Letizia y Felipe, 20 años después

Canela fina

Letizia y Felipe, 20 años después

«Tras 20 años de un matrimonio ejemplar con una Reina impecable, Felipe VI garantiza la neutralidad en la Jefatura del Estado»

«Este matrimonio no durará seis meses», escribió un conocido cronista del corazón. Y un par de años después afirmó: «Letizia nunca llegará a ser Reina, el matrimonio se ha cargado la Monarquía». Y bien. Doña Letizia fue una admirable Princesa de Asturias y ha sido y es una Reina impecable. La Historia no se escribe desde las vísceras ni desde la hostilidad personal. Don Felipe supo desde muy joven que en los matrimonios de la realeza las cosas habían cambiado, que la opinión pública no creía en los albores del siglo XXI en la razón de Estado, que el pueblo exigía que el matrimonio del Príncipe heredero se basara en el amor. Tiempos nuevos. Don Felipe decidió casarse por amor, sabiendo que su mujer debería reunir además las condiciones necesarias para desempeñar el papel de Reina.

Acudieron a la catedral de la Almudena profundamente enamorados. Don Felipe conocía muy bien las cualidades de Doña Letizia. Destacaba en ella la bondad, la solidaridad con los desfavorecidos, el sano sentido del humor, la inteligencia, la vasta cultura, la responsabilidad en el trabajo, la elegancia y la delicada belleza. No se equivocó el Príncipe de Asturias. Doña Letizia ha sido y es una Reina impecable que se ha ganado el cariño del pueblo español. Y que ha sabido educar a dos hijas que encantan a toda España.

Me gustaría encontrar defectos a la pareja porque, según Beaumarchais «Sans la liberté de blâmer, il n’est point d’éloge flatteur». Tanto Don Felipe como Doña Letizia habrán cometido equivocaciones y tendrán defectos. Si yo los conociera los señalaría inmediatamente. Antes que nada, soy periodista Nunca he sido ni juancarlista ni felipista. Soy monárquico desde los 16 años porque las Monarquías parlamentarias encabezan las naciones políticamente más libres del mundo, socialmente más justas, económicamente más desarrolladas, culturalmente más progresistas. La ciencia política acepta que la neutralidad en la Jefatura del Estado en un sistema parlamentario la garantiza generalmente mejor un Rey elegido por el sufragio universal de los siglos que un presidente designado por un partido político.

Me llena de satisfacción, en fin, contemplar ahora el acierto de Felipe VI que, en medio de los acosos y las insidias, mantiene el amor en el matrimonio y la neutralidad en la Jefatura del Estado.