Fuente: La Razón



 

Solo el cáncer pudo sacarlo de su vida de promiscuidad y violaciones sexuales. Las confesiones del sacerdote jesuita Alfonso Pedrajas causan estupor, como sus amoríos, sus temores, su arrepentimiento y la complicidad de sus pares con sus actos.

La Razón conoció sus memorias escritas en 383 páginas cuyo título es simple: Historia. Extractos del texto habían sido publicados el 30 de abril del año pasado por el periódico español El País en su reportaje Diario de un cura pederasta, que generó revuelo internacional e indignación en Bolivia.

Las confesiones del misionero nacido en Valencia, España, el 10 de junio de 1943 y muerto en Cochabamba, Bolivia, el 5 de septiembre de 2009, son muy crudas.

Y entre ellas, una devela la dimensión de sus “pecados”, sus “meteduras de pata” o su “enfermedad”, como describe su perfil en el documento que su sobrino Fernando descubrió en un cajón de sus pertenencias y que luego lo entregó al diario español: “Por mi parte, creo que hasta hoy no me he planteado en toda su dimensión la realidad de mi cáncer. Como que no me lo acabo de creer, como que aún me permitirá muchos años de vida, un final que lo sigo viendo lejano, como que me hizo un favor al sacarme de la promiscuidad y me permite ahora mirarme a mí mismo con más honradez y generosidad”.

“¡Cuántas veces deseé y pedí esta castración! Sin saber por dónde vendría ni cómo me influiría… pero quería salir de una etapa y comenzar algo verdadero. ¡Y sucedió!”, se congratula.

En sus memorias del 12 de abril de 2004, en Cochabamba, Pedrajas devela lo que siempre temía. “Pues parece que llegó el momento. Llegó el acontecimiento, la enfermedad. ¡Tengo cáncer! Dentro de unos días, con la cirugía radical de la próstata, los ganglios y las vesículas seminales, voy a quedar impotente”.

Hasta entonces, su vida homosexual había sido muy activa, entre sus violaciones contra niños, sus encuentros con “clientes”, sus amoríos con novicios y compañeros, y el noviazgo con J. C.

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Sin embargo, otros fueron sus temores: sida y “denuncias por interés de sacar plata”.

Alfonso ‘Pica’ Pedrajas en una fotografía conocida a través de sus memorias de vida.
Alfonso ‘Pica’ Pedrajas en una fotografía conocida a través de sus memorias de vida.

Recuerda el 24 de noviembre de 1999, en Cochabamba, que Julio Terrazas comunicó, en la reunión del clero, que ‘Mocito’ (E. R.) estaba con sida. “Quedé destrozado, pensativo…”, admite.

El 21 de marzo de 2002 visitó el hospital Passet, en Valencia, adonde había llegado por cuatro o cinco veces para sus análisis. “Casi no he dormido, nervioso, calor. Mamá me dijo anoche: ‘estás como cansado, nervioso por algo, tienes una preocupación a nivel emotivo, tus viajes, etc’”.

“Me parece como normal que me digan ‘no hay nada’”, cuenta en otro mensaje, el 1 de abril.

Un día antes de saber de la situación de Mocito —recuerda— había subido al Cristo de la Concordia con el novicio Simón. “Pensé un poquito: ‘¡Así de grande!”.

También sentía debilidad enfermiza por novicios, a quienes nombra en sus memorias con sus edades entre paréntesis. Hasta los caracteriza por sus dones, sus atributos y sus defectos.

En 1993, en Oruro, escribe: “Dios me ama, por eso existo. Tiene celos de mí, como yo de Freddy. Me extraña, como yo a Freddy. Se alegra cuando me ve retornar, ir a Él, como a mí me sucede con Freddy…”. Y más.

NOVICIOS. En Historia en El Paso, el 24 de febrero de 2004 enumera a 16 personas, entre amantes y pretendientes (NdR: los cita con nombre y apellidos). Cuenta que, al volver a la ciudad, revisó Internet y encontró a “cumpitas que estaban como perdidos”.

