Lanthimos se aficiona a Emma Stone y repiten criatura en 'Kind of kindness'

Festival de Cannes

Lanthimos se aficiona a Emma Stone y repiten criatura en 'Kind of kindness'

La actriz se vuelve a entregar en completa desnudez de cuerpo y alma a la cámara del cineasta

La imparable 'Furiosa' es todavía mucho más Mad Max (****)

Emma Stone, protagonista de 'Kinds of kindness', en Cannes REUTERS
Oti Rodríguez Marchante

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Con el mismo equipo técnico y artístico de 'Pobres criaturas', el director Yorgos Lanthimos ha hecho 'Kinds of kindness', y más o menos al mismo tiempo, en una especie de aprovechamiento de materiales que convierte al director griego en un profesional del reciclado, en un 'chatarrero del lujo' y en un señor muy listo, además, claro, de un cineasta chalado con mucho ojo para el tratamiento de los residuos mentales y emocionales del ser humano. 'Pobres criaturas' ponía patas arriba cualquier cabeza sana, aunque lo hacía con mucho ingenio y creatividad, y en esta que presenta aquí en Cannes a la sección competitiva no parece mucho más saludable mentalmente. Es su manera de reflejar el mundo: si tienes una idea renegrida, úsala sin esperar a que se aclare.

'Kind of kindness' es, dicho en amanerado, un tríptico, o sea, tres historias independientes e interpretadas por el grueso del equipo artístico de 'Pobres criaturas', con Emma Stone a la cabeza, y Willem Dafoe, Margaret Qualley, Jesse Plemons, Hong Chau… Independientes, pero unidas por esa bacteria perniciosa que convierte en febril el cine de Lanthimos. La primera trata sobre la dependencia total de un hombre entregado a los caprichos de su jefe, o dios, que le marca la vida hasta lo ridículo. En la segunda, ese hombre es un policía que añora a su mujer desaparecida, hasta que regresa y la cosa se pone muy turbia. Y la tercera se ocupa de una secta ridícula y una mujer que busca a alguien con el don de resucitar a los muertos, nada menos.

El tramado de las historias es perfecto y tiene intriga, humor, desparpajo y sordidez. Uno puede plantearse ante ella ese temible 'Y a mí, ¿qué?' puesto que todo ocurre en ese universo de la chaladura, pero es fácil quedarse atrapado en las toneladas de insolencia y en esos golpes de humor (en realidad, no tienen gracia, pero eso lo sabes después de reírte), como ese momento del recuerdo a la mujer desparecida con el marido y la pareja de amigos viendo un vídeo porno de los cuatro (Emma Stone se vuelve a entregar en completa desnudez de cuerpo y alma a la cámara de Lanthimos), o como el accidente de coche, el piscinazo o los paseos en 'gayumbos' bien prietos de Willem Dafoe.

¿Hasta qué punto puede embaucar esta película a los miembros del jurado? Desde luego, está más cerca de Greta Gerwig que de Koreeda, y su carácter de divertimento sin ser realmente divertido y de propuesta profunda siendo más bien ligera la capacita para estar en cualquier sitio entre lo más alto y lo más bajo de la programación y del Palmarés.

Paul Schrader

Competía también por la Palma de Oro la última película de Paul Schrader, un guionista mítico y un chalado no menos importante que Lanthimos. Se titula 'Oh Canadá' y trata sobre el documentalista, Leonard Fife, que antes de morir se compromete a una entrevista televisada en la que contará algunos secretos de su vida ante la cámara y la presencia de su última mujer (Uma Thurman). Está basada en la novela de Russell Banks, autor de 'Aflicción' o 'Dulce porvenir', la primera llevada al cine por Schrader y la segunda por Atom Egoyan. La película es esa filmación, aunque toma la forma de recuerdos (flashbacks) y resulta una confesión algo monótona de su 'escapada' a Canadá para no ir a Vietnam y, sobre todo, una retahíla de sus mujeres, amantes y traiciones. Richard Gere interpreta, cómodamente sentado, al viejo y moribundo Fife, y su papel de joven y pujante lo hace Jacob Elordi.

El cine rumano, imprescindible hace unos años en el panorama festivalero, se ha moderado muchísimo y ha venido a esta edición de Cannes con una película discreta, 'Tres kilómetros para el fin del mundo', de Emanuel Parvu, actor de varias de aquellas películas y directores del 'nuevo cine rumano' y con un asunto que, sí, se puede apreciar impactante dentro de su ambiente social, pero que por el mundo anda ya más ligero que un ciempiés. La homosexualidad y el ajetreo que produce en un pequeño pueblo cuando un joven sufre una agresión y aparecen por allí padres, policía, religión, servicios sociales y todo tipo de trabas, problemas y prejuicios.

A la película le falta pegada, cable para conectar más emocionalmente con el espectador y personajes con más carne dramática, pero es un buen reflejo de eso que dice el título, de que a tres kilómetros, poco más, poco menos, está siempre el fin del mundo.

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