48 horas en Ámsterdam: guía para descubrir la ciudad de los tulipanes en un fin de semana

48 horas en Ámsterdam: guía para descubrir la ciudad de los tulipanes en un fin de semana

Ámsterdam y sus canales.

Roberto Ruiz

Si has estado en Ámsterdam alguna vez ya sabes que es una ciudad para volver en una y mil ocasiones porque tiene infinidad de nuevas caras por descubrir. Y si nunca has estado y estás planeando tu primer viaje, te gustará saber que en un fin de semana podrás hacerte una buena idea de todo lo que la capital de los Países Bajos tiene que ofrecer mientras visitas algunos de sus atractivos más representativos y conocidos.

Ámsterdam combina a la perfección su rica historia con una vibrante escena contemporánea, con sus característicos canales, sus infinitas bicicletas, su arte, sus museos y su atmósfera relajada. Está lo suficientemente cerca como para dedicarle una rápida escapada de 48 horas y lo suficientemente lejos como para dejarnos sorprender por sus contrastes. De manera que, si tenemos suerte con el horario de los vuelos, llegando un viernes por la tarde y recorriendo la ciudad hasta el domingo después de comer tendremos un par de días completos para empaparnos de su ambiente más auténtico.

La ciudad invita a pasear sin prisas, buscando calles tranquilas, caminando sobre adoquines, cruzando canales y levantando la cabeza para disfrutar de la clásica y tradicional arquitectura holandesa, con sus estrechas y altas fachadas de ladrillo salpicadas por contraventanas de colores. Aquello que visitarás durante un fin de semana dependerá mucho de tu ritmo de viaje, cuanto más corras más cosas verás, pero aquí —especialmente aquí— te recomendamos que disfrutes con calma y que saborees bien cada uno de sus rincones.

Viernes por la tarde: canales y toma de contacto

Llegamos a Ámsterdam, nos instalamos en nuestro alojamiento y nos ponemos un calzado cómodo para empezar a caminar cuanto antes. Cuanto más céntricos nos alojemos, mejor, porque es por su núcleo histórico donde empezaremos poco después de aterrizar. La idea es comenzar el fin de semana con una tarde de exploración relajada para ir tomándole el pulso a la ciudad.

Como seguro que sabes, Ámsterdam es famosa por sus pintorescos canales. Esos que se pueden navegar en pequeños barquitos fluviales y de los que cada cierto tiempo se sacan kilos y kilos de bicicletas oxidadas. Porque, aunque acabes de llegar, ya te habrás dado cuenta de que aquí las bicis son el medio de transporte de cabecera, haga sol, llueva o nieve. Ya que te dispones a dar tus primeros pasos por la ciudad ten muy en cuenta que, como peatón, en algunas calles tendrás que cruzar varios carriles: el de las bicis, el de los coches, los de tranvías, otro de coches y otro de bicis; así que conviene andarse con mil ojos y extremar la precaución. 

Los canales más icónicos son los de Herengracht, Keizersgracht y Prinsengracht, perfectos para detenerse a fotografiar sus puentes y comenzar a familiarizarse con las formas de la ciudad, tan sumamente características. Si vas bien de tiempo quizá podrías aprovechar para hacer un pequeño crucero de una hora por los canales de Ámsterdam y después, conforme avance la tarde, poner rumbo al barrio de Jordaan para ir pensando en la cena; una zona de moda conocida por sus pubs y sus acogedores restaurantes, sus boutiques alternativas y sus pequeñas galerías de arte. Cenar stamppot con patata, col, chucrut y carne ahumada, o algo de arenque en escabeche es entrar en la gastronomía de la ciudad por la puerta grande.

Sábado al completo: museos, parques y cosas ricas

El sábado es el gran día y, aunque no queramos abusar del ritmo, hay que prepararse porque hay mucho por delante. Así que lo mejor es tomarse un buen desayuno, contundente, en el que no falten varios tipos de pan, embutidos, queso holandés, huevos cocidos o revueltos, mermeladas y miel. Tras este festín, lo mejor que podemos hacer es empezar a movernos por la ciudad. Nos espera un día lleno de cultura, arte y belleza natural.

Hay muchas opciones para comenzar, pero lo que te proponemos es dirigirte directamente al Museo Van Gogh. En él se encuentra la mayor colección del mundo de obras de Vincent Van Gogh y, además, es el lugar perfecto para conocer de cerca la vida e historia del pintor neerlandés. ¿Te suenan piezas como Autorretrato con sombrero de fieltro gris, Los girasoles, El dormitorio en Arlés o Almendro en flor? Pues esas y más de 200 del célebre artista las encontrarás en este museo. Por si fuera poco también alberga obras de otros pintores contemporáneos como Gauguin, Toulouse-Lautrec, Monet y Bernard. Es recomendable adquirir las entradas de forma anticipada.

