"Vargas Llosa comió y repitió de mi fabada, y al día siguiente quiso volver a comer fabes" - La Nueva España

Entrevista | Miguel Munárriz Escritor, publica "Empeñados en ser felices"

"Vargas Llosa comió y repitió de mi fabada, y al día siguiente quiso volver a comer fabes"

"Hay que seguir alimentando la imaginación, necesitamos que los medios de comunicación se hagan eco y hagan crecer el valor de la cultura"

Miguel Munárriz. | Pilar Eusamio

Miguel Munárriz. | Pilar Eusamio / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

La memoria de Miguel Munárriz está llena de páginas inolvidables junto a grandes escritores a los que trató. Munárriz (Gijón, 1951), periodista, gestor cultural y socio fundador de la influyente agencia literaria Dos Passos, fue delegado del Principado de Asturias en Madrid y director del Teatro Fernán Gómez. Autor de libros como "Poesía para los que leen prosa" y "La escritura contra el tiempo". Publica ahora "Empeñados en ser felices" (Aguilar) sobra su vida entre libros y libres creadores.

–¿Es usted feliz?

–Ahora sé que siempre me he empeñado en serlo. Y como toda felicidad, va y viene, pero cuando llega es extraordinaria. El título del libro se lo debo a Tito Monterroso, porque con Monterroso y Jacobs todo era cordialidad; hablaban poco y sonreían mucho. Se querían, eso era más que evidente, lo que propiciaba el buen ambiente que reinaba siempre a su lado. Para que la felicidad te toque de vez en cuando hay que practicar la amabilidad con el otro, arrumbar el egoísmo, escuchar y sonreír.

–¿Toda autobiografía es una novela?

–Sí, en el sentido en que escribir sobre lo vivido puede parecerse a una novela, al menos a la novela de una vida, que puede tener, como en casi todas las novelas, una parte autobiográfica. Y de ficción también, puesto que se basa en la memoria y ya sabemos que esta puede ser engañosa, creadora de espejismos. Como dijo Antonio Machado, "también la verdad se inventa".

–Personajes reales y de ficción, ¿tanto montan?

–Para mí ha sido siempre muy importante la ficción que he encontrado en la novela y en la poesía, y, claro, los personajes de ficción han formado parte fundamental de mi desarrollo intelectual y vital, hasta tal punto que, pasado el tiempo, me he hecho muy amigo de Ana Ozores, de Julian Sorel, de Alicia, de Helena en el mar del verano de Gijón…, y he comprendido y admirado en cada nueva lectura a don Alonso Quijano.

–¿Se ha guardado secretos?

–No he contado momentos delicados porque se fundaron en la confianza que, siempre he tenido muy claro, no tengo ningún derecho a desvelar.

–¿Qué le devuelve el espejo de la memoria?

–Una especie de trailer de una larga película cargada de momentos complejos y divertidos.

–¿Hay ajustes de cuentas?

–En absoluto. Este libro lo he escrito como un agradecimiento a lo que me han dado las personas que nombro. En un solo caso cuento lo que de otra manera quedaría enterrado, olvidado, manipulado o tergiversado.

–Se metió a librero sin tener ni idea de libros ni de finanzas.

–De finanzas sigo sin saber nada, aunque de libros sí sabía un poco, pero solo por haber sido un ratón de biblioteca. Recuerdo que en las reuniones con Alfaguara o Taurus, cuando trabajaba en Santillana, se hablaba de la cuenta de resultados. Los libros son una pieza insustituible en el engranaje cultural, desde que el escritor pasa una buena parte de su vida escribiendo la que sueña con que será la mejor historia, el editor apostando por ella, el distribuidor colocando el libro en las librerías, y después, ay, después está la cuenta de resultados, y como yo, en mi romántica juventud, desconocía ese dato fundamental en cualquier empresa que se precie, fracasé rotundamente. Y aquí es donde entra la literatura, porque he pretendido que el lector de este capítulo disfrute esa aventura literaria que tanto me ha enseñado.

–"El libro rojo del cole" le puso nervioso…

–Mucho, fue un momento dramático: Tejero pegando tiros en el Congreso y yo corriendo a retirar algunos libros del escaparate, entre ellos "El libro rojo del cole", que según el coronel golpista Pardo Zancada era Goma-2 para el Ejército. Así estaban las cosas en 1981.

–Ángel González, ¿qué le enseñó?

–Primero a escribir poemas, lo que aún no he conseguido, también a leer con fruición las historias que cuentan sus versos: de amor, sociales, políticos, chistosos… Después, a saber que estamos aquí de prestado, que los amigos son imprescindibles y que hay que saber mirar la vida con distancia y amor.

