Bunbury: "La palabra 'bulo' no me gusta, se usa indiscriminadamente para cerrar conversaciones" - Libertad Digital - Cultura
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Bunbury: "La palabra 'bulo' no me gusta, se usa indiscriminadamente para cerrar conversaciones"

LD entrevista al cantante y poeta, que acaba de publicar La carta (Liburuak, 2024), un epistolario en el que responde a sus fans a calzón quitado.

LD entrevista al cantante y poeta, que acaba de publicar La carta (Liburuak, 2024), un epistolario en el que responde a sus fans a calzón quitado.
Enrique Bunbury, grabando 'Greta Garbo'. | Jose Girl

Publica Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) nuevo libro, La carta (Liburuak, 2024), donde plasma el intercambio epistolar que, a través de la newsletter homónima, mantuvo con sus admiradores al poco de que decidiera no volver a girar por culpa de su intolerancia al Propilene Glycol, una sustancia líquida sintética que se utiliza en el humo de los conciertos. El cantante, que ya está preparando la media docena de "Shows únicos" que celebrará entre el 8 de junio (Ciudad de México) y el 6 de julio (en su ciudad natal), responde a sus fans a calzón quitado, sin rehuir de las misivas más desafiantes, exhibiendo sus filias, fobias, certezas y dudas. LD entrevista a un artista que, cuanto más se limita, más se libera, que considera que "hablar antes de tiempo no ayuda a definir, sino a confundir", y que no tiene en su agenda "ningún plan de regreso de Héroes del Silencio". Conversamos:

P: Enrique, ¿cuál es el primer recuerdo de tu infancia?

R: Buff, no te creas que tengo tan buena memoria. Recuerdo que, en la guardería, me peleé con otro niño por un cuento que queríamos leer ambos. También recuerdo los paseos con mi madre de vuelta a casa. Tendría dos o tres años, imagino.

P: ¿Y recuerdas cuándo, por vez primera, una canción corrigió tu mundo?

R: Mi tío nos grabó toda la discografía de The Beatles en casetes y el impacto que tuvieron en mí fue tremendo. Yo tendría, no sé, quizás siete años. Lo que me provocaron sus voces y sus canciones fue un cambio brutal en mi vida. Recuerdo pensar en el impacto que esas canciones tenían en mí y desear con todas mis fuerzas poder provocar algo parecido.

P: ¿A qué correctores recurres más habitualmente y por qué?

R: Hay una serie de artistas a los que recurro cíclicamente y que han sido sustanciales en mi educación musical. Pienso en Elvis, Beatles, Bowie, Dylan, Nick Cave, Tom Waits, Leonard Cohen… Seguro que se me olvida alguno. Luego están los latinos, entre los que están Héctor Lavoe, José Alfredo Jiménez, Roberto Goyeneche, Rubén Blades, Andrés Calamaro, Santiago Auserón…

P: Esto me lo contó el maestro Jesús Quintero: "Recuerdo una vez que una chica se tomó unas pastillas para envenenarse y se echó en su cama, esperando su muerte. Tenía la radio puesta, estaba escuchando El loco de la colina y, en ese momento yo salí haciendo un canto a la vida. Y llamó a la madre, la llevaron al hospital y se salvó". ¿Te ha sucedido algo similar? ¿Alguna vez te ha dicho alguien: "Tu canción, literalmente, me ha salvado la vida"?

R: Sí. En alguna ocasión me contaron historias desgarradoras entre la vida y la muerte. Recientemente, he estado en varias firmas de libros y una chica me contó que, durante una temporada larga en el hospital, tras un accidente, había perdido temporalmente la memoria, pero recordaba canciones mías de principio a fin. Muy conmovedor. También una chica que perdió el oído y ¡siguió acudiendo a mis conciertos! Cuando me la encontré, hace no mucho, después de una costosa operación, había recobrado parcialmente el oído y estaba emocionada ante los nuevos conciertos en los que ¡por fin iba a poder escuchar y disfrutar!

P: ¿Y cómo se queda uno cuando le cuentan algo así?

R: Son historias trágicas con un twist emocionante. Por un lado, es tremendamente triste escuchar que pasaron por una situación tan extrema y dura, aunque el final fuera conmovedor. Depende del contexto en el que me lo contaron, se me saltaron las lágrimas.

P: Me pregunto si las canciones correctoras son como los linces ibéricos: especies en peligro. ¿Qué mundo puede corregir un reggaetonero con disartria?

R: Bueno, no hace falta entrar en las descalificaciones. Yo no soy muy aficionado a algunos géneros, pero quizás determinados artistas que no consideramos ni tú ni yo, conectan de forma especial con otros individuos. Creo que, en los dos miles, cohabitan muchas músicas. Es cierto que el mainstream (principalmente el urban, pop y dance) es una apisonadora que parece no dejar espacio para muchos otros géneros, el noventa por ciento de la música, que se publica en el mundo. Creo que cada año se publican grandes álbumes. Solo es cuestión de permanecer atento y no abandonarte a tu suerte y el dictado del algoritmo, que no es inocente.

