Epílogo de la vida de Juan Valverde (y V) | Todas las noticias de Palencia

Epílogo de la vida de Juan Valverde (y V)

Juan Jesús Acosta Pulgar, historiador de Amusco
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Legado del anatomista amusqueño del Renacimiento y alguno de los aspectos más relevantes de su biografía

Epílogo de la vida de Juan Valverde (y V) - Foto: Patricia

Comienzo este capítulo final de la serie dedicada a Juan Valverde comentando uno de los acontecimientos más destacado de la vida del anatomista en todas las biografías por diferentes autores y que fue uno de los que más satisfacción personal parece que pudo producir al amusqueño universal y a todos los habitantes de la villa. En 1558, Valverde obtuvo una segunda bula que le otorgó el papa Paulo IV, en la cual concedía a los miembros de la cofradía de San Sebastián de la ermita de Nuestra Señora de las Fuentes de Amusco los mismos privilegios y exenciones que las otorgadas por otros papas a lo largo de la historia a los visitantes de la iglesia de San Sebastián de Roma.

Los privilegios extraordinarios conseguidos por el anatomista de Amusco demuestran una vez más dos aspectos fundamentales de su vida: la intensa y profunda relación con el papa Paulo IV y el profundo recuerdo y amor a su villa natal. Entre ellos destacan los siguientes: cuantos celebren misa sacan almas del purgatorio, cuantos visiten el altar dando limosna voluntaria ganan cuarenta y siete mil años de perdón, cada domingo ganan remisión de un tercio de los pecados y los perdones e indulgencias como si visitasen las iglesias de Roma y del Santo Sepulcro de Jerusalén y Santiago, se conceden gracias a enfermos y mujeres preñadas, en determinados días de cuaresma los sacerdotes de Amusco podían absolver a cuantos se confesaran por grandes que fueran sus pecados, aún los contenidos en la Bula Apostólica y podían absolver una vez en la vida y otra en el artículo de la muerte como los Penitenciarios del Papa en Roma. Incluso podían anular cualquier juramento y conmutar cualquier voto de religión o castidad según consta en la bula y hacen en Roma y Santiago.
Como se observa, algunos de los privilegios son comparados con los de Roma, Santiago o Jerusalén, lo que nos remarca el acento y la importancia de este documento conseguido por Juan Valverde. Y lo que nos hace reflexionar sobre la profunda relación existente entre el anatomista y la cofradía de San Sebastián de la ermita de su querida villa natal. Otros datos que subrayan la importancia de esta bula es que se compara con las concedidas por siete pontífices a lo largo de la historia a la iglesia de San Sebastián de Roma y que la bula amusqueña será confirmada posteriormente por Pío IV y renovada en 1758.

Una de las polémicas importantes de su vida tuvo que ver con este hecho, en el que los biógrafos de Valverde se dividen en dos posturas diferentes. Los primeros aseguraban que este hecho fue sumamente importante, ya que trajo de vuelta a nuestro protagonista a su villa natal, siendo él quién trajo la misma y la entregó en la citada cofradía de San Sebastián. Otros autores de su biografía discrepan de este hecho y ven complicado que Valverde pudiera acudir a su villa en esos años, puesto que en esos momentos se encontraba inmerso en la segunda de las publicaciones de su tratado anatómico (esta vez en italiano, que se produjo en 1559 en Venecia)y en los múltiples compromisos adquiridos que imposibilitaban un viaje de tal magnitud. No sabemos y tampoco tenemos datos exactos de la fecha en la que muere el gran anatomista. El dato más evidente y registrado es un texto de la citada cofradía amusqueña que en 1602 lo sitúa como muerto en Roma. La mayoría de sus biógrafos señala la fecha de 1588 como tal, razonando el acontecimiento de la siguiente manera. En 1589 apareció una nueva publicación de su Tratado anatómico y extraña de manera importante la falta de dedicación de la obra al inmenso rey español Felipe II, al que había dedicado su segunda edición. Este hecho hace reflexionar que esta edición se produjo una vez desaparecido Valverde, ya que aseguran que si él hubiera vivido en ese año no hubiera permitido tal hecho y que careciera de la dedicatoria al rey de los Austrias Mayores.

