Por Fernando E. Juan Lima, especial desde Cannes

@fejlima

Los memoriosos traen a colación lo sucedido en el año 1979, cuando Francis Ford Coppola llegó al Festival de Cannes con Apocalipsis now, película en la que se excedió tanto en el presupuesto que tuvo que ofrecer como garantía su casa y su auto e invertir todo lo (no poco) que había ganado con El padrino para terminarla. Estos excesos de dimensiones bíblicas
lo llevaron a tener que declarar la bancarrota con su película siguiente, Golpe al corazón, que había comenzado con la pretensión de ser una obra más pequeña para reponerse de la anterior pero la reconstrucción de Las Vegas en estudios elevó los costos astronómicamente.

En aquel lejano 1979 Coppola había llegado con una versión no definitiva de su operístico acercamiento a la Guerra de Vietnam y la crítica fue implacable con lo que se proyectó en estas playas. Hoy en día la situación ha cambiado radicalmente. El director de La conversación, Drácula y La ley de la calle, ya con 85 años, es uno de los personajes más
reconocidos y queridos por la crítica y el público especializados. Todos aprecian lo que la generación de directores estadounidenses que se hizo famosa en la década del 70 del siglo pasado aportó al cine. Y el caso de Coppola es muy particular por el fenómeno incombustible de la saga del Padrino, reiteradamente votada como una de las mejores películas de la historia del cine en las habituales encuestas que se hacen al respecto.

Megalópolis arribó a las playas de la Costa Azul acompañada por su director y un gran elenco encabezado por Adam driver, Dustin Hoffman, John Voight y Laurence Fishburne. El contacto con Golpe al corazón se advierte en la reconstrucción de una “Nueva Roma” que no es otra que la ciudad de Nueva York y en el abultado presupuesto para una película que encuadra más en el cine-arte que en los tanques que pueden manejar otros números (Megalópolis habría costado 120 millones de dólares).

A diferencia de aquella, la nueva película carece de humor y se reconoce como una fábula. Algo pomposa y por momentos
grandilocuente, en esta se pretende examinar el alma estadounidense marcada por la codicia. La caída del imperio americano se pone en escena con discursos gruesos y subrayados, mas con una construcción visual que tiene grandes momentos. Al menos para la primera función Coppola jugó con la presencia sobre el escenario de un actor que dialoga brevemente con el personaje que interpreta Adam Driver en la pantalla y requirió que la función para la prensa de
los diarios acreditada fuera en una sala IMAX (lo que efectivamente se justifica por la dimensión épica de las imágenes).

Coppola ha dado tanto al cine que muchos se hacen (nos hacemos) un poco los distraídos al momento de reconocer públicamente lo fallidas que han sido sus producciones al menos desde Tetro (2009). Teníamos la esperanza de que Megalópolis marcara un regreso a mejores épocas. No es así. Pero, como corresponde al excesivo Coppola, cuando yerra, lo hace a lo grande.