Cine: Una carta de amor

Opinión | +MUJERES

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

Una carta de amor

Directoras como Corteselli o Rohrwacher podrían compartir estos imposibles del poeta, y sus aportaciones contribuyen a poner en la triste balanza de las fuerzas que mueven el mundo una pizca de esperanza y de alegría

Un fotograma de 'Siempre nos quedará mañana', de la directora Paola Cortellesi.

Un fotograma de 'Siempre nos quedará mañana', de la directora Paola Cortellesi.

Reencantar el mundo, a pesar de sus miserias, parece ser el objetivo de algunas cineastas actuales que, sin abandonar la perspectiva crítica, abordan sus creaciones con un toque de fantasía, de fábula, que las aleja del realismo para sumergirlas en la magia. 

Nos referimos a dos películas que están en cartelera en estos momentos: C’è ancora domani, traducida como Siempre nos quedará mañana, de Paola Corteselli, y La quimera, de Alice Rohrwacher, directora esta última con una larga trayectoria donde la magia, el mito, lo sagrado y lo profano se convierten en sus señas de identidad. Aunque muy recomendables ambas, nos detendremos en la primera, por motivos de espacio.

Siempre nos quedará mañana se desarrolla, como sucede en los buenos cuentos, enlazando dos historias, tal y como teorizaba Ricardo Piglia: una explícita -manifiesta- y otra implícita o latente. La primera es la de un ama de casa italiana maltratada por su marido y su suegro, que trabaja sin descanso para sacar adelante a la familia, que soporta los golpes con extraño estoicismo y sumisión, consolando incluso a su maltratador cuando, aparentemente arrepentido, pero nunca con un arrepentimiento capaz de hacerlo cambiar, se justifica diciendo que su violencia es por culpa de la guerra. Estribillo tan repetido y falaz que la mujer misma completa la frase del esposo cuando este la comienza. La historia manifiesta es la de esa familia y, sobre todo, la de la madre y la hija casadera que la desprecia por tolerar lo intolerable, pero que corre peligro de repetir el triste destino de su madre sin darse cuenta, a la hora de elegir pareja. Es Italia, es el patriarcado, es la masculinidad de los machos alfa, los ‘hombres-hombres’ de la orgullosa derecha y de una inconsciente izquierda que todavía no ha podido sacudirse la educación machista; unos señores acomplejados por la valía de sus mujeres, capaces de convertirlas en esclavas con tal de no reconocer dicha valía, y mantener a salvo su autoestima basada en la dominación de su pareja.

La historia manifiesta es esta y se desarrolla con incursiones al musical y a la fantasía, en un singular pacto de ficción que han compartido millones de espectadores, espectadoras sobre todo, se apresura a aclarar la prensa, tanto en Italia como en España, y algunos, muchos menos, hombres.

Pero la historia latente, implícita, la historia ‘B’, es otra, puntuada misteriosamente a lo largo de la primera, que explota en los minutos finales de la película con toda su significación política, con toda su poderosa fuerza transformadora. Entonces, la que suponemos una carta de amor se convierte en un documento que otorga alas. No incurriré en ‘spoiler’.

Durante el visionado de la cinta, los espectadores sufrimos los golpes sobre la mujer sin apenas verlos, sufrimos el miedo en su cuerpo encogido, la inhibición de los deseos y de libertad de la protagonista, porque, como todos los que la han visto reconocen, se trata de una situación familiar que hemos observado quizás en los abuelos, en los padres, en los vecinos. Pero Corteselli, la directora, que es también la actriz principal de la película, añade al realismo de los años cuarenta, que originalmente homenajea (la historia transcurre en los días previos al 2 de junio de 1946), el poder de la imaginación, la fuerza de los sueños, la titánica fortaleza de las mujeres que no quieren para sus hijas el mismo destino que tuvieron ellas.

Porque la relación madre-hija es central en esta historia, y la transformación que sufre la joven, desde el menosprecio hacia su madre hasta la admiración, nos deja reparados y satisfechos al salir del cine. ¿Qué saben las hijas de sus madres? Cabe preguntarse. Poco, casi nada. El secreto de las mujeres que fueron y son las madres se convierte en un tabú. La buena madre es aquella que guarda en secreto el maltrato, sus aspiraciones y sus decepciones, para llevar adelante el exigente rol maternal que requiere el borrado de la mujer. Y la película trata este asunto recurriendo a un simpático ‘deus ex machina’, que nos resulta completamente increíble si no entramos en el pacto de ficción que propone su directora. Como dije, para muchos un pacto difícil de firmar.

Dejamos atrás el siglo XX y, en el primer tercio del XXI, el maltrato continúa. La violencia de género es una violación de los derechos humanos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi una de cada tres mujeres en el mundo (30%) ha sufrido alguna vez en su vida violencia física y sexual de un compañero sentimental, o violencia sexual de otro hombre fuera de la relación. Casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años dicen haber sufrido este tipo de violencias de parte de su compañero sentimental, según datos recogidos por Amnistía Internacional. Aunque hemos avanzado, todavía hoy el 23,1% de los jóvenes niegan que exista la violencia de género.

Reencantar el mundo. Volver a pensar en todas las formas del amor y del reconocimiento del otro como una fuerza transformadora capaz de desterrar la violencia; el instinto de vida venciendo al instinto de muerte, la reconciliación por encima de la confrontación. Como escribe Jorge Riechmann en uno de sus últimos tuits: «Puestos/ a considerar imposibles yo prefiero/ los de verdad, los más arduos: trascender el capitalismo, /una auténtica transición ecológica, evitar el colapso,/ desbancar el maldito antropocentrismo, amarnos/ los unos a los otros».

Un buen ideario en estos tiempos bélicos.

Creo que directoras como Corteselli o Rohrwacher podrían compartir estos imposibles del poeta, y sus aportaciones contribuyen a poner en la triste balanza de las fuerzas que mueven el mundo una pizca de esperanza y de alegría.

Siempre nos quedará mañana, apúntenla, para proyectar en todos los centros de enseñanza, con cinefórum posterior.

Suscríbete para seguir leyendo