El legado de Frida Kahlo y la influencia del arte indígena en su obra

El legado de Frida Kahlo y la influencia del arte indígena en su obra

En el país se pasaba a poner en el foco de atención a las culturas populares como respuesta al caduco sistema porfirista.

El legado de Frida Kahlo y la influencia del arte indígena en su obra (Félix Lerma)

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Durante los años en que Frida Kahlo vivió (1907-1954), los conceptos mismos de México y lo mexicano experimentaron profundas transformaciones, se vivía la construcción de un nuevo proyecto de nación como resultado de la Revolución mexicana (1910-1920). En este contexto, cobró gran relevancia el arte indígena, al cual la célebre pintora fue particularmente receptiva. Una época que explica a un personaje, aunque al mismo tiempo un personaje que supo interpretar su tiempo. 

El folklor popular fue veta de inspiración y legitimación en el México posrevolucionario, y en la pintura tuvo su mayor presencia.

El folklor popular fue veta de inspiración y legitimación en el México posrevolucionario, y en la pintura tuvo su mayor presencia.ALBUM

La época 

El siglo XX en México comenzó en medio de contradicciones sociales y políticas, resultado de la prolongada dictadura encabezada por Porfirio Díaz (1876-1911), la cual introdujo al país en un proceso de modernización económica que se llevó a cabo, sin embargo, a costa de una pauperización de las clases populares y por medio de una fuerte concentración del poder en manos de una élite. Estas tensiones explotaron durante el movimiento revolucionario de la década de 1910, durante el cual se manifestaron distintas facciones, con diferentes tendencias y posicionamientos respecto al rumbo que debía tomar la nación. No obstante, la necesidad de democratizar la vida pública y el mejoramiento de las condiciones de las clases más desfavorecidas constituían algunos de los puntos en común de los revolucionarios. Durante los años más intensos de la revolución, Frida Kahlo era apenas una niña que despertaba al mundo en una población del sur del valle de México. 

Durante el periodo posrevolucionario se impuso la tarea de dar solución a las demandas sociales, al tiempo que se vivía un proceso de renovación del ideal nacional. En el ámbito ideológico y cultural se dejaban atrás las tendencias extranjerizantes, particularmente el afrancesamiento de las élites porfiristas, por una búsqueda en las ‘raíces’ de lo mexicano, a saber: sus pueblos indígenas y campesinos.

Las décadas de 1920 y 1930 no estuvieron exentas de conflictos. Las pugnas intestinas por el poder entre los distintos caudillos revolucionarios continuaron. Sin embargo, varias iniciativas de cambio habían comenzado, entre ellas las concernientes al ámbito educativo y cultural. José Vasconcelos, quien fungió como rector de la Universidad Nacional y como secretario de Instrucción Pública durante la primera mitad de 1920, encabezó una amplia tarea educativa, la cual incluyó el fomento de un arte con inspiración nacionalista. Así surgió movimiento pictórico del muralismo mexicano, que propugnaba un arte inspirado en el pueblo y accesible a él en los edificios públicos. En esos años, Frida Kahlo transita de la adolescencia a la juventud, en 1922 ingresa a la Escuela Nacional Preparatoria ubicada en el corazón de la Ciudad de México. Forma parte de una generación de jóvenes entusiastas que respiran el ambiente de un nuevo país que nace. Sus biógrafos coinciden en que durante esos años conoció a Diego Rivera mientras pintaba los frescos de la escuela en donde estudiaba Frida, recinto conocido actualmente como el Antiguo Colegio de San Ildefonso. 

La Ciudad de México se constituía por una serie de poblaciones distribuidas a lo largo de un amplio valle, separadas entre sí por campos de cultivo, canales y remanentes de los antiguos lagos. Sin embargo, la población crecía y el carácter urbano era cada vez más manifiesto. La conexión entre la ciudad y las localidades de los alrededores se hacía por medio de autobuses y tranvías, en ellos Frida se transportaba de su hogar en Coyoacán hacia la preparatoria, y también hacia cualquier otro lugar en donde se diera la convivencia con sus amigos. Desafortunadamente, una ciudad que se precie de serlo no está exenta del caos y los accidentes. En 1925 sucedió la tragedia que marcaría a Frida por el resto de su vida, cuando a los 18 años resultó fuertemente herida por la colisión de un autobús con un tranvía.

