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Cartas desde Alemania

- Ricardo Bada - Sunday, 12 May 2024 19:41 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
¡Ay, Portugal, por qué te quiero tanto!

 

Mi mujer, nuestros tres hijos y yo estuvimos en España, vale decir en Huelva, seis semanas entre abril y mayo del ’74: fueron la última posibilidad de tomar vacaciones todos juntos por un largo período. Al regresar a Colonia, en Alemania, la hija mayor, Rebeca, entraría a la escuela, y desde entonces nuestras vacaciones se regirían por acuerdos entre los padres con hijos escolarizados que trabajábamos en la misma redacción de la Deutsche Welle (la BBC alemana).

Pensábamos pasar esas semanas en casa de mis padres, pero antes de volar a España recibí una carta desde Huelva, de mi amigo Paco Sánchez, y en ella ponía a nuestra disposición la casita con jardín que él y su mujer poseían en Punta Umbría. Punta es una de las más hermosas playas de nuestro litoral, cerrado como entre paréntesis por las desembocaduras del Guadalquivir, limítrofe con Cádiz y el Guadiana, fronteriza con Portugal. De las ocho provincias andaluzas, Huelva es la única cien por ciento atlántica. Quizás estaba escrito en las estrellas que de nuestro Puerto de Palos partiesen las tres carabelas de Colón, el 3/VIII/1492.

Llegamos a Huelva, un par de días después nos mudamos a Punta y, ya alojados en la casita de Paco, acudimos al mercado a hacer compras para tener la alacena y la nevera bien surtidas. Fue así como en la Calle Ancha, que era entonces (no sé ahora) el centro del pueblo, descubrimos la parrilla El Sombrero de Manolo. El asado olía de un modo que nos hizo añorar Buenos Aires, de manera que entramos para almorzar. Fue como llegar y besar al santo, diría mi abuela Remedios.

El Sombrero de Manolo era propiedad de Raquel, argentina, porteña, y de Manolo, onubense, que es el gentilicio de los nacidos en Huelva, la vieja Onuba de los fenicios. Manolo fue cocinero de un barco mercante hasta que en un viaje recaló en la Reina del Plata y allí conoció a Raquel. Se casaron y decidieron vivir en Huelva y con los ahorros hechos montar una churrasquerí, de la cual nos convertimos en los mejores clientes, almorzábamos allí un día sí, otro no y a veces también el de en medio, y Raquel y Manolo mimaban a nuestros hijos como si fuesen propios.

Y llegó el jueves 25 de abril. Estábamos almorzando en El Sombrero... cuando empezó el diario informativo del mediodía de RTVE, nada menos que con la noticia de que a los acordes de “Grândola, Vila Morena”, cantada por José Afonso y prohibida por el régimen de Oliveira Salazar, el Ejército portugués se había alzado contra aquella dictadura de casi cincuenta años. Una de cuyas cárceles inspiró el célebre artículo “The Forgotten Prisoners” en el dominical londinense The Observer, el 28/V/1961, escrito por el abogado Peter Benenson y piedra fundamental de Amnistía Internacional.

Todos (menos los niños, claro está) nos miramos alegremente atónitos. Todos pensamos que el 20 de diciembre del año anterior, en un atentado en Madrid, ETA había puesto fin a la vida de Carrero Blanco, rendido siervo y seguro sucesor del inferiocre general Franco; y menos de un año después, los portugueses se liberaban del yugo salazarista y adornaban con claveles las bocas de los fusiles de sus soldados. Todos sentimos que ahora sí era el principio del fin, como así fue.

Pero lo que más atesoro en la memoria, bello como un crepúsculo en Punta (cuando parece que milyún rubíes se licuasen en el aire), es el recuerdo de que salimos a la Calle Ancha, de repente muy concurrida a la hora de la siesta, y alguien empezó a silbar la “Estudiantina portuguesa”, canción popularísima de Celia Gámez cuya letra toda España sabía de memoria, y en ella se dice: “¡Ay Portugal por qué te quiero tanto,/ por qué por qué te envidian todos, ay por qué!” Y todos, todos silbábamos aquel estribillo y nos sonreíamos unos a otros al hacerlo. Tal vez lo recuerden los más viejos del lugar. Sólo duró ± 2’ (¡no convenía despertar a los perros dormidos!) y sin embargo es uno de los momentos estelares de mi vida l

 

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