Un ‘Enfermo imaginario’ digno de verse - Fundación Nacional para la Cultura Popular

Un ‘Enfermo imaginario’ digno de verse

Felicitamos, conmovidos, al productor por la elección de una de las mejores obras en la historia del teatro, y por la excelente elección de profesionales.
La magia del dramaturgo francés Moliere ocupa la Sala Calos Marichal con la puesta en escena de “El enfermo imaginario”, protagonizada por Gerardo Ortiz. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Por Alina Marrero
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

Lo vamos a gritar con la emoción que no tiene intención de control de un maravillado niño (o niña o niñe) de cinco años que ve los regalos debajo del árbol de Navidad el 25 de diciembre a las seis menos cuarto de la mañana: ¡¡¡Alucinamos por Moliere!!!

Idolatramos al dramaturgo, actor, productor, director, diseñador, cuyo nombre real era Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), desde todos los ángulos, hasta esos ángulos que no han sido descubiertos. Envidiamos como duendes traviesos al director, a los actores, a los diseñadores, a los realizadores, a los técnicos, al público y, sobre todas las cosas, a los ujieres que ven todas las representaciones de cualquier obra de Moliere.

La pieza teatral de Florentino Rodríguez para Aragua Inc. cuenta con la dirección de MIguel Diffoot. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

La tarde del domingo Día de las Madres, nos sentíamos emocionados, íbamos a ver una obra de Moliere. El teatro de Moliere no se presenta con frecuencia en Puerto Rico. De hecho, hace dos años se celebró el cumpleaños 400 del monumental dramaturgo, y nuestro archipiélago no lo celebró.

Con el ardiente deseo de hacerle una reverencia, seleccionamos el color de la ropa que íbamos a usar. Algunos teatreros puertorriqueños sostienen la creencia de que el amarillo es un color de mala suerte en escena, porque ese era el color de la casaca que tenía Moliere cuando, el 17 de febrero de 1673, mientras interpretaba a Argante, personaje protagónico de “El enfermo imaginario”, murió.

Pero aseguran como cierto que el vestuario de Moliere era color amaranto, y que la superstición del amarillo la hemos heredado de los colegas españoles. En tal sentido, cada país le rinde culto a la fobia escénica de un diferente color.

Cuentan que lo que en verdad pasó fue que Moliere, quien padecía de tuberculosis, comenzó a toser y a escupir sangre, y, aun así, continuó con la representación. Conforme esa versión, en la última escena de la cuarta función, el actor se desmayó, y fue llevado a su casa, donde murió unas horas más tarde a la edad de 51 años.

Los actores Gerardo Ortiz y Francisco Capó brillaron en esta versión del clásico de Moliere. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Y precisamente era “El enfermo imaginario” la obra que íbamos a ver. Así que nos vestimos de rojo amaranto para rendirle tributo y honor a Moliere, el domingo en la función de las cuatro de la tarde, en la Sala René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce, producción de Florentino Rodríguez para Aragua Inc.

Desde que nos enteramos que esta obra se haría, no dejamos de pensar en la puesta en escena de “El enfermo imaginario” que la compañía de teatro La Máscara presentó en el Teatro Alejandro Tapia y Rivera, el 2 de noviembre de 1979, dirigida por Axel Anderson. En aquella ocasión, la interpretación de Argante de José Luis (Chavito) Marrero, fue sensacionalmente insuperable.

Recordábamos con insistencia al actor recitando el inventario de remedios y precios en el difícil parlamento inicial, y el público no paraba de reír. Recordábamos los bailecitos que daba el actor, mientras “agonizaba” de cualquier enfermedad. Por supuesto, al ser Chavito hipocondríaco en la vida real, el personaje le cuadraba como anillo al dedo.

El reparto estaba integrado, además, por Helena Montalbán, Maruja Más, Orvil Miller-Martin, José Ángel Rodríguez, Antonio Valentín, Armando Roura, Luis Vera, Efraín Berríos (Pan Doblao) y Georgina Borri. A todos hacemos reverencia.

Maricarmen Avilés presentó a una Belisa, expresiva, vivaracha y ominosa a la vez. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

“El enfermo imaginario”, comedia-ballet que raras veces se escenifica como tal, se sigue presentando con éxito en todas partes del mundo, desde su desde su estreno, el 10 de febrero de 1673. La historia presenta a Argante, un hombre hipocondríaco que está obsesionado con vivir entre médicos. Por tal razón, y para ahorrar dinero, concierta el matrimonio de su hija Angélica con Tomás Diafoirus, doctor hijo de doctor.

Angélica, locamente enamorada del joven Cleanto, no quiere casarse con Tomás. Mientras tanto, Belinda, segunda esposa de Argante, busca su propio beneficio y actúa con maldad. Toñita, la chispeante y astuta criada, acciona para ayudar a Angélica y, a la vez, proteger a Argante de los corruptos doctores codiciosos y de la falsedad de la esposa.

Con la ayuda de Beraldo, el hermano de Argante, ponen a funcionar un plan que incluye una ceremonia ridícula y grotesca donde el hipocondríaco queda convertido en doctor en medicina.

