Villas marineras que huelen a salitre, aldeas de interior que rezuman historia o envueltas por una naturaleza que es su mayor reclamo. Y, en todas ellas, la gastronomía que pone en valor la tradición y el propio territorio. ¿Quién no se quiere quedar a vivir en el norte de España para siempre?
BAIONA, PONTEVEDRA
El puente de Ramallosa es bonito, muy bonito, con sus 10 ojos y su crucero en medio, pero no es romano como dicen, sino del siglo XIII y hay que cruzarlo para entrar en esta preciosa villa de aire medieval que invita a ir de un lado a otro. Primero a recorrer sus calles estrechas y empedradas, luego a caminar por el larguísimo paseo que recorre su fachada marítima con galerías acristaladas, tan gallegas, intuyendo a lo lejos las islas Cíes, y, para rematar, rodear la amplia ensenada a la que se abre Baiona para abordar la península de Monterreal, con una monumental fortaleza en lo alto protegida por murallas y torreones desde las que el mar se hace bravo e infinito.
Un plan gastronómico:
- Quedarte a comer o a dormir en el Parador, con las mejores vistas de la villa.
15 escapadas muy apetecibles a menos de una hora de Pontevedra