6 de May del 2024
De parte de Revista La Campana
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VII Época – 35

La edición digital “El Salto Diario” del 30 de abril, publica el artículo “Ampliar ¿el? sujeto obrero para potenciar la lucha de clases”, del que es autora la colaboradora de la revista, Deva Mar Escobedo. A lo largo del texto, la autora realiza una serie de afirmaciones que, a mi juicio, carecen de consistencia analítica alguna, cuando no resultan inveraces, cargadas de prejuicios racistas e infamantes comparaciones.

Blancos varones en la lucha social

Imaginería sobre huelguistas por las 8 horas

en el 1º de Mayo de Chicago 1886

En el comienzo del artículo, la autora hace referencia a los sucesos del 1 de mayo de 1886 en Chicago y la lucha por la jornada máxima de ocho horas, con la frase “la imagen de ese día de hace casi 150 años nos deja la impronta de obreros varones, blancos, con aspecto acorde al canon de la cisheterosexualidad y dedicados en su mayoría a trabajos manuales”. Acto seguido, el artículo señala cómo desde aquel tiempo a hoy permanece “demasiado arraigada” en el “imaginario colectivo de quien es una persona trabajadora” la figura de “un hombre blanco con la cara y ropa manchadas de grasa u hollín”.

No deja de resultar llamativo que la autora inicie con estos mimbres y referencias históricas, su particular reflexión en torno a la ‘vigencia’ actual del prototipo de obrero como “varón blanco”, sobre todo cuando reparamos en el hecho de que aquella extraordinaria lucha por la jornada de ocho horas fue llevada a cabo y sostenida por una clase obrera emigrante, que apenas sabía hablar inglés y cuyos periódicos y oradores se redactaban, comentaban y atendían en otras lenguas.

Igualmente resulta llamativo, que la autora no caiga en la cuenta del hecho de que ella observe a un ‘hombre blanco’ en esa figura con la “cara y ropa manchadas de grasa u hollín”, cuando tal ‘observación’ no es más que una injustificada presunción suya, pues el personaje fotografiado muy bien puede haber sido, ‘cobrizo’, ‘amarillo’ o vaya usted a saber de qué raza, pero en la voluntad consciente del cartelista -¡eso sí!- un obrero.

De las calles de Chicago a

los matones de la SA Nazis

Concluye la autora, señalando que: habiendo “quienes se resisten a cambiar este ideal” (de obrero, varonil y blanco) y que “los que lo hacen en nombre de la izquierda se agrupan en torno al rojipardismo”, es de todo punto necesario “ampliar ¿el? sujeto obrero para potenciar la lucha de clases” imaginándolo en su ‘diversidad’ racial, sexual, étnica, etc.

Con el uso repe-tido de este vocablo, ‘roji-pardismo’, la autora hace referencia a determinadas organizaciones sindicales y sectores del movimiento obrero influenciados por doctrinas socialis-tas autoritarias (mayori-tariamente, de tradición marxista), a las que, de algún modo, se asimila a los presupuestos ideo-lógicos de los ‘camisas pardas’, miembros de las temidas SA, vinculadas al Partido Nacional Socialista Obrero Alemán de Hitler.

No se nos escapa, la posible intención doctrinaria de la autora al unir en un mismo plano y en una misma conclusión -el imaginario “compartido” del militante obrero poseído de su condición de ‘varón blanco’- el horror nazi con la lucha obrera en las calles de Chicago por las ocho horas y el asesinato ‘legal’ de los líderes obreros anarquistas.

Blancos en la diana

Dejaré para otros comentarios, las referencias a ‘varón’, ‘cisheterosexualidad’, ‘trabajos manuales’, centrándome ahora en la alusión a la raza ‘blanca’, pues la categorización que hace la autora del militante obrero histórico como ‘varón blanco’ no es baladí, sino dañina y mendaz, al introducir como categoría histórica y sociológica pertinente y decisiva en la lucha social, la idea de ‘raza’, que tanto combatió desde sus orígenes el movimiento social aludido.

Asociación Internacional de Trabajadores

¡Trabajadores del mundo, uníos!

¿En verdad, los asociados y líderes de la Asociación Internacional de Trabajadores, AIT, creada en 1864, sostuvieron en su ideario (imaginario), que el prototipo del militante obrero Internacionalista era el de un ‘varón blanco’, satisfecho o no con el sexo que sus padres y la sociedad le habían asignado al nacer? De ninguna manera.

