Cannes 2024: crítica de «This Life of Mine» («Ma vie, ma gueule»), de Sophie Fillières (Quincena de Cineastas)

Cannes 2024: crítica de «This Life of Mine» («Ma vie, ma gueule»), de Sophie Fillières (Quincena de Cineastas)

por - cine, Críticas, Festivales
15 May, 2024 07:02 | 1 comentario

En esta comedia dramática Agnes Jaoui interpreta a una mujer frustrada que ronda los 50 y que trata de encontrar una salida a una vida cotidiana que se le presenta llena de incomodidades y problemas.

Sophie Fillières falleció en julio de 2023, pocos días después de haber terminado de filmar THIS LIFE OF MINE, su séptimo largometraje. Tenía apenas 58 años. Realizadora de comedias que tuvieron poca circulación internacional (ARRÊTE OU JE CONTINUE es una de las pocas que sí lo tuvieron) y guionista de muchas más, el cine de Fillières se caracterizaba por un tono de comedia dramática, personal, con toques autobiográficos y con personajes femeninos como protagonistas. A modo de homenaje, en cierto sentido, MA VIE, MA GUEULE aparece como apertura de la Quincena de Cineastas de este año. No porque no lo merezca, pero es sin duda un título mucho más mainstream que los que se suelen programar en esa sección.

La película, que terminaron de editar sus hijos Agathe y Adam Bonitzer (Sophie estuvo casada con el también realizador Pascale Bonitzer), tiene como protagonista a Agnes Jaoui en el rol de Barberie Bichette, una woodyallenesca mujer de 55 años, repleta de miedos, inseguridades y una personalidad entre abrasiva y simpática, capaz de pasar de una observación inteligente o graciosa a transformarse en un personaje un tanto irritante para los demás y acaso para ella misma también.

La primera parte de la película la sigue en su vida cotidiana, en su trabajo en una agencia de publicidad de la que se quiere ir, en su terapia, en encuentros con sus hijos (su hija no la tolera, su hijo es todo un personaje también), con viejos amigos a los que no reconoce, con amigas queridas, desconocidos y así. Barberie (todos le dicen Barbie) es frontal, suelta para hablar, es confiada y no se guarda mucho lo que tiene en la cabeza, y eso muchas veces la mete en situaciones incómodas en la calle o en los medios de transporte.

Todo en la vida parece encaminarse a algún tipo de break o de caos y pronto eso sucederá, con consecuencias que será mejor no adelantar pero que le dan al film un toque de ternura y gracia que antes no tenía. Es que, más allá de lo reconocible del mundo neurótico de Barberie, por momentos la cantidad de malos entendidos y contratiempos ante los que Jaoui se enfrenta –y en todos pone alguna cara de circunstancia– terminan volviéndose un tanto repetitivos, modos de comedia un tanto avejentados o en algunos casos hasta faltos de timing.

Hay un deseo, que Barberie quiere cumplir, que de alguna manera termina funcionando como un testamento espiritual de la carrera de la realizadora. Es en medio de la soledad y de la naturaleza, en una pequeña parcela de tierra, en el que la mujer –la protagonista o la directora– sabe que tiene un lugar en el mundo, uno del que descansar de toda esa enorme confusión que es vivir. Quizás Sophie, que ya estaba enferma cuando escribió y dirigió la película, pensó en ese metro cuadrado bajo el cielo como el mejor lugar posible para pasar algo así como la eternidad.