Qué difíciles son las despedidas. Que se lo pregunten a Raúl García, que vivió anoche uno de esos momentos que quedan guardados en la memoria para siempre. El jueves le costó contener las lágrimas; mantuvo el tipo como buenamente pudo en la rueda de prensa de su despedida en San Mamés. Anoche, a pocos metros de allí, esta vez sobre el césped y de nuevo arropado por su familia y el resto de miembros de la plantilla del Athletic, tuvo que repetir el esfuerzo para no llorar. Salió al verde acompañado por su hija y su hijo, Carlos Gurpegi y Patxi Puñal para darse un baño de masas en los prolegómenos del derbi ante Osasuna. La noche venía cargada de emociones, pues una gran representación de socios que en este 2024 han cumplido 50 años con tal privilegio se llevaron la primera gran ovación de la noche, en lo que se entiende como un acierto del club, pues todos ellos disfrutaron de un momento único desde el centro del campo de San Mamés. Después llegó el partido, que pareció lo de menos, para qué nos vamos a engañar. Lo más positivo fue que el Athletic mantuvo ese gen competitivo que le permitió lograr un empate en el tiempo de descuento; lo peor, que, si bien matemáticamente es posible, el punto cosechado entierra sus opciones de jugar la Champions.

El ambiente previo al derbi, con aviso de alerta amarilla por lluvia que no pareció ser para tanto, estuvo algo descafeinado, en la línea de la liga, en la que el mayor atractivo en lo poco que queda por jugarse es saber si el Girona estará en condiciones de ser segundo y privarle al Barcelona de disputar la próxima edición de la Supercopa. Queda también por dilucidar al acompañante del Athletic en la Europa League, a lo que opositan la Real Sociedad y el Betis. Poco más. Pues si el conjunto rojiblanco mantenía un mínimo atisbo de opciones de arrebatarle la cuarta posición al Atlético de Madrid, con el empate logrado ante Osasuna dice adiós a la máxima competición continental. Con el empate, el equipo se queda a cinco puntos de distancia del Atlético de Madrid, que recibe hoy al Celta en su estadio, un campo en el que en 2023 y lo que va de 2024 solo han ganado el Barcelona, en dos ocasiones, y el Athletic.

No hay reproches para el equipo, que sin llegar a realizar un juego brillante, eso sí, con más errores de los habituales, como los que permitieron los dos tantos del conjunto rojillo, mereció mejor fortuna. La faltó claridad en algunos instantes, pese a la inspiración de un extramotivado Iker Muniain, de regreso a la titularidad en liga siete meses después, en su penúltimo partido en San Mamés. Aunque con su habitual entrega, algo que no se cuestiona en este equipo, logró un punto que si bien sabe a poco o a muy poco, le sirve para no perder en San Mamés, un campo en el que solo el Real Madrid se ha llevado los tres puntos esta temporada. Un consuelo, por mínimo que sea, no cabe duda.

Lekue, la sorpresa

Al margen de la presencia de Muniain en el once, que ocupó el puesto del lesionado Sancet, la principal sorpresa en la alineación fue la presencia de Iñigo Lekue en el eje de la zaga. Ante las bajas por sanción de Yeray Álvarez y Aitor Paredes, Ernesto Valverde se decantó por ubicar a Lekue como acompañante de Dani Vivian. Una semana después de pedir a la dirección deportiva que valorara la contratación de un central para la próxima temporada, de decir incluso que se ha jugado con fuego y de tener tiempo para matizar sus palabras en la previa del derbi ante Osasuna, el técnico apostó por el lateral de Deusto en lugar de un central del filial como Unai Egiluz, al que se llevó a la pretemporada a México y al que convocó ayer. Sorprendió, no cabe duda, teniendo en cuenta la condición de club de cantera del Athletic. Pero qué se le va a reprochar a Valverde.

LA CIFRA: 200

Ander Herrera jugó anoche, en el derbi que enfrentó al Athletic y a Osasuna en San Mamés, su partido número 200 en Primera División. El centrocampista bilbaino disputó sus primeros 67 encuentros defendiendo los colores del Zaragoza, equipo en el que se formó desde pequeño, y los 133 con el Athletic.