"Un crimen brutal que alargó la agonía de una familia durante años", por Mayka Navarro

"El asesinato de Manuela Chavero: un crimen brutal que alargó la agonía de una familia durante años"

MAYKA NAVARRO
Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

La noche que desapareció, Manuela había quedado con su presunto asesino para devolverle una cuna. Se dejó el móvil en casa y la tele encendida pensando que volvería pronto. Tardaron cuatro años en encontrar su cuerpo y ocho años más para que llegue el juicio. La Audiencia Provincial de Badajoz acoge desde el lunes 13 de mayo el juicio contra el único acusado de violar, matar y enterrar el cuerpo de Manuela Chavero, la vecina de la localidad de Monesterio, en Badajoz, que desapareció misteriosamente la madrugada del 5 de julio de 2016. Tras cuatro años de búsqueda intensa por parte de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, sus restos fueron encontrados, enterrados y con signos de una brutal violencia que después confirmó la autopsia. Su vecino Eugenio Delgado se sienta solo en la silla de los acusados. La Fiscalía y la familia de la mujer piden la prisión permanente revisable, asegurando que fue agredida sexualmente antes de morir. Aunque no será nada fácil probarlo en el juicio. La prisión permanente revisable en una condena por asesinato solo se puede aplicar cuando hay una agresión sexual previa, cuando la víctima es menor o especialmente vulnerable o cuando se producen varias muertes en el marco de una organización criminal. 

Un callejón sin salida 

Manuela Chavero tenía 42 años y era vecina de un pequeño municipio extremeño de apenas 4.000 habitantes donde prácticamente todos se conocen por el nombre. Su desaparición coincidió en el tiempo con la de Diana Quer en Galicia; y el caso de la joven madrileña acaparó toda la atención mediática, dejando la búsqueda de Manuela en un segundo plano en los medios, para desesperación de una familia en la que la hermana, Emilia Chavero, ejerció de portavoz tenaz y comprometida hasta hoy. Una familia que se ha deshecho en elogios a unos investigadores que durante los dos primeros años tuvieron la sensación de estar en un callejón sin salida y a que Manuela se la había literalmente tragado la tierra. Pero no pararon hasta dar con el hilo que finalmente llevó hasta el hombre que ahora se juzga. 

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Signos de paliza 

En el juicio contra el presunto agresor sexual y asesino de Manuela Chavero, la familia de la víctima defenderá un informe elaborado por la sección de análisis del comportamiento delictivo de la Guardia Civil que describe los comportamientos sexuales del acusado. “Presenta rasgos disfuncionales de personalidad y un trastorno por sadismo sexual”, aseguran los especialistas. El informe servirá para explicar a los miembros del jurado popular que Eugenio Delgado violó con sadismo a Manuela antes de matarla. Entre algunas evidencias que se han empleado para dibujar ese perfil se apuntan varias conversaciones con mujeres que encontró la Guardia Civil cuando inspeccionó su teléfono móvil. A diferencia de Diana Quer a la que los investigadores localizaron 497 días después en un pozo de agua, los restos mortales de Manuela Chavero, envueltos en una sábana, no aparecieron hasta septiembre de 2020, más de cuatro años después de su desaparición. Ya no quedaban partes blandas, solamente huesos con los que los forenses no pudieron determinar si hubo previamente una agresión sexual. Tras cuatro años bajo tierra, lo único que se pudo acreditar en la autopsia es que la mujer tenía rota la nariz y las cuencas de los ojos; le habían arrancado varios dientes y presentaba varias costillas rotas. Signos compatibles con una paliza, pero no suficientes para acreditar la agresión sexual. 

La UCO de la Guardia Civil revisó una y otra vez las declaraciones que en el tiempo realizaron a los vecinos de Monesterio que habían tenido algún tipo de relación con la víctima, o que vivían cerca de su casa. Y en ese trabajo de releer tratando de descubrir algún detalle nuevo que se les hubiera pasado, recayeron nuevamente en las contradicciones que Eugenio Delgado había realizado en sus dos declaraciones, separadas más de doce meses entre una y otra. La primera vez aseguró no conocer de nada a Manuela, apenas de vista, mientras que en la segunda admitió haberla visto una docena de veces. 

La trampa a delgado 

No tenían nada que perder, la investigación parecía haber llegado a un punto muerto, y la UCO aprovechó que al hombre se le detuvo por el robo de material de la construcción para intervenirle el teléfono móvil y realizar un volcado de su contenido. Allí descubrieron no solo conversaciones con otras mujeres a las que maltrataba y material de pornografía sádica y especialmente violenta contra las mujeres. Esos detalles encendieron las alarmas. Siempre con la tutela del juez que dirigió la instrucción, la Guardia Civil decidió realizar un nuevo registro en la vivienda, con la mirada puesta en la reacción del que ya se había convertido en el principal sospechoso. Y el cebo funcionó porque en ese momento, Eugenio Delgado había volcado su confianza en un hombre que se había convertido en buen amigo pero que en realidad se trataba de un guardia civil infiltrado. En esos días, el sospechoso empezó a hablarle de Manuela. Tras su detención, Delgado no tardó en indicar a los investigadores el lugar en el que había enterrado los restos de Manuela, advirtiendo varios días después del hallazgo, que si identificaban restos de semen con su ADN era porque la noche de su desaparición había mantenido relaciones sexuales consentidas con la mujer.  

La versión del acusado 

Desde su detención, el hombre sostiene que la noche en la que desapareció Manuela vio que tenía la luz encendida en casa y aprovechó para acercarse y recordarle que tenía que devolverle una cuna de bebé que le había prestado hacía tiempo. Esa noche Manuela salió de su casa con la certeza de que iba a regresar pronto. No se llevó la cartera, ni el teléfono móvil y dejó la televisión encendida. Durante estos cuatro años ha tenido tiempo en pensar y armar su coartada y pide su absolución. Insiste el acusado que estando ya en casa de la víctima, en el momento de sacar la cuna, Manuela estaba de espaldas a la puerta de la habitación y empezaron a discutir porque la cuna tenía varios desperfectos. Y que en ese momento Manuela tropezó y se dio un golpe en la nuca que la mató en el acto. Asustado y temiendo que le acusaran de haberla asesinado, decidió enterrar su cuerpo. El acusado fue arrestado el 17 de septiembre de 2020 y desde entonces está en prisión provisional. La Fiscalía le acusa de un delito de asesinato con alevosía y para evitar el descubrimiento de un delito contra la libertad sexual. Pide la prisión permanente revisable y que en caso de que algún día salga de prisión tenga que pasar diez años sin poder volver a Monesterio.

La acusación que ejercen la hermana y los padres de la víctima piden 20 años de prisión por un delito de detención ilegal y la prisión permanente revisable por un delito de asesinato con ensañamiento y alevosía con intención de ocultar otro delito contra la libertad sexual. Además, le acusan de tres delitos de lesiones psíquicas o, subsidiariamente, tres delitos contra la integridad moral por si no admitieran las lesiones. Emilia Chavero recordó con impotencia en el programa ‘Vamos a Ver’ de Telecinco cómo durante los durísimos años de búsqueda en las que nunca perdió la esperanza de encontrar a Manuela con vida, su familia convivió con el presunto asesino: “Cuando me hablaba, nunca me miraba a los ojos”. 

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