–Paco Taibo I, ¿irrepetible?

–"No andará otro como él", parafraseando a Cortázar. Era un ser tocado por la gracia que se inventaba la vida cada segundo; divertido, juguetón, amable, generoso… Irrepetible, sí.

–¿Escuece lo que pasó con la Fundación Ángel González?

–No. Ha sido un proyecto ilusionante, un trabajo fatigoso que ha tenido un mal final; en el fondo, como dijo Ortega, ha sido un esfuerzo inútil que nos ha conducido a la melancolía.

–¿De qué autores guarda peor recuerdo?

–No hay un autor de los que están en el libro del que guarde un mal recuerdo; todo lo contrario. Los casos de Valente y de Gamoneda han sido dos insignificancias, y ni siquiera los había conocido.

–A Grass le cantó el "Asturias, patria querida"…

–Esas son las cosas de Juan Cruz cuando fuimos a celebrar con Günter Grass en su casa portuguesa la concesión del premio "Príncipe de Asturias" de las Letras en 1999. Juan le dijo que escucharía más de una vez el himno de Asturias cuando fuese a Oviedo y, que como yo era asturiano, podía entonarlo para que se fuese familiarizando. Me negué, naturalmente, pero como podía quedar muy mal si no lo hacía, me envalentoné: "Que la ponga en el balcón que la deje de poner…", ¡menudo desatino!, pensaría el alemán.

–¿El mundillo literario ha cambiado mucho?

–Se parece muy poco a lo que hemos vivido durante los años de los que hablo en "Empeñados…" Suelo decir que entonces la vida cultural, sin móviles y sin tanta presencia digital, estaba más "ordenada" y los periódicos aún tenían alguna influencia. No quiero parecer nostálgico del pasado. No lo soy, miro hacia adelante pero sin olvidar de dónde vengo.

–¿Aquellos grandes autores habrían usado redes sociales?

–Quién sabe, aunque a mí me parece que no.

–¿Qué lección sacó de sus experiencias como gestor cultural?

–Que hay que seguir moviendo a los escritores, inventando plataformas para que cambien mentalidades asentadas en la rutina. Hay que seguir alimentando la imaginación. Y para eso necesitamos que los medios de comunicación se hagan eco y hagan crecer el valor de la cultura. Pero hay una base para hacerlo posible, y es la educación; de la escuela hay que salir con auténtico interés por la lectura y con ideas para mejorar, con formación científica y humanística. En fin, por lo que estoy viendo, esto es una utopía.

–¿Umbral habría tirado muchos libros actuales a la piscina?

–Sí, bastantes, pero hay que tener en cuenta que Umbral era un experto creador de contenidos, no solo en lo que respecta a sus libros sino también a su propia imagen; un perfecto marketiniano. Umbral era todo un personaje hecho a sí mismo con una potente literatura. Uno de los mejores escritores de periódicos, hijo de Camba, de González-Ruano, de Cela y de Delibes.

–¿Con qué fantasmas organizaría una cena inolvidable?

–Entre los miles de fantasmas que nos rodean organizaría en el reservado de un restaurante de nueva cocina un encuentro con Cervantes y Shakespeare. Como no se conocieron en vida, creo que sería una buena oportunidad para presentarlos, hacer una breve introducción sobre la importancia de la obra de cada uno en este siglo y dejarlos que hablaran entre ellos. Por supuesto, tomaría muchas notas.

–¿Se chupó los dedos Vargas Llosa con su fabada?

–Mientras yo cocinaba, Mario estaba escribiendo en el piso de arriba de su ático de la calle Flora y más de una vez bajó las escaleras elogiando el aroma que llegaba hasta su despacho. Comió y repitió, y aunque éramos diecinueve, aún quedó algo en la olla que tuve que dejar porque Vargas quería volver a comer fabes al día siguiente.

–Nada es igual sin Juan Cueto…

–Juan fue el número uno de la comunicación, un portento de sabiduría, adelantado a su tiempo. Un periodista del futuro. Un filósofo. En "Los Cuadernos del Norte" reunió desde 1980 hasta 1990 los mejores escritores y pensadores el mundo, con artículos sobre literatura, poesía, cine, viajes, arte y música. Y todo sin salir de la periferia, que se decía entonces.

–¿Y ahora qué, señor Munárriz?

–Pues ahora a disfrutar de "Empeñados en ser felices", en ver cómo crece, ojalá, y en seguir hablando de él con cuantos quieran escucharme. En mente hay algo que me ronda y que pronto sabré de qué se trata.

Suscríbete para seguir leyendo