La muerte de Agustín en el Morro: La otra pérdida que sacudió al ejército en la región de Arica y Parinacota
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12 de Mayo de 2024

La muerte de Agustín en el Morro: la otra pérdida que sacudió al Ejército en la región de Arica y Parinacota

El 27 de abril pasado, la muerte del conscripto Franco Vargas de la Brigada Motorizada N°24 de Huamachuco, en medio de una marcha en un hostil terreno de Putre, remeció al país. Las aristas de lo sucedido en la marcha, la que dejó a 45 de sus compañeros enfermos, salpicaron a 10 funcionarios del ejército, entre ellos el comandante en Jefe de la VI División, Rubén Castillo y al coronel Sebastián Silva, quienes fueron removidos de sus cargos. El fallecimiento de Franco Vargas no ha sido el único que ha remecido al Ejército en la región de Arica y Parinacota: en 2019 el soldado de tropa, Agustín Fernández, murió tras lanzarse desde el Morro de la ciudad. Aquí, sus familiares repasan su historia, critican a la institución castrense y hacen un llamado a los familiares del conscripto fallecido: “Les diría que por ningún motivo dejen de investigar lo que pasó con su hijo”, dice el padre de Agustín.

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La mañana del 27 de abril, un grupo de 245 conscriptos de la Brigada Motorizada N° 24 Huamachuco enfilaba una marcha por los hostiles terrenos de Putre, un escenario en altura y con bajas temperaturas que para los jóvenes soldados -que llevaban dos semanas haciendo el Servicio Militar- resultaba difícil de sortear. 

Varios de los conscriptos que marcharon sufrieron con la actividad, el caso más grave fue el de Franco Vargas, quien sufrió una descompensación y terminó perdiendo la vida. Con el paso de los días, distintas informaciones apuntan a responsabilidades directas por parte del Ejército en la muerte de Franco. Su madre ha señalado que los compañeros de su hijo dicen que sufrió dos desmayos y fue golpeado por sus superiores. 

Según la mujer, su hijo murió de hipotermia. Las versiones sobre la temperatura que había en ese entonces son contradictorias. La madre dice que había -15 grados, mientras que el Ejército señaló que hubo 7,9 grados a primera hora de la mañana. Independientemente de la temperatura, lo cierto es que otros 45 jóvenes terminaron con un cuadro infeccioso. Seis de ellos fueron derivados hasta el Hospital de Arica y otros dos hasta Santiago.

La muerte de Franco Vargas no ha sido la única que ha golpeado al Ejército en la región de Arica y Parinacota. Agustín Fernández, soldado de la Primera Brigada Acorazada “Coraceros”, falleció tras lanzarse de la cima del Morro de Arica en 2019. Sus familiares recuerdan su historia, apuntando a responsabilidades del Ejército en su muerte. 

Para Cristián Fernández, padre de Agustin, la muerte de Franco Vargas reabrió heridas: “Estamos conmovidos con el caso de ahora, pensamos que a lo mejor hubo cosas que no supimos en su momento respecto a nuestro hijo. Es doloroso, nos tiene muy mal”.

La vida de Agustín

No fue una, ni dos, ni tres veces que Agustín Fernández llegó a su casa con un animal recogido de la calle. Esas eran sus mayores demostraciones de afecto y sensibilidad: llegar con perros y gatos, los que sus padres a regañadientes siempre terminaban por aceptar. 

Hoy, en el hogar de su familia, varios gatos pasean por los muebles plagados de fotos de Agustín. Son las crías de una de las gatas que recogió hace al menos diez años. También, en el taller automotriz donde trabaja su padre, se quedó Poroto, un viejo quiltro de mirada triste que nunca se despega del mecánico.

—Son nuestra mayor herencia—, dicen sus papás.

La infancia de Agustín no fue fácil. Antes de terminar octavo básico, su mamá lo cambió de colegio por el bullying que sufría: sus compañeros les escondían y rompían los cuadernos. Pese al cambio, egresó del colegio en 2016 con promedio 5.6 y sin muchos amigos.

