“La novela alcanza su perfección cuando sabe contar las relaciones familiares”: Sergio del Molino | Aristegui Noticias

“La novela alcanza su perfección cuando sabe contar las relaciones familiares”: Sergio del Molino

El escritor español y ganador del Premio Alfaguara de Novela 2024 habla sobre su libro ‘Los alemanes’.

  • Redacción AN / HG
12 May, 2024 05:14
“La novela alcanza su perfección cuando sabe contar las relaciones familiares”: Sergio del Molino
(HG).

Por Héctor González

Cuando el jurado del Premio Alfaguara 2024 (integrado por Manuel Rivas, Laura Restrepo, Sergio Ramírez, Juan José Millás y Rosa Beltrán), decidió entregar el reconocimiento a Sergio del Molino (Madrid, 1979) argumentó que su novela “narra un suceso muy poco conocido de la historia española relacionado con las mutaciones del nazismo y con hondas consecuencias en el mundo actual”.

Justo es lo que uno se encuentra cuando lee Los alemanes, una historia muy local pero gran resonancia para el presente, “el libro es global porque todos tenemos familias”, explica del Molino.

La historia tiene como punto de partida a la familia Schuster, cuya travesía los ha llevado por Camerún y Zaragoza, esta última ciudad en la que intentan afincarse y construir una historia.  Sin hacerlo de manera tácita, la novela toca temas como identidad, arraigo y por supuesto, la familia, todos los anteriores asuntos abordados por el escritor en ensayos anteriores como La España vacía o la íntima y poderosa La hora violeta.

¿Qué te lleva a contar la historia de unos alemanes que viajan de Camerún a España para instalarse en Zaragoza?

Previamente conté la historia en una crónica hace mucho tiempo, ahora es un asunto olvidado, pero en la España de principios del siglo XX fue muy famoso. Siempre quise escribir una novela sobre este asunto, pero no daba con la familia Schuster ni con el tono, ni los personajes. Me costó mucho entender que no había que contar un relato histórico sino utilizar la condición de los personajes para crear un universo sentimental y familiar, eso es lo que realmente me interesaba.

Pese a lo específico de la historia que cuentas, me parece que es muy global…

Es global porque todos tenemos familias. La familia tiene un poder universal que la novela ha explotado siempre. La novela alcanza su perfección cuando sabe contar las relaciones familiares, cuando lo consigue cuenta al mundo entero.

¿Por eso tenía que ser polifónica?

La polifonía era una opción, pero en particular me interesaba por mi convicción de que no existe una verdad. Creo que la verdad está configurada por distintos puntos de vista, me interesaba mucho subrayar la parcialidad de cada uno. Nadie puede conocer la historia en su conjunto, cada personaje tiene una verdad relacionada con su sensibilidad, sus prejuicios y su forma de ver el mundo, con lo que miente o manipula, todo eso es importante. En esa polifonía el lector tiene una ubicación privilegiada porque ve todo lo que los demás no.

Un funeral es una buena situación para iniciar la novela…

Para mí siempre, veo una historia que empieza con un funeral y me quedo por muy mala que sea. Es un evento donde se ven las relaciones familiares, si se llevan bien o mal, es un momento donde cada personaje está desnudo, es un acontecimiento brutal que nos pone delante de lo que somos.

Además de la familia, la novela aborda conceptos como patria, identidad y arraigo.

Todos los que mencionas son conceptos vinculados a la familia y en el mundo de hoy tienen un valor que probablemente no tenían hace treinta o cuarenta años. Más allá de las guerras que tenemos hoy, estamos viendo un resurgir del tribalismo, del nacionalismo y del sentimiento religioso. El siglo XXI es más nacionalista, religioso y etnicista de lo que fue el final del siglo XX. La caída de las Torres Gemelas marcó un antes y un después respecto a el final siglo XX que fue más individualista, frívolo e irónico, ahora estamos en un momento más solemne y retraído en lo comunitario que vivimos ahora. Noto que las cuestiones de la identidad cada vez serán más importantes desgraciadamente, creo que vivíamos mejor en un mundo individualista y con tendencia al nihilismo. Los personajes desubicados cada vez estarán más a la intemperie.