P: "Aprendí la lección / cuando no sirve para nada ya". ¿Quien lo probó lo sabe?

R: Supongo que sería interesante vivir la vida como un ensayo y tener la posibilidad de repasar o revivir determinados momentos para hacerlo con cierto conocimiento de causa. Pero hay algo mágico en la improvisación y la sorpresa. Nunca estamos lo suficientemente preparados para lo que nos va a llegar, ni falta que hace.

P: Pero incluso de esas lecciones se puede sacar algo, ¿no?

R: Supongo. Ningún saber es inútil. Y, desde luego, sirven para dar la monserga a tus hijos advirtiéndoles sobre temas en los que no te van a hacer ni puto caso, que es lo suyo.

P: Entre la Ley del Talión y poner la otra mejilla, ¿con qué te quedas?

R: Ojo por ojo y nos quedaremos todos ciegos o, como mínimo, tuertos. La otra mejilla es claramente mejor opción, aunque en principio no te lo pueda parecer.

P: Va una de titulares: "Enrique Bunbury se abre a una reunión de Héroes del Silencio", "Enrique Bunbury dice que Héroes podrían volver", "Bunbury abre la puerta al regreso de Héroes". Todo brota de unas declaraciones tuyas en TVE. ¿Cómo se digiere esto?

R: Con paciencia y humor. Héroes del Silencio nos separamos en el 96 y llevo escuchando lo mismo cada vez que asomo el pico para hablar de mi nuevo proyecto. Intento responder de forma amable sin ser tajante y descortés. Pero lo que dije y lo que se escribió están en mundos paralelos. No hay ningún plan de regreso del grupo, si lo hubiera no estaría liado con un libro, unos conciertos y una grabación de un nuevo disco este verano. Es absurdo.

P: ¿Sabrías decirme cuál ha sido el mayor bulo del que has sido objeto?

R: La palabra "bulo" no me gusta. Es una de esas palabras que actualmente se usan indiscriminadamente para cerrar conversaciones, sin posibilidad de entendimiento, ni argumentación. Entiendo su significado, pero en boca de algunos provoca que, cada vez que escuchamos esa palabra, parezca que esconda todo lo contrario. Con respecto a mí, ha habido algunas habladurías más o menos divertidas. Me gusta esa que decía que había pertenecido al grupo Parchís, que era el rubio de rizos. Supongo que hoy en día, con la Wikipedia, ese rumor tendría las patas más cortas.

P: En La carta (Liburuak, 2024), la comunicación es directa entre el fan interesado y tú. ¿Qué tal la experiencia?

R: Lo importante de la experiencia, en mi opinión, ha sido encontrar una metodología, una manera de escucharnos, entendernos y atendernos, ¡tan del siglo veinte como la correspondencia! Desgraciadamente, otras opciones que nos ofrece la tecnología moderna, como las redes sociales, no facilitan esas opciones. Quizás todo lo contrario: favorecen la lapidación, las burbujas ideológicas y la ley de la jungla.

P: Dices que con los que más has disfrutado es con quien, con educación y buenos modales –lo cortés no quita lo valiente– te ha tocado las pelotas. ¿Por qué?

R: Bueno, esa manera de exponerlo quizás no sea la mía exactamente.

P: Es absolutamente mía.

R: Preferiría utilizar la expresión "quien me retaba". Me gustó escuchar voces discordantes que me obligaban a mejorar la exposición de mi discurso, extendiéndome en explicaciones que facilitaran el entendimiento.

P: En una de estas cartas, dices: "No tengo respuestas a casi nada. Muchas veces he sentido que contestando entrevistas soy un impostor". ¿Qué preguntas te ha sido imposible responder?

R: Cuando estás contestando constantemente a preguntas, en entrevistas formales con la prensa o en este ejercicio de correspondencia con mis seguidores, a veces llegas a la conclusión de que la respuesta correcta a la mayoría de las preguntas sería: "No sé". Pero, de alguna forma, obligarte a reflexionar intentando encontrar algo de sentido a tu entramado de ideas, es un ejercicio sano que te hace crecer y evolucionar en tu sistema de creencias. Cuestionarte gracias a las preguntas que te realizan.

P: Por cierto, ¿cuál es la pregunta que más te haces a ti mismo?

R: ¿Cuál es el sentido de todo esto?

P: ¿Y has encontrado la respuesta –o respuestas–?

R: No. Pero lo que está claro es que leer a los clásicos te da claves.

P: Esta sale de una canción tuya: "¿Está escrito, o no, el destino?". ¿Sí, no, ns/nc?

