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Alejandro Monteverde, director de “Sound of Freedom”: “Quiero seguir contando historias que remuevan”

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Alejandro Monteverde, director de “Sound of Freedom”: “Quiero seguir contando historias que remuevan”
Alejandro Monteverde

Alejandro Monteverde (México, 1977) acaba de estrenar en España Una mujer italiana (Cabrini), una superproducción sobre la primera santa norteamericana. Con un presupuesto de 50 millones de dólares, este director, productor y guionista, consolida su posición en el mercado internacional después de realizar uno de los taquillazos más sorprendentes de 2023: Sound of Freedom.

— Tu anterior película fue considerada, además de una de las películas más populares del año, “un inesperado éxito en la guerra cultural”, según el crítico norteamericano Tim Grierson de Screendaily. ¿Cómo ves, un año después, la respuesta del público y la controversia mediática que tuvo la película tras su estreno en Estados Unidos?

— Uno pensaría que, después de una película con esa taquilla (ahora mismo estaríamos entre los 300 y 400 millones de dólares), las cosas iban a ser más fáciles para mí. Sin embargo, no es así. Al ser cine independiente, seguimos con las mismas trabas y retos. Es obvio que quiero seguir contando historias que me apasionen, pero más que nada que tengan un significado y un impacto profundo en las audiencias. Relatos que sigan siendo relevantes cuando nos vayamos de esta tierra. El problema más grande que veo en nuestra sociedad, humildemente, es que la gente piensa que es inmortal. Hablamos muy poco de la muerte. Yo la tengo muy presente, y siempre escojo mis proyectos pensando si va a tener significado cuando yo no esté aquí. Y la vida de Cabrini cumplía con ese requisito. Ella en cierta manera es un ejemplo de que una vida se tiene que vivir para los demás. No se planteó su existencia centrada en ella misma, sino en la medida que podía contribuir a la justicia social.

— Muchas veces parece que en el cine y la televisión actuales hay muchas dificultades para encontrar argumentos originales. Sin embargo, las historias de héroes anónimos casi desconocidos como Francesca Cabrini siguen siendo atractivas para el gran público…

— Sí, a mí por lo menos me llamó la atención. Yo no sabía absolutamente nada sobre esta mujer y me fascinó cómo alguien como ella tuvo un impacto tan profundo en la vida de los inmigrantes italianos, no sólo en Estados Unidos, sino también en otros países de Europa o Asia. Esta primera santa americana es casi la santa olvidada.

— A la hora de reflejar a personajes de fuertes convicciones religiosas, hay bastantes estereotipos en el cine y la literatura. Habitualmente, son personajes desconectados de su mundo, de rostro severo y muy poco atractivos tanto humana como espiritualmente. ¿Entre las intenciones de la película estaba mostrar una protagonista con un registro más matizado y verosímil?

— Al cien por cien. Ante todo, quería hacer la película de una mujer. En este caso, ella era monja, pero pudo haber sido dentista o banquero como el protagonista de La lista de Schindler. Yo no quería que su hábito interfiriera en su historia, que es la de una “guerrera” que luchó por aspectos esenciales como la dignidad del ser humano. Ese legado que ella dejó en su época y en tantos países es lo que quería plasmar en la pantalla grande. Ella vivió una vida en cierta manera muy artística –desde luego su vida fue muy operativa–, pero tuvo sueños que trascendían a su época. Por eso decía que el mundo era muy pequeño para lo que ella quería hacer, que era un imperio de esperanza. En ese sentido, era una visionaria que llegó sin nada a Estados Unidos, y que acabó creando una empresa del tamaño de Rockefeller. Pero esos grandes edificios que levantó no eran para ella sino para los que no tenían más que una chabola. Y esa misión de ayudar a los demás, a los que no tienen, creo que es la más noble que puede tener un ser humano.

— Para una película con una protagonista tan presente a lo largo de toda el metraje era muy necesario acertar en el casting. ¿Cómo llegaste a seleccionar a una actriz como Cristiana Dell’Atte, a la que hasta ahora habíamos visto brillar en una serie tan imponente como Gomorra, pero que todavía no había tenido un papel protagonista de cierta relevancia?

— Fue un proceso complejo, porque yo andaba buscando antes que nada una mirada que tuviese esa fuerza y determinación del personaje, pero que también tuviese su amor y ternura. Después de varias audiciones con Cristiana, era la que más nos convencía. Efectivamente, no la habíamos visto como protagonista, y eso podría generar ciertas dudas, pero vi que tenía esas condiciones que buscaba. Creo que acerté, y estoy muy satisfecho del trabajo que ha realizado, que es fundamental para la película.

— Conoces bien a Mel Gibson, que fue uno de los productores de Sound of Freedom. No sé si sabes alguna novedad sobre el proyecto de Resurrección. Desde hace varios años se habla de esta continuación de La Pasión, pero no acabamos de tener una confirmación de inicio del rodaje.

— Lo único que sé es que está muy cercana a producirse. Por lo que escuché, ya está todo preparado para empezar y solo falta un último impulso, pero creo que nos sorprenderán en menos tiempo de lo que pensamos.

— En los últimos años, los cineastas mexicanos han tenido muchos éxitos internacionales. ¿A qué crees que se debe?

La coincidencia en el tiempo de tres cineastas de la misma generación como Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro ha sido fundamental. Para mí habría sido un honor entrar en esa generación que es un poco mayor que la mía, pero me alegro mucho de lo que nos han dejado a los que hemos venido después. El problema es que lo que está desapareciendo ahora mismo es el cine. Esperemos que la gran pantalla no se quede solo en historias de Marvel y superhéroes y podamos seguir contando este tipo de historias de personajes reales que siguen removiendo.

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