¿Esta reflexión la tuviste clara desde el principio o se dio durante el proceso de escritura?

Es algo sobre lo que he escrito como articulista y ensayista. En la novela no imparto doctrinas, pero es inevitable que mis preocupaciones se filtren.

¿Qué hacía tan sugerente para tu novela a la familia Schuster?

Básicamente que están locos.

Hay mucho loco suelto…

Sí, pero a ellos los volvió locos la sustancia de la propia familia. Hay varias clases de locura, algunas te las buscas y otras son sobrevenidas.

Al final el pasado siempre pesa…

No podemos desentendernos del pasado como tampoco podemos desentendernos de nuestro cuerpo, eso es algo muy contemporáneo. Nos podemos crear fantasías, pero nuestro cuerpo y nuestro pasado están ahí, ya después podemos jugar con hacer otra cosa, pero el pasado es lo que nos conforma. Mi manera de hablar el castellano viene de mis circunstancias, la forma en la que hablo es una decantación de siglos que me ha sido transmitida por un montón de ancestros y por el entorno. Los personajes de la novela llevan esto a un extremo esquizofrénico e hiperconsciente, el problema es que no soportan dar explicaciones.

La división que hay ahora en España supongo tendrá una resonancia en la novela.

Probablemente sí, pero eso es más producto de mi inconsciente. Yo he tenido sentimientos de forastería dentro de España y diría que producto de la explosión tribalista que hemos vivido los últimos cuarenta años, hay mucha gente que se siente como yo. Es un problema que se acrecienta y no se le toma la debida atención, el ruido nacionalista es tan fuerte que ahoga casi todo lo demás. Las identidades regionales en España están disparatadas.

¿Cuándo has tenido sentimientos de forastería?

Desde pequeño, mi familia ha vivido en varios sitios de España y ha sufrido la pulsión regionalista en muchos sentidos. La celebración de la diversidad y pluralidad lingüística para mí siempre ha sido una maldición porque me ha señalado como el forastero. No tener lugar de arraigo no me ha hecho sufrir, pero sí me ha ido cansando.

¿Por eso también has escrito sobre la importancia de mirar hacia sectores menos visibilizados como la España rural?

Sí, hay una tendencia en mí por mirar los espacios que están fuera del mapa o de foco. Cuando escribí La España vacía, tenía la intención de mostrar a una gran parte del país a la que solo se le señala por razones folcloristas, turísticas o cuando hay un crimen atroz. No hay un debate serio o público que ataña a esta gente.

También has trabajado el testimonio o la autoficción en libros como La hora violeta, ¿cómo entiendes estos términos?

Intento confundirlo mucho. La frontera entre la ficción y la no ficción es artificiosa y sirve poco para entender la literatura. Definir un territorio narrativo implica renunciar a significarlo y a resignificarlo. Soy partidario de la hibridación o la mezcla de géneros porque el lector, tal vez el crítico no, entra muy bien en ese juego y la vida está hecha de eso, de narraciones que se convierten en ficciones cuando son contadas. Si en tu pieza incluyes un retrato o perfil mío por mucha pretensión de objetividad que tengas seguramente será una ficción, no porque mientas sino porque las construcciones que hacemos de los demás siempre son construcciones literarias y de personajes hechas a partir de nuestro bagaje. Por eso prefiero decir que todo es ficción.

Digno de ficción podría ser lo que ha sucedido en las últimas semanas en España, ¿qué percibiste con el amago de renuncia a la presidencia de Pedro Sánchez?

Estoy perplejo, no entiendo nada del gesto que hizo Pedro Sánchez ni creo que le vaya a beneficiar, pero sí me parece que ha tenido el efecto de desactivar las campañas de las elecciones catalanas. Todo indicaba que sería un punto de inflexión para el país y de repente nadie habla de ellas, no sé si ese era el objetivo de la maniobra de Sánchez, pero empiezo a sospechar que sí, consiguió ahogar a Pudgemont. El presidente es muy hábil para dominar el discurso político.

Temas Relacionados