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Paul Schrader en el laberinto de la memoria (***) y atentos a la perfecci�n del cine de Emanuel Parvu (****)

El veterano director experimenta en 'Oh Canad�', un trabajo en forma puzle tan arriesgado como excesivamente artificioso. mientras que el rumano Emanuel Parvu sorprende con un drama preciso y dur�simo sobre el amor incondicional y la intolerancia

Uma Thurman y Richard Gere en la presentaci�n de 'Oh, Canad�' en Cannes.
Uma Thurman y Richard Gere en la presentaci�n de 'Oh, Canad�' en Cannes.LOIC VENANCEAFP
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"Quim�rico museo de formas inconstantes" era la imagen que usaba Borges para definir la memoria y Paul Schrader no solo no le lleva la contraria, sino que, un paso m�s all�, se empe�a en convertir el poema 'Cambridge' (de ah� es el verso) en imagen cinematogr�fica. En verdad, 'Oh, Canad�', as� se llama la nueva pel�cula del veterano director, no adapta al argentino sino la �ltima novela del autor estadounidense Russell Banks, que muri� en enero de 2023, apenas unos meses antes de que comenzara el rodaje. Pero sobre la pantalla, es m�s verso que prosa. Y eso, pese a las dudas, confusiones y exceso de artificio, es lo que importa: la permanente sensaci�n de riesgo, experimentaci�n y duda que preside cada fotograma.

El responsable de la trilog�a formada por 'El reverendo', 'El contador de cartas' y 'El maestro jardinero', todas ellas sobre hombres que buscan la redenci�n atrapados en un pasado que les hizo villanos, cambia ligeramente de argumento para, despu�s de una larga vuelta, volver al punto de partida. Tambi�n aqu�, se trata de un individuo, antiguo y venerado documentalista, que a las puertas de muerte debido a un c�ncer que le devora decide convertir el relato de su vida en una pel�cula ante la c�mara de un antiguo alumno. Todo por ser redimido. Y en la narraci�n en duermevela entre los efectos de las medicinas, que son drogas, y los vapores del resentimiento que buscan perd�n, Schrader se las arregla para dise�ar un laberinto de miedos, enga�os y confesiones. "Ese mont�n de espejos rotos", que dec�a el siguiente verso del mismo poema de Borges.

Richard Gere da vida al protagonista que se desdobla en Jacob Elordi de joven. Y en frente, una Uma Thurman que vuelve a la pantalla grande despu�s de tanto tiempo. El personaje de Gere cuenta todo lo que am�, que fue mucho y en muchos cuerpos; cuenta que un d�a huy� (se fue a Canad� para no ser alistado en la Guerra de Vietnam); cuenta que el propio cuento que cuenta es verdad y mentira a la vez. La pel�cula se desdobla a medida que avanza. Por momentos, es descripci�n fracturada de una memoria por fuerza rota; a ratos es reflexi�n sobre el l�mite que separa la ficci�n de la realidad; en un instante se dir�a incluso que es autorretrato del propio Schrader; y siempre es un trabajo que interpela al espectador de manera directa y muy emotiva.

Bien es cierto que la complejidad del experimento no siempre resulta lograda por artificiosa, por demasiado cerebral o por simplemente confusa. Pero rodada como fue en 17 d�as, da en todo momento la medida perfecta de un cineasta gigante.

El director rumano Emanuel Parvu.
El director rumano Emanuel Parvu.LOIC VENANCEAFP

'Three Kilometres to the End of the World' (****)

A su lado, y por aquello quiz� de combinar veteran�a con galones y lo otro (ll�mese anonimato, mocedad o descubrimiento), la secci�n oficial present� su tercera pel�cula firmada por Emanuel Parvu:'Three Kilometres to the End of the World' (Tres kil�metros al final del mundo). Y, de nuevo, como es regla en el cine que llega de la nueva ola que nunca acaba de Ruman�a, hubo sorpresa. O no la hubo, seg�n se mire. Del director conoc�amos 'Mikado', que pas� por el festival de San Sebasti�n y que diseccionaba con una precisi�n muy cerca del susto la relaci�n rota, por culpa de la desconfianza primero y la culpa no reconocida despu�s, entre un padre y una hija. Ahora la misma meticulosidad sirve para examinar un caso de agresi�n hom�foba en un pueblo no tan perdido del delta del Danubio.

La pel�cula utiliza el incidente (que tambi�n es crimen) para analizar los mecanismos de poder que mueve la sociedad por dentro. El papel c�mplice de la polic�a, la vigilancia sobre la conciencia que ejerce la Iglesia o el silencio culpable de todos confeccionan el panorama desolador de una sociedad, en efecto, desolada. Pero no solo eso, como ya hiciera en su pel�cula anterior, asuntos como el amor incondicional, la culpa o el simple miedo surgen de la pantalla de la mano de una puesta en escena mod�lica, transparente y siempre a la distancia justa. Sin moralismos torpes ni subrayados innecesarios, 'Three Kilometres to the End of the World' bien podr�a pasar como paradigma de pel�cula bien contada.

No deja de ser curioso que la casualidad haya puesto en el mismo art�culo la artificiosidad de uno y la claridad de otro. Los dos, en su radicalidad, cuentan como experimentos y en los dos, si nos empe�amos, somos capaces de citar a Borges: "Esas miserias son los bienes que el precipitado tiempo nos deja".