Paul Auster y la esencia dual de la existencia / Entrevista inédita — La Jornada - Semanal La Jornada en Internet: La Jornada en línea

Paul Auster y la esencia dual de la existencia / Entrevista inédita

- Alejandro García Abreu - Sunday, 12 May 2024 19:25 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947-Brooklyn, Nueva York, 2024) falleció el pasado 30 de abril. Autor de libros paradigmáticos como 'La invención de la soledad' (1982), 'La trilogía de Nueva York' (1987), 'El Palacio de la Luna' (1989), 'La música del azar' (1990), 'Leviatán' (1992), 'El cuaderno rojo' (1995), 'Tombuctú' (1999), 'El libro de las ilusiones' (2002), 'La noche del oráculo' (2003), 'Brooklyn Follies' (2005), 'Sunset Park' (2010), 'Diario de invierno' (2012), '4 3 2 1' (2017), 'La llama inmortal de Stephen Crane' (2021) y 'Baumgartner' (2023). En estas páginas conmemoramos a uno de los más distinguidos e ilustres escritores de Estados Unidos.

 

Las crisis

Paul Auster, uno de los más eminentes escritores de los siglos XX y XXI, fue evocado por Salman Rushdie en Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato: “Paul Auster tiene un cáncer de pulmón. Paul y su mujer, Siri Hustvedt, habían participado en el acto de apoyo a mi persona en los escalones de la biblioteca, pero ahora se enfrentaban a su propia crisis.” Y más adelante: “Paul Auster en su casa de Park Slope, en Brooklyn. Qué mal año había tenido: primero la muerte de su nieta y luego la de su hijo. Y ahora el cáncer. Paul había empezado quimioterapia…”

 

La intromisión del azar

Las coincidencias fueron parte fundamental de la vida de Paul Auster. Nació en 1947. Incluyó “Notas de un cuaderno de ejercicios” en Collected Poems (Nueva York, The Overlook Press, 2004). Escrito en 1967 –cuando el escritor tenía veinte años–, se trata de uno de sus primeros textos. En 2017 –cincuenta años después de la escritura de las “Notas”– lo entrevisté y le pregunté sobre ese texto. Le conté que traduje “Notas de un cuaderno de ejercicios” en 2007 para conmemorar el aniversario cuarenta de la escritura de las trece proposiciones que lo componen. Recordó, emocionado, el origen de su obra y reflexionó sobre las coincidencias de los años que concluyen con el dígito siete, tras cumplir setenta años. Murió a los setenta y siete años de edad.

 

Tradujiste a poetas franceses. ¿De qué manera contrastas el arte de la traducción con el de la escritura?

–La traducción implica la apropiación de los textos. Se trata de convertirlos en una parte de la propia existencia. Suelo expresar que Ezra Pound recomendaba que los escritores jóvenes tradujeran. La traducción permite el acceso a la esencia del oficio de escritor porque se aprende a coexistir profundamente con la literatura.

 

Smoke (1995) [Humo] fue el primer guión cinematográfico que escribiste. Wayne Wang dirigió la película. En una nota se lee: “El estanco desde dentro. Expositores de cajas de puros, una pared cubierta de revistas, pilas de periódicos, cigarrillos, artículos de fumador. En las paredes vemos fotografías en blanco y negro enmarcadas de personas fumando puros.” ¿Qué significado le otorgas al humo?

–Las personas que fuman se complacen con ese acto, aunque resulte perjudicial. Pienso en el humo que asciende en el aire. Las volutas de humo atañen al estanco de tabaco. El humo es una metáfora del cambio. Es una especie de exégesis. Supone la transformación. Las vicisitudes de los personajes se asemejan a las variantes del humo, siempre azarosas.

 

En la novela La noche del oráculo (2003) escribiste que el azar rige el mundo. Y en Radios (1970), incluido en Poesía completa, se lee: “la ventisca/ alimenta el azar: aliento que florece/ mientras la rueda anota su escritura/ sobre la tierra.” Aquello que sucede fortuitamente es parte de tu vasta obra. ¿Qué piensas de la casualidad en la vida de las personas?

