Permaneced en mí | Oración y Liturgia

Hoy nuestra diócesis se viste de fiesta porque celebra la solemnidad de san Isidro Labrador, nuestro santo patrón. Hoy en nuestra celebración agradezcamos la vida de tantos hombres y mujeres que dedican su vida y lo han hecho a lo largo de la historia para sacar de la tierra lo que necesitamos para vivir. San Isidro obedeció al mandato de Dios desde la creación: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento» (Gn 1,27-29). San Isidro junto a su esposa santa María de la Cabeza hicieron de su vocación al trabajo agrícola una consagración de la acción humana al Reino de Dios. Se subraya de su vida un cuidado profundo a su relación con Dios, al cuidado de la vida espiritual, junto con una obra caritativa que florece en innumerables milagros que hizo por el bien de sus hermanos.

El evangelio nos invita a la permanencia en el amor de Dios. Permanecer es quedarse, es dedicar tiempo, es prestar atención a la acción de Dios en nuestras vidas. La imagen de los sarmientos unidos a la vid es muy gráfica. Mientras estemos cerca de los canales por donde circula la vida, nuestra salud y nuestra alegría está garantizado. Pero si nos rompemos, si nos alejamos, si nos separamos, nos quedamos secos y muertos. Como el cordón umbilical nutre al bebé en gestación, la vida plena nos llega a través de la unión con Dios. Cortar esa comunicación de vida tiene consecuencias terribles tanto para el bebé como para la madre. Nuestra ruptura respecto a Dios provocada por nuestra autosuficiencia y soberbia llena de muerte todas nuestras relaciones y tiene consecuencias globales a nivel personal, familiar y social.

San Isidro desde su sencillez se convierte en maestro para integrar vida profesional y seguimiento de Cristo. Concilió de una manera luminosa su vida temporal y eterna. San Isidro ruega por nuestra diócesis de Madrid y cuida a todos los que en ella vivimos, amamos, y construimos una sociedad llamada a ser cada vez más fraterna y humana.