones de seguridad, si no nos damos cuenta de que efectivamente tenemos que ser aquellos que convenzan a la realidad de dar un giro, nos la ponemos. Basta mirar números para darse cuenta. Es casi patético que el Gobierno planteé un superavit mentiroso, de ficción, que no pueden ni siquiera creérselo ellos porque no es otra cosa que el superávit producido por el dinero que no se les ha pagado a los jubilados más todas las deudas que no se pagaron más la reducción de acciones del Estado que antes beneficiaban a alguien y ahora a nadie. Simplemente para que te den los números es: produzco una extraordinaria infelicidad en millones de personas para que cierren los números en la hipótesis de que simplemente bajar la inflación es un milagro que producirá algún tipo de felicidad. Este gobierno muestra claramente que no está dispuesto a hacer de ese superávit un capital de disfrute sino simplemente uno de nuevas inversiones. Saquémonos los cinturones de seguridad y manifestemos.
-¿De qué modo?
-En la cola del banco, escribiendo, en un medio, una plaza. Manifestemos la presencia de la sensatez de la historia frente a la libertad irrestricta de la historieta. En la historieta Superman vuela y salva una torre que se está cayendo. Pero en la historia las torres caen y no hay Superman. 


El teatro en riesgo

-En la Ley Bases vuelve a estar en riesgo el Instituto Nacional del Teatro. ¿Qué pensás de esta nueva amenaza?
-Tenemos que defender la posibilidad de que no sea desguazado, de que no desaparezca como mecanismo, porque lo difícil sería volver a construirlo luego. Estos gobiernos traen propuestas que a lo pocos años muestran su crisis y reclaman de nuevas formas porque son insostenibles. Si se lo desfinancia dependerá de nosotros la exigencia que podamos hacer de presupuesto y demás. Debemos tomarlo como algo ilegal, porque existe una ley. ¿Las leyes se pueden derogar? Sí, perfecto, pero deberán encontrar argumentos tan fuertes como aquellos con los que fueron creadas. Derogar esa ley es mandar a la pobreza a mucha gente que trabaja gracias a los medios de producción que produce el instituto. Esos préstamos, subsidios, ayudas, formaciones son las que crean la energía para que el teatro independiente pueda sostenerse.