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Opinión | CALEIDOSCOPIO

Crema catalana

Cataluña, como España, es un país tan ingobernable como necesitado de una democracia fuerte que haga posible su gobernabilidad

Leo los resultados de las elecciones en Cataluña y escucho los comentarios de los analistas y de los representantes de los partidos políticos y solo llego a una conclusión: Cataluña, como España, es un país tan ingobernable como necesitado de una democracia fuerte que haga posible su gobernabilidad.

Los datos, a grandes rasgos, ofrecen esta radiografía: los socialistas han ganado por primera vez en unas elecciones autonómicas tanto en votos como en escaños, pero Junts, el partido independentista que dirige Puigdemont, lo ha hecho en más municipios que los socialistas, con un detalle a tener en cuenta, eso sí: el Partido Socialista se ha impuesto en las diez ciudades más grandes de Cataluña, superando el 40% de los votos en Hospitalet y en Santa Coloma. Por primera vez también en la historia de las elecciones, la suma de los partidos soberanistas no alcanza la mayoría en el Parlamento catalán en lo que supone un retroceso histórico, con el significativo dato añadido de que el independentismo retrocede entre la población más joven.

Por otro lado, los partidos no independentistas ganan en los lugares de menor renta económica mientras que los independentistas logran sus mejores resultados, principalmente Junts, en las más ricas (la única excepción es el Partido Popular, que también dobla sus resultados en los distritos de mayor riqueza). Paralelamente, uno de cada dos votantes de Esquerra Republicana de Cataluña, el partido en el gobierno hasta estas elecciones, ha cambiado el sentido de su voto y, en el extremo opuesto, la derecha no nacionalista ha aumentado el total de los suyos alcanzando el 20% del total, su récord en unas elecciones autonómicas. Por último, un partido independentista de extrema derecha que concurría a ellas por primera vez ha logrado tantos escaños como la CUP, la formación anarquista que tanta participación tuvo en el impulso del procés. Así las cosas y vista la mezcolanza de datos y resultados objetivos, ¿quién se atreve a efectuar un pronóstico sobre un futuro gobierno catalán, pero, sobre todo, quién puede seguir sosteniendo una visión unitaria de Cataluña tanto desde fuera de ella como desde dentro? Como la crema catalana, el dulce típico catalán, nada en su composición es sólido, así que sobra cualquier análisis contundente, que es a los que nos tienen acostumbrados tanto desde Cataluña como desde fuera de ella los opinadores. Si hay un país imposible de analizar desde la simpleza ese es Cataluña y eso es lo que por desgracia se hace normalmente.

Un poeta ampurdanés, Carles Figes de Climent, escribió una Oració al Crist de la Tramuntana, un poema muy popular en el Ampurdán y que inspiró a Salvador Dalí una de sus obras que capta como pocos el alma de un país al que sus condiciones climatológicas hacen amable y atormentado a la vez pese a lo que Puigdemont debió de pensar al elegirlo para una de sus comparecencias virtuales en el Parlamento catalán, un día de Sant Jordi, cuando ya se encontraba huido de España: “Brazos en cruz sobre la piadosa madera, / Señor, amparad el huerto y el sembrado, / dad el verde exacto a nuestro prado / y mesurad la tramontana justa / que seque la hierba y no sacuda el trigo”. Si alguien piensa que el crucificado es él o que el huerto catalán le pertenece en exclusiva se equivoca. El dueño de Cataluña es ese viento que seca la hierba y no sacude el trigo, esa sabiduría popular que representan millones de personas y no sólo quienes aspiran a gobernarlas y que merece cuando menos una reflexión por parte de todos antes de empezar a hablar.