En los años subsecuentes, mientras Frida recuperaba su salud y dejaba la casa paterna para formar un matrimonio con Diego Rivera (se casaron por primera vez en el año de 1929), las cosas en México y el mundo continuaban en constante cambio. A los planteamientos de la Revolución mexicana se sumaba la expansión de las ideas socialistas y comunistas, las cuales habían adquirido fuerza en la intelectualidad de diversos países. En un orbe cada vez más comunicado, llegaban a México las noticias de los conflictos globales, de los estragos de la crisis económica mundial de 1929, del ascenso del fascismo, de la guerra civil española, entre otros acontecimientos. En el ámbito cultural, los artistas mexicanos mantenían contacto con sus pares europeos, es conocida la estrecha relación que en esos años tuvieron Diego y Frida con el ámbito artístico de ciudades como San Francisco, Detroit, Nueva York y París. 

La Revolución mexicana fue el acontecimiento histórico que sacudió a todos los ámbitos del país a lo largo del siglo XX, es tal su influencia que aún nos alcanza hasta nuestros días.

La Revolución mexicana fue el acontecimiento histórico que sacudió a todos los ámbitos del país a lo largo del siglo XX, es tal su influencia que aún nos alcanza hasta nuestros días.M. RAMOS/ MUSEO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

El personaje

Frida Kahlo nació en el seno de una familia que podríamos considerar bicultural. Guillermo Kahlo, alemán de origen húngaro, llegó a México hacia el año de 1891, practicó el oficio de la fotografía. Su madre de Frida, Matilde Calderón, parece encarnar la compleja hibridación del mestizaje mexicano; Frida siempre señaló que era de origen oaxaqueño, pero los abuelos maternos tenían raíces españolas y michoacanas. Lo cierto es que la pintora se crio en un ambiente típico mexicano, en una familia católica tradicional por su lado materno, pero con un padre permisivo que le posibilitó experimentar el mundo con bastante libertad. Guillermo Kahlo puso al alcance de su hija libros, fotografías y seguramente historias, palabras en otros idiomas, que fomentaron en ella la inclinación hacia la lectura y el arte.

Más allá de la familia, Frida se forma en el ambiente social de la ciudad de México y sus alrededores, particularmente en el entorno de su natal Coyoacán. Sin lugar a duda, sus andanzas de juventud son el origen de su gusto por la cultura popular, ella estaba relacionada con múltiples personajes de calles, mercados, ferias y celebraciones religiosas populares, así como con la parafernalia propia de esos espacios. Ya con Diego como compañero, el camino de la pintora tomaba un rumbo definido, el del arte y el activismo político. Se les ve a ambos comprometidos con la creación pictórica, pero también involucrados en el activismo, en constante contacto con otras figuras de primer orden de la política y la cultura, tanto a nivel nacional como internacional. Frida, si bien aparece en varios círculos de la mano de su esposo, rápidamente gana autonomía gracias a la fuerza de su propia personalidad y la singularidad de su obra. 

En el movimiento del muralismo mexicano, los pintores llevaron su arte a los espacios públicos bajo una visión formadora de las masas; aquí el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

En el movimiento del muralismo mexicano, los pintores llevaron su arte a los espacios públicos bajo una visión formadora de las masas; aquí el Antiguo Colegio de San Ildefonso.Shutterstock

El arte indígena en la obra de Kahlo 

La raíz indígena de México, como se mencionó, fue tema central en el debate cultural de la época. La antropología mexicana sentaba sus bases, apegada en la escuela culturalista estadounidense y, como era de esperar, de la mano del nacionalismo imperante. Uno de sus objetivos era la observación y clasificación científica a las culturas. Mientras tanto, los artistas estaban más abocados a resaltar los valores estéticos de los pueblos nativos, pasado y presente. El arte indígena se convirtió en un sustento de lo nacional, suministraba formas originales que hacían de México una nación con personalidad propia, asentada en una tradición milenaria.