Meses antes de su egreso, Agustín no sabía qué estudiar, hasta que asistió a una jornada de captación de la Dirección General de Movilización Nacional. Allí se decidió por hacer el servicio militar: lo veía como una buena opción para forjar su carácter y disciplina. “Te van a hacer cagar, cómo eres tan huevón”, le dijeron sus compañeros.

Una vez acuartelado fue designado a Calama, donde en las primeras campañas recibió la disciplina que esperaba de golpe. Este consentido hijo único, que en esa época bordeaba los 60 kilos, recibió un uniforme talla 52, tuvo que aprender a cocinar y a enterrar sus fecas desierto adentro y solo podía hablar con sus padres unos minutos los días viernes. En esas conversaciones les contaba cómo los militares de mayor rango se comían los chocolates que ellos les mandaban por encomienda. —Están ricos Fernández—, le gritaban mientras los devoraban en su cara.

Sus padres lo fueron a ver apenas la institución aceptó visitas en el regimiento. Viajaron por primera vez en avión, no les gustó la ciudad, ni la apariencia de su hijo, que estaba rojo por el sol, tenía heridas en los brazos y los labios secos. 

Seis meses estuvo Agustín en Calama, hasta que se postuló a la tropa profesional del Ejército. De los 3.715 postulantes de ese año, fue uno de los 1.041 aceptados. En Arica la situación mejoró, o al menos ese creían sus padres, que lo notaban feliz: su hijo se desarrolló como fusilero, se capacitó en mecánica arreglando tanques, se compró un Playstation 4, un auto Honda y, según ellos, dio la orden de disparar al aire en un acto donde el expresidente Sebastián Piñera estaba presente.

Pese a sus éxitos, la verdad es que su hijo estaba angustiado. A mediados de enero de 2019 viajó a Santiago, en las primeras vacaciones que tuvo desde que ingresó al ejército. Allí vio a sus gatos, trabajó con su padre y Poroto en el taller automotriz. Cada una de las noches en las que se alojó en Santiago, como un niño, durmió en la cama de sus padres. Entre medio de los dos.

En Arica, tres meses después de eso, un compañero de la primera Brigada Acorazada “Coraceros” vio a Agustín Férnandez vestido de buzo azul y polera verde subiendo solo y a pie El Morro. No le dio mayor importancia. 

Pasada las 19:40, un llamado alertó a Carabineros. Una persona se comunicó con la central por un hombre con las mismas vestimentas que merodeaba la cima del cerro “con intenciones de lanzarse”. Dos patrulleros llegaron a la cima a las 19:50. 

Pero allá arriba, todo estaba en orden. 

La calma duró solo unos minutos en la cima del morro, la quebró un mensaje de radio recibido a las 19:50 por el suboficial Waldo Contreras y el cabo primero Gabriel Duprat. Agustín se había lanzado mientras ellos subían la cuesta del morro. 

El soldado fue hallado en la costanera en posición cúbito abdominal, además del buzo azul y la polera verde portaba su celular marca Samsung, 49 mil pesos, su carnet de identidad y su tarjeta de identificación del Ejercito de Chile. 

Tenía 0,52 gramos de alcohol en la sangre, pesaba 70 kilos. Por la caída, presentó una fractura en la base del cráneo, se le rompió el cuello, sufrió lesiones contuso-erosivas en el contorno abdominal y múltiples fracturas en los arcos costales bilaterales. Su hígado se desgarró y sus pulmones resultaron con contusiones extensas. Su corazón estaba bien, pesaba 320 gramos. Era un corazón como el de cualquier otro.

Antes de lanzarse Agustín envió tres mensajes, dos de ellos a compañeros del cuartel. 

Extracto Mensaje a compañero 1: “No te quiero ver en cualquier hueva. Te quiero ver en una hueva bacán. Yo sé que por esos tatuajes no puedes seguir adelante en la milicia, pero créeme que en otra hueva demás te las vas a poder. Estudia hace algo (…) Acá en la milicia no vas a ser nada. No te quiero ver cagándote de hambre en 30 años más, yo sé que tú puedes hacer algo más”. 