Como ha ocurrido ya en la historia de muchos hombres extraordinarios, también se le regateó su valía en el extranjero (y se ocultó por los españoles con notoria injusticia o con malévola intención) como podemos ver en los juicios nada objetivos de Jurdain, Desgenestes y Sprengel, lo que hace decir al historiador Hernández Morejón «que es escandaloso el atrevimiento con que algunos autores escriben sin consultar las obras que critican, y lo que es peor, sin haberlas visto». Pero no debemos sorprendernos porque nunca se hizo, ni se hace ahora tampoco, demasiada justicia a la labor científica española. 

Y termina Morejón diciendo: «olvidan los extranjeros lo que nosotros éramos, cuando nuestros antiguos compatriotas tuvieron que ir a ocupar algunas de las cátedras llevándoles sus obras, principio de su civilización, y con las que prepararon sus adelantos ulteriores, cuando en pleno siglo XVI vemos a las principales naciones de Europa vacilantes aún en los primeros pasos de la ciencia».

A modo de conclusión, entre las grandes aportaciones que podemos destacar de los anatomistas españoles del Renacimiento figuran: ser pioneros en aplicar el método del conocimiento basado en la disección humana y publicar la primera obra de anatomía en París (Laguna); rectificar los errores de Vesalio, dotando a la anatomía de un mayor rigor y exactitud (Guevara, Valverde, Jimeno y Collado); desarrollar la enseñanza vocacional y libre basada en la experiencia personal y directa con la disección humana (Laguna, Guevara, Jimeno y Collado); iniciar los textos ilustrados tipo manual donde las imágenes pasan a ser parte del proceso del conocimiento y el contenido abandona todo lo superfluo (Montaña y Valverde); iniciar el español como idioma científico (Lobera, Montaña y Valverde); e introducir en el lenguaje científico las ideas de claridad, sencillez y rigor que no se acoplan bien al uso del latín (Vasseo, Montaña y Valverde).

También destaco alguno de los hitos y aportaciones tanto de Valverde como de Vesalio a la historia de la ciencia médica: gracias a estos dos grandes protagonistas de la anatomía médica y a sus investigaciones las estructuras del cerebro y sus funciones dejaron de ser totalmente desconocidas para la ciencia. Por ello, y por estas dos grandes figuras, el cerebro dejó de ser el gran desconocido para la ciencia. Apenas estos dos grandes protagonistas de la historia médica han sido reconocidos, ni en el pasado y tampoco en el presente. Para hacernos una idea de la injusticia cometida con estas dos grandes figuras, debemos destacar que apenas a Vesalio se le reconoce en la historia científica y médica con su nombre a un modesto agujero en el esfenoides, aspecto que ni siquiera obtiene el gran médico amusqueño. Y que desde estas letras pido se inicien procesos para corregir esta injusticia especialmente con nuestra figura internacional de la villa de Amusco. 

Quiero ir terminando este episodio con la frase siguiente: La historia tuvo que hacerle sentir como el niño al que aludió Guy de Chauliac en sus escritos. Este cirujano francés de la Edad Media dijo que éramos como niños subidos a hombros de un gigante. Desde esa gran altura podíamos ver todo cuanto el gigante veía y un poquito más. Sin duda alguna, para Valverde, esos gigantes fueron Vesalio y Colombo. Subido a sus hombros pudo ver algo más que sus maestros en cuanto a la forma y la función de las partes que componen el cuerpo humano.

Termino estas líneas agradeciendo a Diario Palentino la oportunidad de poder escribir sobre esta inmensa y oculta figura de nuestra historia y nuestro pasado, y agradecerle su apuesta por ello. Además, como historiador y divulgador de un personaje tan importante de la historia de nuestro país, nacido en mi querida villa de Amusco, estos episodios me han hecho sentir especialmente orgulloso y satisfecho de poder difundir la figura y las inmensas aportaciones médicas y anatómicas de uno de los personajes más relevantes y universales de la historia de Amusco, de Palencia, de nuestra nación española y de la medicina europea y por tanto mundial en el Renacimiento. 

Y quisiera terminar estas letras con mi agradecimiento a los muchos que me habéis felicitado en persona y a los múltiples que lo habéis seguido en el periódico o en sus diferentes ediciones digitales. Y quiero hacer una especial dedicación de esta obra a mis hijos Valeria y Héctor, con los que construyo mi verdadera y apasionante historia personal de vida.



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