El conocimiento del arte antiguo era cada vez más extendido, en algunos casos por los resultados de excavaciones científicas y en otros por el coleccionismo, también en boga. Diego y Frida llegaron a reunir un amplio acervo de piezas prehispánicas, la mayoría de ellas se encuentra en la actualidad en museos como la Casa Azul, el Anahuacalli o el Dolores Olmedo Patiño, los tres en la Ciudad de México. El arte indígena, prehispánico y contemporáneo, está presente en la obra de Frida. Hay una reproducción mimética de las obras, aunque no con fines arqueológicos ni de epopeya histórica, como puede ser el caso de Miguel Covarrubias o Diego Rivera, respectivamente. En su obra Autorretrato de pie en la frontera entre México y Estados Unidos (1932), Frida plantea la oposición entre dos mundos culturalmente distintos. Lo mexicano está indicado por las ruinas de un edificio antiguo y por algunas esculturas de cerámica de carácter antropomorfo, estos elementos se enfrentan a su contraparte, el mundo industrializado de Estados Unidos, representado por chimeneas fabriles y grandes edificios.

Encontramos una composición similar en Los cuatro habitantes de la Ciudad de México (1939), se trata de una imagen abierta formada a partir de dos grandes secciones, el cielo y la tierra como escenario, mas en esta ocasión la arquitectura no es la de ruinas o rascacielos, sino la de una típica población mexicana. Entre los personajes hallamos nuevamente a un representante de lo antiguo, en este caso la figurilla cerámica de una mujer embarazada del occidente de México. La acompañan iconos populares como el judas, la calavera y una artesanía elaborada con fibra vegetal.

En Moisés (1945) Frida nos legó una de sus interpretaciones más transparentes del arte prehispánico, al representar a un grupo de deidades mexicas colocadas en equilibrio con las de otras partes del mundo, dentro de una composición dual. De esta manera, integra lo mexicano en una concepción universalista de la civilización. La pintora trasciende el discurso nacionalista y el dato arqueológico, al posicionar las tradiciones artísticas autóctonas en una visión más amplia de las creaciones y el pensamiento humanos. Por otra parte, también resulta patente la asimilación que Frida hizo de las culturas prehispánicas como símbolo del origen y como sustrato que nos alimenta, cultural y espiritualmente. En el cuadro Mi nana y yo (1937) vemos a una Frida en cuerpo de niña siendo alimentada por una madre morena que porta una máscara prehispánica, una composición similar que reproduce años más tarde en El abrazo del amor de El Universo, la tierra (México), yo Diego y el señor Xólotl (1949). En esta obra, el señor Xólotl representado por un cánido que reposa sobre su falda, la mujer pétrea que se funde con la tierra y la misma concepción dual del cuadro, remiten a la cosmovisión prehispánica.

Quizá el género más explorado por la pintora fue el autorretrato, en donde expresó con gran maestría sus estados de ánimo, físicos y psicológicos. Aquí es donde se funde de manera más intensa la obra y el personaje, sus atavíos y accesorios constituyen una forma de expresión, ya sea representados en la pintura o portados por la artista. Los huipiles y faldas retomados de la indumentaria indígena fueron prendas inseparables de Frida, su segunda piel. Situado en su contexto, este gesto nos habla de su rebeldía al romper con los cánones de la época y nos muestra la decisión conciente de identificarse con lo propio de su país.

Frida trastocó la imagen de la mujer indígena y provocó un nuevo uso de su visualidad. Al ser su propia imagen un componente central de su pintura, el uso de la indumentaria indígena adquiere mayor relevancia, constituye un elemento que se combina con otras vestimentas, como la masculina o la europea, para generar un código de formas que adquiere un sentido simbólico.

“El Moisés” (1945), en la pintura, las deidades del México antiguo aparecen compartiendo el mismo rango que los dioses del mundo en uno de sus cuadros de mayor simbolismo.

“El Moisés” (1945), en la pintura, las deidades del México antiguo aparecen compartiendo el mismo rango que los dioses del mundo en uno de sus cuadros de mayor simbolismo.ALBUM

Frida hasta el último momento 

Como otros pintores de su época, Frida Kahlo retoma elementos del arte indígena y popular, los incorpora a su constante ejercicio de exploración introspectiva y hace de ellos vehículos para hablar de lo propio, de su identidad y, claro está, de lo mexicano. Sin embargo, no desde una perspectiva folklorista o pintoresca, sino como parte de un lenguaje de símbolos a través de los cuales reflexiona artísticamente sobre la vida, la historia y los orígenes. Frida eligió lo indígena para interpelarnos hasta el último momento, así lo hace desde la urna de inspiración prehispánica en donde reposan sus cenizas; nos plantea una última reflexión sobre el ciclo de la vida y la muerte, y sobre el retorno al origen.

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