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El planeta de los simios: nuevo reino

Título original: Kingdom of the Planet of the Apes
Origen: EE.UU. / Australia
Dirección: Wes Ball
Guión: Josh Friedman, Rick Jaffa, Amanda Silver
Intérpretes: Freya Allan, Kevin Durand, Dichen Lachman, William H. Macy, Owen Teague, Lydia Peckham, Peter Macon, Sara Wiseman, Karin Konoval, Neil Sandilands, Eka Darville, Ras-Samuel, Travis Jeffery
Fotografía: Gyula Pados
Montaje: Dirk Westervelt, Dan Zimmerman
Música: John Paesano
Duración: 145 minutos
Año: 2024


7 puntos


REFLEXIÓN Y AVENTURA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La primera película de El planeta de los simios es de 1968. En silencio, sin necesidad de volverse un evento cultural o generacional a lo Star Wars, esta franquicia ya tiene casi sesenta años entre nosotros. Suponemos que Pierre Boulle ni imaginó en 1963, cuando publicó la novela en la que se basó todo esto, que construiría uno de los conceptos más redituables del cine universal. De todos modos, aquella primera película anticipaba en alguna medida buena parte del cine de gran diseño que llegaría luego, incluso adelantándose -con Charlton Heston a las puteadas- un poco al espíritu pesimista que sobrevolaría a la mayoría del cine norteamericano de los 70’s. Lo cierto es que, si bien uno puede pensar ya en una repetición cansina, lo cierto es que la historia habilita este rizar el rizo constante al galope de cierta bienvenida especulación de la ciencia ficción. Deudora estéticamente de la trilogía de la década pasada, pero con una acumulación de guiños a la película de 1968, esa interconexión entre todas las sagas que componen la gran franquicia es lo que alimenta El planeta de los simios: nuevo reino, el inicio de una nueva serie de películas que parece venir, ahora, a contar la rebelión humana contra el poder de los primates.

A partir de lo hecho en la trilogía Maze Runner, el director Wes Ball nos garantizaba una efectividad en materia de secuencias de acción, pero tal vez un menor peso psicológico y una construcción más llana de sus personajes. Ball cumple. Nuevo reino es una película que se mueve más fluidamente, que funciona mucho mejor a partir de sus secuencias de acción (espectaculares todas) que las películas de Rupert Wyatt o Matt Reeves. Y es tal vez porque busca darle menos peso a la psicología (o tal vez no tiene cómo) que se la nota menos mastodóntica, menos marmórea, más grácil y ligera. Es sí una película menor en cuanto a sus alcances filosóficos, pero en contrapartida gana en el sentido de aventura más propio del viaje que termina emprendiendo Noa, el protagonista: integrante de una tribu de monos entre tantas, su torpeza habilita que los monos malvados arrasen con su comunidad y tenga que volverse un líder a su pesar. O todavía no, porque se sabe que estas películas si tienen un problema es que no terminan de funcionar como piezas individuales y precisan del panorama completo de la franquicia. Por lo tanto, Nuevo reino es un efectivo prólogo que sienta las bases para las próximas películas.

Los guionistas Josh Friedman, Rick Jaffa y Amanda Silver (los dos últimos con experiencia en la trilogía previa de El planeta de los simios; el primero con experiencia en una historia de aniquilación y supervivencia humana como fue Guerra de los mundos) ya trabajaron juntos en Avatar: el camino del agua, y algo de ese viaje de supervivencia con exploración casi observacional de un mundo totalmente artificial se aplica a esta película con un carácter mucho menos introspectivo. Incluso, como en la de Cameron, tardan unos minutos en construir ese universo y en involucrar al espectador. Claro, cuando las piezas funcionan lo hacen perfectamente: y ahí tenemos el último acto de esta película, estructurado notablemente por el guion y ejecutado a las mil maravillas por el director. Esos pasajes en los que confluyen la habilidad para narrar con una visión política sobre el mundo es donde la película (y la franquicia, en definitiva) marca una distancia con el resto del mainstream hollywoodense. Es como si el espíritu lúdico de Rod Serling, guionista de aquella película de 1968, estuviera siempre presente y esa mezcla de estudio sociológico con chapucería de ciencia ficción Clase B le diera a la franquicia condimentos para seducir al espectador. Ball lo logra especialmente en ese último acto y en un final que nos deja con ganas de más.


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