CORNADA DE LOBO: Ponte guapo
Diario de León
Publicado por
 García Trapiello

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N o puede decirse que sea un pueblo guapo, no. Hace ocho siglos nació coqueto entre peñas con algún hayedo en lo alto y roble melojo en ladera al mediodía. Pero su humildísima belleza se quebró el día que llegó la mina buscando tesoro en la barriga del monte para hacerle cagar escombreras. El pueblo fue asaltado después por casas feotas, geométricas y baratas para mineros llegados de lejos. O de lejísimos. La población engordó en gente foránea y no poca arraigó. La carbonilla, entonces, empezó a dejar su luto en cuestos o caminos y, por supuesto, en las arenas del río que culebrea en un ajedrez de prados chicos cosidos con sebes y cancillas donde pastan las vacas de aquellos lugareños que también trabajan en la mina, pero dudando en llamarse mineros, creen ser provisionales aunque sólo tengan dos praducos, una vaca y seis ovejas. Carbonilla. Hasta el camino del cementario se bacheó con carbonilla por usarse a menudo con cada último esclavo reventado por el grisú en las tripas del dragón. Y alrededor del pueblo, lavadero, cargadero, talleres, vagonetas, oficinas... feúra. Los chalecitos para los ingenieros son otra cosa, claro; los hay monos y el oriundo los mira admirado cuando no envidioso o rabiado; hoy dan su pena y algunos risa. Un siglo después, anteayer parece, la mina cerró, pero el que la mangó no se llevó toda la feria y feúra que trajo y esparció. Ahí quedó su firma grosera y sus tajazos al paisaje. Ya sin empleo en las negras catacumbas, el pueblo se echó a envejecer. Aquí saben de despoblación treinta años antes de ponerse de moda en las alarmas de la prensa y en la boca del político que está a todo lo que vuela. Sólo hay que cruzar pueblos como este a media mañana, incluso en domingo, para sentir un algo sepulcral que ni en invierno disimulan las cuatro chimeneas que aún echan su firma al aire con humo de leña y mala caligrafía. Pero en el pueblo que aquí digo, el que aquí traigo, hay una rebelión abuela y moza invitando a sonreírles y acompañarles. «Pueblo, ponte guapo», dice su lema... y lo están poniendo. Mañana te cuento.

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