Reseñas: Capitán América: Marvel Gold: «Sueños Americanos» (1981-1982)

Tras la etapa Stern-Byrne recogida en el tomo precedente a éste, el Capitán América inicia una nueva etapa, ahora sí, con un equipo de autores más persistente en el tiempo. Hablo del guionista J. M. DeMatteis y del dibujante Mike Zeck, a quienes veremos firmando estas páginas a lo largo de varios tomos.

Sin embargo, en esta primera entrega los dos autores todavía no participan en la totalidad de los números. Más que nada en el caso de DeMatteis, porque a Zeck lo tenemos en todos los episodios quitando un fill-in.

De este modo, el presente tomo abre con tres episodios de transición entre guionistas estables. Tres números que se suman a los que cerraban el volumen precedente, también de las mismas características.

Los dos primeros, ya con la novedad de Mike Zeck en el apartado gráfico, tienen a David Michelinie como guionista, aunque no como argumentista, labor que corre a cargo de Chris Claremont y Jim Shooter.

En el primero, el Capitán América se enfrenta al Demoledor, un mercenario armado con un traje lanzallamas metido a incendiario. El segundo es un episodio un poco sensiblero con el Doctor Octopus aprovechando la ocasión para amenizar la fiesta.

Cierra este inicio de tomo un fill-in a cargo de Al Milgrom y Alan Kupperberg. Sobre un dibujo lamentable se levanta una extraña historia de denuncia institucional. El Capi ingresa en la prisión Ryker con el propósito de poner en evidencia su sistema de seguridad.

En definitiva, tres historias de escasa relevancia que no pasan de correctas. Al menos, la segunda de ellas nos deja un regalito que pasará a ser parte ocasional de la acción a partir de ahora, la nueva moto tuneada del Capitán América.

Por lo demás, ningún cambio en el entorno cotidiano de Steve Rogers estrenado hace un par de tomos. Nuestro protagonista sigue en su trabajo de dibujante comercial y en su piso de Brooklyn acompañado de sus vecinos Anna Kapplebaum, Josh Cooper, Mike Farrel y Bernie Rosenthal. Esta última apunta cada vez más a rellenar el hueco vacante en el corazón de Steve.

Ahora sí, ya con la entrada de J. M. DeMatteis en la parte escrita la serie toma rumbo hacia líneas argumentales de mayor alcance.

El nuevo guionista empieza fuerte recuperando algunos de los personajes más emblemáticos e inesperados. En una saga abundante en giros de guion, DeMatteis se trae a dos nombres identitariamente vinculados al protagonista, el Ameridroide y el Nómada. El primero de ellos, un androide gigante con pautas humanas hecho a imagen y semejanza del Capitán América, tampoco hace tanto que se paseó por éstas páginas. Más impacto produce la aparición del Nómada, identidad que asumió temporalmente Steve Rogers en su crisis de identidad más recordada. El otro gran nombre no es otro que Cráneo Rojo, el archienemigo del Capi.

El Cráneo urde una compleja trama para desprestigiar y humillar a la personificación del Sueño Americano. Para ello reúne un ejército de creyentes, la Orden Nihilista, manipula al Ameridroide, y usa al Nómada farsante y la realización de una supuesta película sobre el propio Capi como cebos para nuestro héroe abanderado. Finalmente, todo ello no era más que una tapadera del verdadero plan: tratar la película con un potente hipnótico a través del cual el villano se hará con la voluntad de los televidentes.

Pese a que el guion sea lo suficientemente atractivo y rico en golpes de efecto para mantener nuestro interés, sumado al buen hacer de Mike Zeck, la impresión final es que tampoco te puedes tomar muy en serio la trama.

El plan del Cráneo Rojo es perversamente retorcido, como corresponde a tan despreciable ser, pero considero que le sobra alguna vuelta de tuerca. Y luego, al plano emocional le falta un pulido que lo haga más creíble. Especialmente en la escena de la supuesta cobardía del Capi y en la que el Ameridroide vuelve en sí.

El episodio que sigue es seguramente el más especial del tomo, no en vano es el que le da título. Una extraña historia autoconclusiva en la que la nación americana vive un fenómeno provocado por una máquina conectada a cuatro potentes telépatas. El artífice de ello es un idealista llamado Morgan MacNeil Hardy, presentado anteriormente en Spiderwoman. En la búsqueda y construcción de su América soñada, el tipo crea este artilugio de expansión de ondas mentales cuya capacidad es tal que puede dar un vuelco a la realidad. El resultado es un paseo del Capitán América por escenas de su trayectoria entremezcladas y fuera de toda lógica temporal y espacial.

Una propuesta tan seductora como inverosímil que, en realidad, no es más que un receptáculo para lo que nos quiere exponer DeMatteis: el enaltecimiento del Sueño Americano, y del Capitán América como símbolo de éste, en oposición a la América más racista y reaccionaria. Una propuesta seductora y sorprendente, pero que creo que peca de moralista.

Que J. M. DeMatteis no estaba todavía a pleno rendimiento lo certifica el paréntesis que se toma a continuación. Un hueco de dos números que rellena David Anthony Kraft, escribiendo un arco argumental en el que se trae de invitados a Spiderman y a Nick Furia. El adversario de turno es un cíborg llamado SULTAN, un ex trabajador de SHIELD despedido por Furia que viene en busca de venganza. Kraft y Zeck optan aquí por el entretenimiento y la acción heroica en una emocionante aventura donde no falta cierto tono de colegueo entre los tres protagonistas.

El episodio que cierra este tomo certifica por dónde van los tiros, de momento, en esta etapa guionizada por J.M. DeMatteis. Como ocurre en sus otras líneas argumentales, la de Cráneo Rojo y la de los telépatas, el escritor insiste en mostrarnos las excelencias del Sueño Americano en oposición a quienes quieren dinamitarlo.

El turno esta vez es para otro de los colectivos no creyentes de la imperante sociedad estadounidense, los antisistema.  De este modo, un enmascarado que se hace llamar el Hombre de la Calle, armado con un florete electrificado, se erige en el líder reverenciado por el colectivo, en un relato que termina cayendo en el sermón y el buenismo.

Conclusión.

Un primer tomo que aporta algunas buenas tramas, un magnífico arte de Mike Zeck, aunque también un mensaje algo panfletario.

Lo suficientemente para ser un buen tomo, pero lejos de llegar a cotas resaltables.

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