Molière, quien junto con Pierre Corneille (1606-1684) y Jean Racine (1639-1699), es uno de los máximos exponentes del teatro clásico francés; saca partido de esta historia para hacer una crítica de la medicina de la época y los descarados negocios con los costosos medicamentos.

Mariana Quiles en su bien lograda interpretación de la benévola, cariñosa y también arrojada, Angélica, hija de Argante. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

El dramaturgo advierte los peligros de la credulidad excesiva, la ignorancia, la conveniencia, la mentira y la ambición, en forma tal magistral que aquellos a quienes critica pueden ser los primeros en aplaudir y morirse de la risa. Cualquier parecido con el momento actual, es causalidad.

Tan pronto comenzó la obra, la magia del director Miguel Diffoot, empezó a correr por nuestra complacencia, como si abriéramos la partitura de la música de Marc-Antoine Charpentier (1643 – 1704), y nos dejáramos llevar: deliciosa, simpática, sofisticada, pertinente, inteligente, coreográfica.

El dominio del estilo no dejó lugar a dudas. En particular, aplaudimos que cada uno de los personajes tenía una forma única de desplazarse y accionar. Nos cautivaron las cortas y seguidas sacudidas de hombros de Belisa, y los movimientos en semicírculos de Antonia. De la misma manera, nos cautivó el coro de campanas.

La rara combinación de colores (marrón, amarillo y rojo) del vestuario y los diseños de la maestra Gloria Sáez fueron hadas madrinas del montaje, al vuelo con la peluquería y maquillaje de Carlos Marrero.

Las deliciosas caracterizaciones de unos personajes que son banquete imperial para cualquier actor nos hicieron olvidar las penas del mundo.

Johnathan Cardenales (derecha) tuvo un desempeño brillante en la interpretación de Cleonte. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Gerardo Ortiz, quien nunca decepciona, no hizo la excepción. Su Argante, hipocondriaco, altanero, terco, pero temeroso y desvalido, tuvo acogida asertiva en una caracterización sincera que creímos de principio a fin.

Como Cleonte, el enamorado de Angelica la hija de Argante, Johnathan Cardenales tuvo un desempeño brillante. Como Luisa, la alocada hermana menor de Angélica, y como el notario Bonafe, Cristina Sesto, se destacó con destreza.

George Santiago, interpretó un convincente médico Diafoirus. Etienne Santiago sobresalió con Tomás, el hijo del médico. Padre e hijo constituyeron un binomio ideal.

Laureles para la frente de Francisco Capó, por su imponencia escénica, su fuerza y su honestidad actoral en su redonda interpretación de Beraldo, hermano de Argante. Exquisita combinación de cuerpo, voz e intención.

Laureles para la frente de Mariana Quiles por su seguridad en el domino del estilo en su bien lograda interpretación de la benévola, cariñosa y también arrojada, Angélica, hija de Argante.

George y Ettiene Santiago constituyeron un binomio ideal para este montaje. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Coronamos con laureles a Linnette Torres, por el perfecto uso de sus dotes de profesión en su inmaculada interpretación de la aguda, despabilada, sabia mujer que rápido aprende y sabe lo que conviene hacer, la singular Antonia. ¡Muy bien!

Coronamos con laureles a Maricarmen Avilés, por presentarnos a una Belisa, expresiva, vivaracha y ominosa a la vez. Avilés logró que adoráramos a un personaje que debemos detestar. Esperamos que esta actriz engalane, más a menudo, nuestros escenarios.

Un solo señalamiento haremos a la producción. Recrear el estilo clásico francés, que destaca la grandeza del Rey Sol (Luis XIV), es particularmente, estético, si se hace con la respectiva suntuosidad, aunque la misma sea novedosa o sugerida.

Subrayamos, entonces, que nuestro encuentro con la escenografía del encantador montaje arena a tres lados del director Miguel Diffoot, no fue un romance. El ambiente, carente de unión de propósito, no estuvo a la altura de la puesta en escena que tuvimos el gusto de apreciar. En tal sentido, el escenógrafo no debió faltar.

Las actrices Linnette Torres y Maricarmen Avilés (de pie) ante el personaje protagonista. (Foto Alina Marrero para Fundación Nacional para la Cultura Popular)

Aplausos para la efectiva promoción y el hermoso programa de mano. Felicitamos, conmovidos, al productor por la elección de una de las mejores obras en la historia del teatro, y por la excelente elección de profesionales.

Completan el equipo: Héctor (Tito) Negrón (luces); Miguel Diffoot (concepto de Miguel Diffoot); Guiseppe Vázquez, Rubén Rosario (realización de la escenografía y utilería; Félix Vega (pintura de piso); Elba Piti Delgado (costura y alteraciones); Wilda Santamaría (prensa y relaciones públicas); Luis Alvarado (artes, fotos, vídeo y creación de publicidad); Camila Faberlle (comunicadora de medios digitales); Jaiyslinn (Yaysi) González; Cristina Robles (asistente del director y regidora de escena), Florentino Rodríguez (productor).

Las funciones de “El enfermo imaginario” de Moliere (viernes 17, sábado 18 y domingo 19 de mayo de 2024), continúan este próximo fin de semana, en la Sala Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce. ¡No se la pierdan!

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