Hay que ser imbécil, moralmente imbécil, para suponer que es mejor vivir rodeado de pánico y crueldad que entre amor y agradecimiento. Fernando Savater.
Afortunadamente fui uno de esos venezolanos que no votó por Hugo Chávez ni mucho menos por Nicolas Maduro. Quizás lo que muy pocos recuerdan es que mi ejercicio al frente del Rectorado de LUZ fué en ese período de transición entre el año 1.996 y el año 2.000, es decir, durante los dos últimos años del segundo período presidencial del Dr. Rafael Caldera y los dos primeros años del primer período presidencial de Hugo Chávez. Nada fácil. Desde entonces pude percibir los gestos arrogantes y la soberbia que caracterizó a éste último, los cuales rayaban en la insolencia.
Lamentablemente la destrucción acelerada del país comenzó con la visión atrasada de un modelo de organización de la sociedad desde que Chávez juró sobre la “moribunda Constitución”, vigente en ese momento. La crisis que se desató en todos los órdenes de la vida de nuestro país forma parte de la historia contemporánea, sobre todo los que creímos la vieja conseja de que “muerto el perro, se acabó la rabia.”
Para nuestra peor desgracia, Maduro, quién siempre ha gozado de la confianza de la aberración cubana, lo sucedió en el trono, y ambos han ignorado las soluciones que pudieran satisfacer las más elementales necesidades de los venezolanos: alimentación, salud, educación, seguridad y servicios básicos, a pesar del enorme caudal de recursos que les ingresó. Todo lo contrario, el régimen se empeñó cada vez más en imponer un modelo político dictatorial y totalitario inaceptable e insufrible.
Resulta pertinente destacar la pérdida de la institucionalidad y el respeto por las normas, que nos ha traído al actual estado de anomia que afecta a la sociedad venezolana. De allí que los problemas que tenemos y debemos enfrentar son arduos y penosos ya que son de todo tipo: políticos, económicos, culturales, morales y sociales. Para su solución parece ser que el enfrentamiento es ineludible entre la tiranía y la libertad, entre la dictadura y la democracia.
Las bases para la reconstrucción de una república democrática están escritas. Ellas deben comenzar con la búsqueda del cumplimiento de un decálogo de ideas para consolidar la democracia y la unidad de los factores que la sustentan. Ellas son:
1.- Construir una verdadera democracia en donde exista la separación de los poderes, se hagan elecciones limpias, se ponga nuevamente en vigencia el Estado de Derecho y se evite politizar la justicia.
2.- Se construya una sociedad en la cual el ciudadano debe ser el centro del desarrollo y donde la educación sea de calidad. Se rechace el adoctrinamiento, el colectivismo y el régimen comunal, de modo que la sociedad no sea opresora del individuo.
3.- que el Estado sea promotor y facilitador del desarrollo económico y social. que apoye al sector privado y no intervenga en las áreas públicas que resten espacios de libertad al individuo.
4.-Acabar con la miseria y la noción del “rancho” que se ha entronizado tanto territorial como en el cerebro de los venezolanos.
5.- Apoyo total a la descentralización y el Federalismo para evitar la concentración de poderes y los ciudadanos venezolanos podamos tomar nuestras propias decisiones.
6.- Intensificar la lucha contra la corrupción en todos los niveles de gobierno y de la sociedad en su conjunto.
7.- Que el Estado sea eficiente y limitado. Es decir, que se elimine el burocratismo y la noción del estado clientelar.
8.- Que el Estado en todos sus niveles, su organización y estructura esté al servicio del ciudadano y no al contrario.
9.- Que se defienda la propiedad privada y se consolide el trabajo como fuente de riqueza, es decir, que se elimine el Estado Comunal y las dádivas del gobierno.
10.- En definitiva, tratar de que se establezca una economía de libre mercado en contraposición de una economía socialista o comunista.
Quienes nos asumimos como demócratas privilegiamos el voto como instrumento de participación cívica, en condiciones transparentes, justas y equilibradas, por lo que reclamamos y exigimos que además de votar se nos permita elegir en libertad. Seguros estamos que así la democracia saldrá fortalecida y los venezolanos seremos favorecidos como ciudadanos de una nación que tiene suficientes recursos y la gente formada para dirigirla con acierto.
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