Nada hay en la historia y geografía de la Internacional o del movimiento obrero, de Europa a América, de África a Asia, ni tampoco en sus documentos doctrinales y estatutarios, ni en sus llamamientos a la acción sindical y social contra el capitalismo y sus aliados por la emancipación universal de los trabajadores, que permita semejante conclusión. Lo contrario es lo cierto. Pues, ni en la AIT ni en las organizaciones que continuaron la lucha social tras su disolución, la consideración de ‘trabajador’ estaba definida por las características físicas (sexuales, ‘raza’, aspecto …), culturales u originarias de cada quien, sino por su condición de asalariado y por el lugar en el sistema de producción y régimen capitalista, contra el que se combatía.

Clasificaciones y fracturas sociales:

los unos y los otros

Hubo un tiempo en que los manuales escolares infantiles proponían una clasificación universal de los seres humanos en cinco ‘razas’, si mal no recuerdo: blanca, negra, amarilla, cobriza y aceitunada. Sin embargo, a medida que los niños crecíamos, aparecían por doquier los ‘mestizos’, ‘mulatos’, ‘criollos’, ‘oscuros’ … y, también, ‘arios’, ‘semitas’, ‘nórdicos’ y quien sabe cuántos más… Y, al poco tiempo, cuando ya el niño llegado a joven andaba completamente desorientado sobre cual podría ser el linaje propio, nos topábamos con las doctrinas racistas de origen centroeuropeo y anglo-germánicas, que proclamaban la superioridad de alguna ‘raza’ (la inventada como propia, en la mayor parte como ‘nacional’, sino ‘imperial’) sobre cualquiera otra que anduviese por el mismo lugar. No andaban lejos de estas ficciones, aquellas otras más familiares de “pueblo elegido”, “unidad de destino en lo universal”, “gitanos”, “charnegos” … y demás zarandajas unificadoras del pueblo a someter.

La idea de “raza” es una ficción criminal

¿Compartida por el movimiento obrero histórico? ¡NO!

Contra esta idea de la existencia real de ‘razas’, que debían ser preservadas del ‘mestizaje’ y la ‘impureza’ y ‘mezcla’ se levantó con una sólo voz, clara y rotunda, la Asociación Internacional de Trabajadores y el movimiento obrero que heredó y continuó su lucha social. No podía ser de otro modo, pues de admitirse el principio racista (en cualquiera de sus variantes), el movimiento obrero universal que sí fue, hubiera sido imposible.

Por situarnos en nuestro país, ¿acaso la CNT o la UGT -por señalar a dos de las organizaciones sindicales más numerosas y seguidas del movimiento obrero español de finales del siglo XIX y primer tercio del XX- admitieron, por activa o por pasiva, que los ‘trabajadores’ en la España del momento, fuesen estos quienes fuesen, se organizasen en sus filas en función de su pertenencia a la raza ‘blanca’? Y no, por el contrario, ‘mezclados’, ‘impuros’, ‘de aquí y de allí’, sin otra ‘raza’ de la que presumir que la que se derivase de sus propios actos y conductas, fuese cual fuese el aspecto físico de cada cual.

La luz y la sombra

Evidentemente, en la historia del vasto movimiento social e histórico emancipador que denominamos ‘movimiento obrero’, no faltan ejemplos en estos últimos 170 años, de episodios, conductas personales o de grupos más o menos amplios, que contradecían y parasitaban sus propios postulados. Tampoco hoy, dejan de producirse esas situaciones, que nos avergüenzan cuando suceden a nuestro lado.

Ante su persistencia, no queda otra que, reconociéndolos y nombrándolos, renegar de ellos y, si fuese el caso, combatir a sus hijuelos, rechazándolos de nuestro lado.

Lo decisivo, lo que en realidad cuenta, es y será la reacción y medidas que adopten tanto las organizaciones como los individuos, en el momento que actitudes y doctrinas de este tipo se produzcan en su seno.

En todo caso, no fueron estos hechos, ni estos personajes, ni los colectivos que pudieran despreciarse a si mismos despreciando a otros, o hubiesen negado su propia humanidad negándosela a otros por ser de ‘raza distinta’ quienes protagonizaron en su momento, definieron y llevaron a cabo la importancia histórica del movimiento sindical y obrero del que nos sentimos herederos, ahora y siempre antirracista.

Conclusión

Al contrario de lo que defiende la autora del artículo, considero que las organizaciones sindicales y sociales, tanto de este país como de cualquier otro lugar, han de renegar y combatir con rotundidad la idea de ‘diversidad racial’ como categoría útil para la lucha por un mundo mejor.




Fuente: Revistalacampana.info