Conciertos en Zaragoza | Crítica de Javier Losilla del concierto 'Laberintos' de Enigma: La primavera y el fin del (su) realismo

MÚSICA

Crítica de Javier Losilla del concierto 'Laberintos' de Enigma: La primavera y el fin del (su) realismo

El concierto de despedida de la 29 temporada de la formación residente del Auditorio de Zaragoza fue una gozosa provocación artística

El concierto 'Laberintos' con el que el Grupo Enigma finalizó su temporada.

El concierto 'Laberintos' con el que el Grupo Enigma finalizó su temporada. / AUDITORIO DE ZARAGOZA

Javier Losilla

Javier Losilla

Desde la colocación de los músicos y el público (los primeros, en el escenario, de espaldas a la platea; el segundo, en los asientos de coro) hasta la elección del programa y su desarrollo, el concierto de despedida de la 29 temporada del grupo Enigma fue una gozosa provocación artística. El surrealismo ha atravesado todas las actuaciones del ciclo, y la de cierre se presentó con el subtítulo de 'Laberintos'. O sea, encrucijada, bifurcación, tránsito por una maraña de músicas liberadoras, rupturistas, perturbadoras. El jazz, por ejemplo, aunque, advierto, fuera del canon que imponen las taxonomías.

La espectacular interpretación de 'Laborintus II', pieza compuesta en 1965 por Luciano Berio (1925-2003), uno de los grandes compositores del siglo XX, puso el punto final a una velada singular. Berio escribió la música de 'Laborintus II' a partir del texto del poeta Edouardo Sanguineti (1930-2010), integrante que fue del Gruppo 63, movimiento de vanguardia surgido en Italia a mediados de los años 60. Sanguineti concibió su obra como un catálogo medieval, y completó su propia creación con fragmentos del 'Génesis', de Dante Alighieri ('Vita nuova', y 'Divina commedia'), Ezra Pound ('Canto XLV: With Usura') y T. S. Eliot ('East Coker'). Y Berio usó todo eso como base estructural de la propia música. Teatral, polisémica, alegórica y, por supuesto, laberíntica, la composición de Berio es un modelo de tensión, de lírica arrebatadora y de explosión tímbrica. Asier Puga, director musical y artístico de Enigma, contó para su desarrollo con 17 músicos (percusiones, arpas, cellos, clarinetes, trompetas, trombones, y flauta), programaciones electrónicas, tres sopranos, un coro de ocho voces y un narrador: el notable Fosco Perinti, quien ya había abordado ese papel en 2009, en la Philarmonie de París (lástima que la potencia de la música engullese algunos de sus recitados).

Polifonía medieval y teatro griego

El coro, mezcla de polifonía medieval y teatro griego, usó con tino todos los recursos de la voz, y los músicos configuraron un palimpsesto de planos sonoros, de recorridos dinámicos, de abrumadoras pulsaciones, extrayendo, a través de una dirección muy precisa, todos los recursos de una obra que bebe tanto de Stravinski como del free jazz. Pero antes…

Antes de ese final apoteósico escuchamos 'Having Never Writtten A Note For Percussión' (1971), una pieza para gong que contrapone el silencio casi absoluto con la ferocidad del sonido y su reverberación, escrita por James Tenney, compositor que Enigma incluyó en la apertura de su ciclo de conciertos; la lectura de un fragmento de 'La máquina blanda', de William S. Burroughs, realizada por el propio Asier Puga (convengamos en que es, afortunadamente, mejor director que lector) y muestras de la escritura 'cut up', en una grabación del propio poeta de la generación beat.

Atmósfera punzante

Y más: 'Transformación' (1956), de Gunther Schuller, creador de lo que se llamó la tercera corriente del jazz, a la que Puga proporcionó una atmósfera más punzante que la mostrada por muy cartesiana, pese a todo, composición original. Y, de entrada, 'Half-Mast Inhibition' (1939), pieza que el gran Charles Mingus compuso cuando tenía 17 años, pero que no registró hasta 1960. Desde el arranque clasicista con el chelo, pasando por los aires orientalistas, el vals y una anticipación del bebop, señalada genuinamente por la trompeta (recuérdese que Mingus escribió 'Half-Mast Inhibition' antes de conocer a Charlie Parker), la interpretación discurrió fluida y robusta, compacta y detallista.

Y así fue (o así lo escuché, que, como diría Borges, viene a ser lo mismo) el laberíntico adiós de una temporada brillante que inició su andadura en enero y concluye ahora, en una primavera no poco surrealista. ¡Bien por Enigma!

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