–Reflexiono constantemente sobre el azar.
Lo aleatorio irrumpe durante toda la vida. Y la
idea de la muerte surge en mi pensamiento en función de la casualidad. Podemos perder la vida en cualquier instante. En La noche del oráculo planteé que la privación de la existencia puede ocurrir en cualquier momento, en ocasiones sin conocer el porqué. La muerte y el azar son elementos perturbadores. El azar es una parte constitutiva de nuestra condición. Lo mismo ocurre con el fallecimiento.

 

¿Cómo percibes “Notas de un cuaderno de ejercicios”, escrito en 1967 que ahora cumple medio siglo, en función de tu obra, desde la poesía hasta tu novela más reciente, 4 3 2 1 (2017)?

–Es verdad. Pasó medio siglo. El transcurrir del tiempo es una maravilla; resulta increíble que menciones el origen de todo: “Notas de un cuaderno de ejercicios.” Escribí ese texto hace cincuenta años exactamente. Puedo recordar cuándo y dónde escribí las trece proposiciones que lo componen. Estaba sentado a la mesa de trabajo en la biblioteca de la Universidad de Columbia. Tenía un pequeño cuaderno. Comencé a escribir breves enunciados sobre arte, vida, realidad y percepción. No he releído el texto en años. Lo recuerdo como el trazo de mi posición estética sobre la escritura y sobre cómo uno vive en el mundo. No he cambiado de opinión. La primera proposición posiblemente es lo más interesante que he escrito en toda mi vida, esos dos primeros enunciados que encapsulan todo lo que he escrito hasta hoy: “El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo.” Intentaba capturar la esencia doble de la existencia humana. Todos percibimos el mundo de manera distinta. Todos tenemos una visión de la realidad, sin embargo somos parte de un mismo mundo, juntos. Aunque nuestros cerebros funcionan de maneras distintas. Somos seres dobles.

 

***

Recupero mi traducción de las “Notas”, como rescaté la última pregunta de la entrevista:

 

Notas de un cuaderno de ejercicios

 

I

El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo.

 

II

El mundo es mi idea. Soy el mundo. El mundo es tu idea. Eres el mundo. Mi mundo y tu mundo no son el mismo.

 

III

No hay ningún mundo excepto el mundo humano. (Por humano me refiero a todo lo que puede ser visto, sentido, oído, pensado e imaginado.)

 

IV

El mundo no tiene existencia objetiva. Existe sólo en la medida en que somos capaces de percibirlo. Y nuestras percepciones son limitadas necesariamente. Lo que significa que el mundo tiene un límite, que se detiene en alguna parte. Pero dónde se detiene para mí no es necesariamente dónde se detiene para ti.

 

V

Ninguna teoría del arte (si es posible) puede ser separada de una teoría de la percepción humana.

 

VI

Pero no sólo nuestras percepciones son limitadas, el lenguaje (nuestro medio para expresar estas percepciones) también es limitado.

 

VII

El lenguaje no es experiencia. Es un medio para organizar la experiencia.

 

VIII

¿Cuál es, entonces, la experiencia del lenguaje? Nos da el mundo y nos lo arrebata. En un mismo aliento.

 

IX

La caída del hombre no es una cuestión de pecado, de transgresión, ni de infamia moral. Es una cuestión del lenguaje conquistando la experiencia: la caída del mundo en la palabra, la experiencia que desciende del ojo a la boca. Una distancia de aproximadamente tres pulgadas.

 

X

El ojo mira el mundo en flujo. La palabra es una tentativa de detener el flujo, de estabilizarlo. Y,
sin embargo, persistimos en el intento de traducir la experiencia en lenguaje. De ahí la poesía, de
ahí las expresiones de la vida cotidiana. Ésta es la fe que previene la desesperación universal –y también la produce.

 

XI

El arte es el espejo del ingenio del hombre (Marlowe). El reflejo es acertado –y quebradizo. Destroza el espejo y reorganiza los pedazos. El resultado será todavía un reflejo de algo. Cualquier combinación es posible, cualquier número de pedazos puede quedar fuera. El único requisito es que por lo menos un fragmento permanezca. En Hamlet, sostener el espejo ante la naturaleza equivale a lo mismo que la formulación de Marlowe –una vez que los argumentos previos han sido entendidos. Pues todas las cosas en la naturaleza son humanas, aun cuando la naturaleza misma no lo sea. (No podríamos existir si el mundo no fuese nuestra idea.) Es decir, sin importar las circunstancias (antiguas o modernas, clásicas o románticas), el arte es un producto de la mente humana. (Lo humano imitado.)