“Esto levanta mi autoestima, conforta mi afectividad (quizás falsamente), delata mi promiscuidad, aumenta mis miedos a la enfermedad, enmarca mi situación actual con todo realismo”, dice.

La lista sigue así: 1) Nano (“Hace un mes que no estamos juntos”); 2 Gonzalo C. (Gonchi) (“Es realmente insistente y fiel, parece que me quier”); 3) Giovanni M., exseminarista (“Nunca me gustó, aunque él llegó a estar muy feliz”; 4) Javier Q. (“Tampoco me gusta ni me llena”); 5) Guido V. (“Tan antiguo, viene rara vez, nos entendemos muy bien”); 6) Alejandro C. (“Es bello, joven, bueno. Con él vi Carmina Burana”); 7) Gonzalo T. (“Muy esporádico. Tipo genial, muy interesante. Excelente amante”); 8) Juan Carlos C. (“Es cariñoso y fiel, a pesar de ser bisexual y tener su pareja”); 9) Rodrigo V. (“Corté con él [porque es muy egoísta y pide plata], pero insiste”); 10) Carlos Andrés (“Es terrible, manipula, miente… Mi corte con él debe ser definitivo, sin enfrentamientos, inteligente”); 11) Óscar U. (“Excelente amigo y persona, pero sin la menor relación corporal”); 12; Javier R. ( Javo) (“Dos veces con gran aventura. Casado”); 13) Jorge Paúl (“Nunca hubo nada ni posiblemente lo habrá. Reapareció”); 14) Jorge L, (“Estuvimos una vez y ahora, después de más de un mes, me llama. Veremos”); 15) Gabriel F., antropólogo (“Nos vimos dos veces y sigue buscándome. Me gusta, esporádicamente”); y 16) Wálter (“No hay la menor sintonía corporal. Nunca más habrá sexo”).

El sacerdote jesuita Alfonso Pedrajas Moreno (+). Foto: El País

Ese mismo día recuerda la charla del jesuita Ramón Alaix, ahora bajo detención domiciliaria por el escándalo Pedrajas, como Marcos Recolóns. “Hoy Ramón dijo en su charla (y lo dijo pensando mucho, escogiendo palabras): ‘En torno a la castidad… me preocupa mucho… hay heterosexuales homosexuales que tienen relaciones… y el Provincial se entera de algunas de ellas será por el ambiente cultural… como comer un helado, algo agradable’”, dice Pedrajas en sus memorias.

“No sé si sabe algo mío reciente, creo que no, espero que no”. Sin embargo, su novio era J. C., con quien solía celebrar el aniversario de su relación incluso con muchos compañeros de la Compañía de Jesús. En su relato del 15 de noviembre de 2005 recuerda que viajó con él a Oruro.

“Cena muy amigable en una pizzería frente al correo, justamente donde a veces solía ir con Braulio Sáez a tomar una cervecita y una pizza. Lo que viene después no se cuenta…”, cuenta.

BALNEARIO. Y el domingo se fueron al balneario de Obrajes, a 40 kilómetros al este de Oruro. “En una de las termas (así llaman a los cuartitos donde te dejan entrar, haciendo cola, durante media hora) estuvimos bien, pero también demasiado calientes (el agua y, sobre todo, él)”, recuerda.

Su confesión crucial está contenida en su viaje a Valencia, en marzo de 2000. “Me hicieron daño de chico. Y yo hice daño a mucha gente (¿a 85?), a demasiados. Y es ellos, y con ellos, te hice daño a ti”, dice en un mea culpa ante Jesús sobre la violación que perpetró contra niños en Ecuador, Perú y Bolivia, especialmente en el colegio Juan XXII de Cochabamba.

En su lista de confesores se encuentran al menos siete provinciales de la Compañía de Jesús en Bolivia y otros jesuitas. Al volver de Valencia, en marzo de 2000, anotó unas frases cómplices: “Esto no es terreno moral para ti” (José Arroyo, Alcalá); “Debilidad, no maldad” (Franciscanos, Bogotá), “Esto no tiene solución” (Valencia, en La Virgen) y “Confesar es peor” (Angel Tomás)”.