R: Esa es una pregunta que me hago constantemente. La dicotomía entre el libre albedrío y el determinismo. Sin una figura o entidad creadora, lo lógico sería pensar que nuestra capacidad de elección es absolutamente nula y que ciertos parámetros genéticos, sociales, educativos y de clase, condicionan todas nuestras decisiones.

P: "El futuro es brillante, / me pondré mis gafas de sol". Proyectos no te faltan: disco nuevo, poemario en ciernes…

R: No sé si tan brillante, pero sí que tengo muchos proyectos en marcha. Más o menos conocidos, los "Shows Unicos" que restan en junio y julio (dos en México, dos en USA y dos en España), la grabación del nuevo disco este verano, el vino que sacamos en un mes y un poemario que seguramente saldrá en 2025. No me quejo.

P: En otra carta, escribes: "Si quieres permanecer creativo y ser un artista en activo tienes que tener mucho cuidado con la dedicación que le concedes a la nostalgia". Eres un tipo que, artísticamente, no para de mirar hacia adelante que cuenta con una parte, más o menos notable, de tu público que no para de mirar hacia atrás. ¿Cómo se lidia con eso? ¿Es sano traicionar al público más conservador?

R: No me gustaría considerar la nostalgia exclusivamente desde un ángulo peyorativo. Entiendo que el público disfrute con esas canciones que les traen hermosos recuerdos. Es posible que a mí mismo me ocurra cuando acudo como público a ver a mis artistas favoritos con larga trayectoria. Eso no quita para que, como individuo centrado en el acto creativo, mi visión sea muy distinta y prefiera mirar hacia adelante que hacia atrás.

P: Lo decía porque creo que vivimos en una época en la que la nostalgia es un vicio recurrente, casi un opio del pueblo. ¿Qué opinas de este constante viaje cultural al pasado?

R: Lo conocido entabla menos riesgo que lo por conocer, eso es lógico. Tampoco creo que todo lo que nos propone el progreso, la tecnología o las nuevas tendencias sean maravillosas por sí mismas. Pero, insisto, tengo una necesidad de expresión y comunicación que encuentra mayor satisfacción con los proyectos que tengo entre manos que con la revisión del pasado, independientemente de si mi mejor obra está escrita o por escribir.

P: Reformulo la pregunta, porque benditos sean los viajes culturales al pasado: ¿qué opinas del viaje constante de la industria cultural al pasado?

R: Hay una clave que me parece interesante. Los artistas de los cincuenta y los sesenta, en el mercado latino, apenas pudieron disfrutar de un revival o una revitalización de sus carreras con giras nostálgicas. Son los que se desarrollaron en los ochenta y noventa los que han tenido por primera vez una segunda oportunidad revisitando sus épocas más gloriosas o de éxito. Supongo que eso es debido a que, antes, la música se veía como un pecado de juventud y ahora los mayores de cuarenta son los que tienen el poder adquisitivo para pagar el precio de las entradas, sea a sus hijos o a sus propias escapadas de ocio. No sé si me explico.

P: Para el ámbito musical, sí que recuperaría sin duda una cosa del mundo de ayer: los conciertos sin móviles. Recuerdo que Robe Iniesta paró uno, más o menos así: "O guardáis los teléfonos o voy fuera, cojo un saco de piedras y me lío a pedrás". Oye, fue mano de santo.

R: Eso, para los que disfrutamos de los conciertos antes del ¿2008? es una obviedad. El público es parte sustancial de la ceremonia y si se entretiene grabando y mandando vídeos a su prima o subiendo fragmentos a su red favorita no está participando y se pierde una parte sustancial de la magia de la música en vivo.

P: Vamos acabando, Enrique. En una de mis canciones favoritas, "Los términos de mi rendición", cantas: "Antes era un coloso, ahora un vampiro". ¿Sigues suscribiendo esos versos? En tal caso, ¿cuándo fuiste consciente de esa metamorfosis?

R: No sé. Tengo momentos de debilidad, como cualquier hijo de vecino, en los que puedo pensar que la rabia insolente de la juventud quedó atrás y que, con el paso del tiempo, comienzan a flaquear las fuerzas. Pero, también los tengo en los que me encuentro con la energía en máximos históricos y la creatividad fluyendo como si esto no tuviera fin.

P: Y, para finalizar: en la misma canción, cantas que "que es difícil derrotar / a alguien que no se rinde". ¿Eres, hoy por hoy, ese alguien? ¿Qué tipo de rendición contemplas –si es que contemplas alguna–?

R: Acepto el paso del tiempo y me considero afortunado. Tengo algunas balas en la recámara y espero sorprenderme con algún volantazo inesperado y ojalá, también, haya quien se sorprenda con eso que venga. Rendirme no está en mis planes, pero ya sabes la frase de Lennon: "La vida es lo que ocurre mientras haces otros planes".

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