XII

La fe en la palabra es lo que yo llamo clásico. La duda en la palabra es lo que yo llamo romántico. El clasicista cree en el futuro. El romántico sabe que será decepcionado, que sus deseos nunca serán cumplidos. Pues él cree que el mundo es inefable, fuera del alcance de las palabras.

 

XIII

Sentirse alienado del lenguaje es perder tu propio cuerpo. Cuando las palabras te fallan, te disuelves en una imagen de la nada. Desapareces.

 

La fuerza de las coincidencias

Auster –dicen los autores británicos Martin Plimmer y Brian King– fue un entusiasta del uso de las coincidencias como mecanismo estructural o narrativo; por eso afirmó: “Las fuerzas de las coincidencias nos perfilan constantemente. Hay que pensar que nuestras convicciones sobre el mundo pueden derrumbarse como un castillo de naipes en sólo unos segundos. Aquellos a los que no les gusta mi obra argumentan que las conexiones parecen demasiado arbitrarias, pero es que la vida es así.”

Releo La invención de la soledad, libro en el que escribió sobre la muerte de su padre:

 

Un día hay vida. Por ejemplo, un hombre de excelente salud, ni siquiera viejo, sin ninguna enfermedad previa. Todo es como era, como será siempre. Pasa un día y otro, ocupándose sólo de sus asuntos y soñando con la vida que le queda por delante. Y entonces, de repente, aparece la muerte. El hombre deja escapar un pequeño suspiro, se desploma en un sillón y muere. Sucede de una forma tan repentina que no hay lugar para la reflexión; la mente no tiene tiempo de encontrar una palabra de consuelo. No nos queda otra cosa, la irreductible certeza de nuestra mortalidad. Podemos aceptar con resignación la muerte que sobreviene después de una larga enfermedad, e incluso la accidental podemos achacarla al destino, pero cuando un hombre muere sin causa aparente, cuando un hombre muere simplemente porque es un hombre, nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado nos encontramos. La vida se convierte en muerte, y es como si la muerte hubiese sido dueña de la vida durante toda su existencia. Muerte sin previo aviso, o sea, la vida que se detiene. Y puede detenerse en cualquier momento.

 

En el prólogo a El cuaderno rojo, el escritor granadino Justo Navarro narra la importancia de las coincidencias en la vida y la obra de Auster: en 1960 o 1961 Paul Auster fue de excursión al bosque con algunos compañeros. Comenzó una tormenta. Auster recordó que “los rayos caían como lanzas”. Encontraron un claro aislado por alambre de púas. Los exploradores se pusieron en fila para pasar bajo la alambrada. Les llegó el turno a los exploradores Ralph y Paul. Cruzaban la alambrada, primero Ralph y después Paul, a medio metro de Ralph: “justo cuando Ralph pasaba bajo la alambrada, cayó un rayo. Ralph se detuvo y Paul pasó a su izquierda. Paul arrastró a Ralph”. Cuando la tormenta concluyó los exploradores se dieron cuenta de que Ralph había muerto. “Si la fila de exploradores se hubiera formado de otra manera, quizá no hubiera existido el escritor Paul Auster.” Así se formó “una idea tan clara de cómo el azar decide de repente la vida y la muerte de las personas, y no hubiera escrito ninguna de las novelas que escribió mucho más tarde. El mundo es un misterio azaroso.”

 

El final

En Baumgartner –su última novela– Auster escribió: “Las personas mueren. Mueren jóvenes, mueren viejas…” Prosiguió: “una vez que empezó a leer las palabras de Anna le pareció oír su voz, que se alzaba desde el papel y se dirigía en efecto a él, a pesar de que hubiera desaparecido, de que estuviera muerta para siempre y nunca le diría otra palabra hasta el fin de sus días.”

Cuando releo al “cazador de coincidencias” (Justo Navarro dixit) me parece oír su voz. Se alza desde la página. Después de la desaparición de Paul Auster –en medio del azar– prevalece su obra, exaltada por el encantamiento y la imantación que caracterizan a cada uno de sus libros l

 

 

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