Tuvo una serie de crisis existenciales, hasta renunciar a sus votos y cuestionar el celibato. Y arrepentimiento: “¡Perdón, Señor Jesús! ¡Perdón, papito, hermano! Desde el fondo del corazón”.

10 pasajes de la vida del jesuita español

  • EL PRIMER PASO POR CRISTO. Nació en 1943, en Valencia, España. A los 17 años decidió ser novicio en la Compañía de Jesús
  • PARTIDA A LA REGIÓN. En 1960 tomó la determinación de convertirse en misionero y partió a Latinoamérica
  • EL PRIMER ABUSO En abril de 1964, cometió su primer abuso sexual en la capital Lima, Perú.
  • POR TRES PAÍSES. Entre 1961 y 1971 cumplió su misión en colegios de Perú, Ecuador y Bolivia.
  • EN COCHABAMBA. En 1971 fue nombrado subdirector del colegio Juan XXIII en Cochabamba, luego director.
  • SU PRIMERA CONFESIÓN. En 1978, le contó sobre los abusos a su instructor, el cura José Arroyo; luego hizo lo mismo con otros colegas.
  • ADIÓS AL COLEGIO. En 1983 fue alejado del Juan XXIII, pero retornó y se quedó hasta 1989.
  • CONOCE A SU PAREJA En los años 2000 conoce a su pareja, tras haber admitido su homosexualidad
  • SU DIAGNÓSTICO Fue diagnosticado con un cáncer y recibe quimioterapia en Cochabamba.
  • SU PARTIDA EN 2009 Falleció el 5 de septiembre de 2009, en un hospital de la ciudad de Cochabamba.

 Cartas a Pérez Iribarne: de tetas, playa, mamá y celibato

Desde Valencia (España), el 21 de septiembre de 2002, Alfonso Pedrajas recopila una serie de cartas dirigidas a su colega en La Paz Eduardo Pérez Iribarne, hasta hace un tiempo director de radio Fides en Bolivia.

En muchos fragmentos, “Pica” le cuenta sobre el estado de salud de su madre. “Mi mami está muy complicada. Siempre fue mujer difícil (porque fue genial, y quizás todos los genios son difíciles), fue —¡y es!— mujer posesiva, manipuladora, mandona”, dice el sacerdote.

“Posiblemente, con los años, se agudizaron las aristas y resulta frecuentemente una mujer bastante insoportable. Mis hermanos están hartos. Ésa es la palabra. No hacen más que renegar conmigo acerca de la mamá. Una pena, pero así es”, relata Pedrajas en el texto Historia, que en 383 páginas cuenta su misión en Latinoamérica y sus confesiones sexuales.

“Sabrás que me traje a doña Consuelo, la señora que nos atendía en la Yanacocha. Tiene 57 años y podría ser la solución para acompañar a la mamá”, cuenta de la mujer, aunque también le dice que ésta se encuentra contrariada por la actitud de su madre. Antes, una ecuatoriana había escapado de casa.

“Pero sufro por la mamá y sufro por doña Consuelo, de la que de algún modo me siento responsable”, lamenta Pedrajas.

También describe sus paseos y su visita a hogares de ancianos, muy cerca de su casa en Valencia: “La Profesa”. “Son 25, entre hermanos y padres. Promedio de edad: 72 años”, detalla.

También le habla de la playa, de la que le dice que le encanta desde cuando era niño. “En un par de horitas te llenas de sol, de sal, de tetas, de arena… y de soledad”, le cuenta a EPI, como describe en sus memorias íntimas a Pérez Iribarne.

En sus relatos, Pedrajas cuenta en recurrentes ocasiones sobre “reflexiones” sobre el celibato con sus pares y algunos provinciales de la Compañía de Jesús. A Pérez Iribarne también le plantea el urticante asunto.

“La soledad en una playa llena de gente no me gusta. Lo he pensado muchas veces, el celibato es soledad. A ratos, una soledad profunda, honda, repleta, sosegada; otras veces, vacía, lerda, inquieta, casi estúpida”.

Hay más nombres de sacerdotes conocidos en el texto.