Extracto Mensaje a compañero 2:  “Adelante compadre, tení que quedar en la Escuela, no puedes no quedar en la Escuela. Es tu futuro, hazlo por mí compadre, hazlo por mí. Recuérdame siempre compadre.  

El tercer y último mensaje de audio fue el más largo de todos. Tenía 12 minutos de duración y en él se despidió de sus padres: 

Extracto mensaje a grupo familiar: Yo no los quiero ver tristes, no los quiero ver fracasar, la vida sigue y ustedes tienen cuarenta años. Adopten un hijo, no se estanquen en mí, yo fui una piedra de paso, una práctica para un mejor hijo que puedan tener, no se estanquen en mí, por favor. Yo fui un fracaso, yo morí como persona hace mucho rato” (…) “Tengo pena cada día, frustración. Júntense ámense, si ustedes no se aman ámense por mí, porque yo los voy a estar mirando, voy a estar mirando todo lo que hacen y yo quiero que sean felices, pase lo que pase, sean felices y no se estanquen en mí. Los amo mucho.  

En el taller, Cristián Fernández no alcanzó a abrir el mensaje. Sandra Molina tampoco escuchó la notificación por el ruido que hacían las aspiradoras de su pequeña empresa de aseo. 

Una hora después de que su hijo se lanzara, la llamaron desde el Ejército. Sandra dice que no recuerda las palabras, solo que el mundo se le vino abajo. Tampoco tiene muy claro el viaje que hizo a Arica, el Ejército financió los pasajes para el velorio y el traslado del cuerpo de su hijo a Santiago. En el cuartel recogieron las pertenencias de Agustín, su uniforme, sus ropas y sus artículos de aseo. Dejaron la consola de juegos allá y no pudieron encontrar una cadena y una tarjeta de crédito adicional que Sandra tenía a nombre de su hijo.

Según el sumario administrativo interno abierto por este caso, se determinó que “la decisión del afectado de quitarse la vida no tiene su origen en alguna actividad del servicio y no está relacionada con éste, no existiendo responsabilidades administrativas que determinar”.  

Para la familia Fernández el Ejército sí tuvo responsabilidades. 

“Todo lo que es trámites para la muerte de Agustín lo hicieron súper bien. Pero yo en este minuto siento que ellos son culpables de la muerte de mi hijo. Pienso que a él nunca le hicieron exámenes psicológicos cuando entró a ser soldado de tropa, él portaba armas”, dice Sandra.

“Ellos se portaron bien, pero no se contactaron nunca más. A nosotros nos ofrecieron de todo, pero hasta ahí quedó. Nosotros mandamos a nuestro hijo sano y ellos jamás se preocuparon de su salud mental. Yo le reprocho a ellos que son inhumanos, son brutos”, añade su marido, Cristián.

En relación a la muerte de Franco Vargas en Putre, el hombre agrega: 

“A los jóvenes les afecta esto. Entrar al Ejército es muy fuerte y ellos no están preparados para salir de sus casas y llegar a eso, es un cambio muy brusco. Yo ahora me cuestiono si algo que no supimos gatilló en todo lo que pasó con nuestro hijo. En el Ejército está todo eso de no demostrar los sentimientos, de quedarse callado nomás. Ahora, lo que yo le diría a los familiares de Franco es que investiguen bien, que se hagan preguntas, que luchen hasta el final, que los culpables paguen. En el caso de mi hijo, el sumario lo hizo el Ejército y creo que ellos deben ir más allá, que se investigue bien. En su caso sí o sí hay culpables”, indica. 

Sobre el caso de Agustín, la última noticia que la familia recibió del norte fue una notificación bancaria en la cuenta de Sandra. Le informaban sobre una compra con la tarjeta que no pudieron encontrar en el cuartel. El movimiento fue en Arica por un monto de 80 mil pesos en juegos de PlayStation 4. Sandra, con un nudo en la garganta, solo atinó a bloquear la tarjeta. Y ya no quiso saber más.

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