La larga alianza nazi-comunista durante la Segunda Guerra Mundial que condenó a media Europa a años de miseria
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24 de mayo de 2024

Ribbentrop se despide de Molotov en Berlín, noviembre de 1940

Ribbentrop se despide de Molotov en Berlín, noviembre de 1940Bundesarchiv / Wikimedia Commons

La larga alianza nazi-comunista durante la Segunda Guerra Mundial que condenó a media Europa a años de miseria

El pacto permaneció vigente hasta que, algo menos de dos años después, Hitler activó la Operación Barbarroja para invadir, sin previa declaración de guerra y de manera sorpresiva y traicionera, el territorio del que todavía era su aliado, la URSS

Uno de los errores más comunes cuando se estudia la Segunda Guerra Mundial es simplificar el conflicto en un enfrentamiento entre ingleses, franceses, estadounidenses y soviéticos, es decir, liberalismo y «progresismo socialista», contra alemanes, italianos y japoneses, es decir, fascismo. Sin embargo, un detalle –no baladí– que se suele pasar por alto es que la Alemania nazi y la Unión Soviética comunista fueron excelentes aliados durante casi dos enteros años, mediante una alianza que permitió a ambas potencias llevar a cabo una auténtica invasión de Europa.
Todo empezó cuando el 24 de agosto de 1939, la Unión Soviética y el Tercer Reich alemán firman el Pacto Mólotov-Ribbentrop, así llamado en honor a los respectivos ministros de Asuntos Exteriores que lo firman, en presencia, por cierto, de Stalin y bajo un cuadro en el que se halla representado Lenin, por el que no sólo se repartían Polonia, sino que facultaba a la Unión Soviética para atacar Finlandia, Lituania, Letonia, Estonia y Moldavia, y a Alemania para expandirse por el sur, Francia, Bélgica, Holanda, etc.
Firma del pacto. Mólotov está a punto de firmar. Tras él se encuentran Ribbentrop (con los ojos entrecerrados) y Stalin a su izquierda

Firma del pacto. Mólotov está a punto de firmar. Tras él se encuentran Ribbentrop (con los ojos entrecerrados) y Stalin a su izquierda

Esto constituyó una auténtica alianza nazi-comunista, que permaneció vigente hasta que, algo menos de dos años después, el 22 de junio de 1941, Hitler activó la Operación Barbarroja para invadir, sin previa declaración de guerra y de manera sorpresiva y traicionera, el territorio del que todavía era su aliado, la Unión Soviética, mediante un ataque absolutamente inesperado para Stalin, quien ignoraba los continuos avisos que, en tal sentido, recibía de la inteligencia británica.
La alianza nazi comunista germano-soviética alcanzará tal grado de «afabilidad» y entendimiento, que cuando el 22 de junio de 1940 el ejército alemán entra en París, el Partido Comunista Francés recibirá instrucciones soviéticas de no oponer resistencia. No por casualidad, el 20 de septiembre, tres meses después de la ocupación, el Comité Central del Partido Comunista Francés aprobaba el manifiesto Il faut faire la Paix («Hay que hacer la Paz»), en el que afirmaba:
«La guerra que se ha impuesto al pueblo francés y que es casi el único que la soporta, ya no es, en realidad, una guerra antifascista y antihitleriana. Nosotros pensamos que podemos lograr una paz duradera y la seguridad francesa sin empujar a millones de hermanos a la muerte, y sin hacer de Francia un vasto cementerio. La paz, la paz duradera, es el grito que se eleva desde las profundidades del país, y los antihitlerianos más feroces saben que la política reaccionaria de los gobiernos de Londres y París sirve a Hitler, en lugar de debilitarlo».
La posición de inacción adoptada por el Partido Comunista Francés ante la amenaza nazi será tan evidente, que el Presidente francés, Edouard Daladier, incluso proscribirá el partido en septiembre de 1939, apenas un mes después de la firma del Pacto Molotov-Ribbentropp. Sólo cuando en junio de 1941, un año después, Alemania invade Rusia, el Partido Comunista Francés se une, ¡por fin!, a la resistencia contra Alemania, creando el grupo armado Francs-tireurs et Partisans Français («Francotiradores y partisanos franceses»).
El 10 de mayo de 1941, esto es, 43 días antes del ataque alemán sobre la Unión Soviética, el número tres del Partido Nacionalsocialista alemán, Rudolf Hess, se lanzó en paracaídas sobre Escocia a unos 30 kilómetros de la residencia de Sir Ivone Kirpatrick, Duque de Hamilton, a quien según se dice, había conocido durante los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín cinco años antes.
Se ha presentado siempre esta iniciativa como la ocurrencia de un loco desquiciado e incontrolado, pero si se analiza serenamente, se diría que fue una operación crucial, en la que a Hess le tocaba jugar el papel más grotesco.
Su objetivo era conseguir que Hamilton le posibilitara una entrevista con Winston Churchill, y convencer a éste para que el Reino Unido se uniera a la guerra que Alemania preparaba contra la Unión Soviética.
Churchill, Roosevelt y Stalin reunidos en la Conferencia de Yalta antes de terminar la Segunda Guerra Mundial

Churchill, Roosevelt y Stalin reunidos en la Conferencia de Yalta antes de terminar la Segunda Guerra Mundial

Lo que Hess propuso era, efectivamente, una auténtica convulsión de las alianzas vigentes en Europa, pero no –como acostumbra a pensarse– para convertir una alianza ruso-británica en una alianza germano-británica, sino para truncar una alianza germano-soviética (el famoso Pacto Molotov-Ribbentropp), en una alianza germano británica.
Churchill ni siquiera recibió a Hess. No podía hacerlo. El primer ministro británico había alcanzado el poder, pero sin haber ganado las elecciones pues quien salió victorioso de ellas fue, en realidad, su compañero de partido Neville Chamberlain, el que intentaría hacer la paz con Alemania en Múnich. Pero Churchill había ganado poder suficiente como para advertir del peligro que representaba para Europa el nazismo y no tanto el comunismo. Por lo que haber pactado ahora con Rudolf Hess habría privado a Churchill de la poca legitimidad que tenía al frente del Gobierno británico.
Hess no volvió ya a Alemania. Juzgado en Nuremberg y condenado a cadena perpetua, murió en la prisión de Spandau, no está claro si por voluntario suicidio, como es la tesis oficial, o asesinado, cosa que sucede en 1987, tras 46 años de prisión. Y que con la invasión alemana de la Unión Soviética, se consuma, dos años después de empezada la Segunda Guerra Mundial pero ni un minuto antes, la alianza británico-soviética tanto tiempo soñada por Churchill, y certificada en el Acuerdo Anglo Soviético que firman en Moscú el 12 de julio de 1941 Sir Stafford Cripps, Embajador británico en la Unión Soviética, y el ministro soviético de Asuntos Exteriores Vyacheslav Molotov.
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