Es probable que cuando salgas ya sea hora de almorzar (horario holandés, recuerda), por lo que si queremos seguir las costumbres podemos optar por algo rápido y ligero. El uitsmijter, uno de los platos más populares, es una rebanada de pan de centeno con jamón y huevo frito. Justo lo necesario para coger fuerzas para la siguiente visita.

Tras el de Van Gogh nos espera otro museo, el Rijksmuseum. Está considerado uno de los mejores museos del país y puede presumir de albergar una fantástica colección de cuadros del Siglo de Oro holandés, pero también hay arte egipcio y asiático. Encontrarás algunas de las mejores obras de Rembrandt, Vermeer o Hals, pero también numerosos objetos que nos llevan hasta la Edad Media y una impresionante biblioteca. En el Rijksmuseum no solo hay arte, también hay mucha historia que nos puede ayudar a comprender mejor el pasado de los Países Bajos.

Ahora que hemos cumplido con dos de los más importantes museos de Ámsterdam es momento de desconectar un poco y para eso no hay nada mejor que el Vondelpark, el parque más importante y popular de la ciudad. Este pulmón verde es idóneo para pasear entre flores y lagos, para sentarse a descansar o dar una vuelta en bicicleta. Verás que si hace buen tiempo los locales no dudan en acudir aquí a hacer picnic al aire libre o a practicar deporte.

Cuando comience a caer la tarde es momento de dirigirse a Leidseplein, un animado barrio con intensa vida nocturna que gira en torno a la plaza que lleva su mismo nombre. Aquí vas a encontrar multitud de bares y restaurantes a rebosar, ambientadísimas calles, artistas callejeros que entretienen a los viandantes y tiendas de ropa. Es buen lugar para probar unas salchichas o unas albóndigas acompañadas del típico stamppot, plato tradicional compuesto por puré de patata y verduras aromatizadas con diferentes especias. Si después de cenar quieres salir a tomar algo hasta que el cuerpo aguante no pierdas de vista barrios como Rembrandtplein o el famoso Barrio Rojo, aunque en el propio Leidseplein también encontrarás numerosos pubs. 

Apurando el domingo: Ana Frank y tulipanes

Llegamos al último día de nuestro viaje en Ámsterdam. Si hoy quieres variar puedes optar por desayunar unos pannenkoeken, unas tortitas que pueden ser tanto dulces como saladas, y así no te irás de la ciudad sin haber probado otro de sus platos más típicos. 

La mañana del domingo la podemos dedicar a visitar otro museo —otro, sí—, pero uno totalmente diferente. En este caso se trata de la Casa de Ana Frank, posiblemente uno de los lugares más emblemáticos y visitados de la ciudad. Aquí, en un anexo a esta casa, vivieron escondidos durante la ocupación nazi de la ciudad Ana Frank y su familia junto a otras cuatro personas de origen judío. Entre 1942 y 1944, cuando Ana tenía 13 años, escribió a escondidas varios diarios contando su día a día. Poco después fueron delatados y enviados a campos de concentración. Su padre, Otto Frank, el único de la familia que sobrevivió a los campos, publicó el famoso Diario de Ana Frank unos años más tarde. Si quieres visitar la Casa de Ana Frank y ver el diario original junto a diferentes recuerdos de aquella época hace falta cierta previsión, solo se venden entradas de manera online y es necesario comprarlas con al menos mes y medio de antelación.

La mañana la podemos continuar con un plan que no tiene nada que ver: el mercado de flores flotante de Ámsterdam. Bloemenmarkt, que es como se le conoce, data de 1862 y tiene su origen en los viveristas que llegaban a la ciudad surcando el río Ámstel. Hoy es un mercado fijo que además de ofrecer flores de todo tipo es el lugar idóneo para hacerse con el souvenir más típico de la ciudad: los bulbos de tulipán. También encontrarás zuecos de colores y muchos otros recuerdos pues, dada su belleza en el canal Singel, Bloemenmarkt se ha convertido en un lugar altamente turístico.

Es posible que antes de subirte en el avión de vuelta a casa quieras tomarte algo por el centro de la ciudad, por lo que te recomendamos que te encamines hacia zonas como la Plaza Dam, la Plaza Rembrandtplein y el área de Nieuwmarkt. Aquí vas a encontrar una amplia selección de restaurantes de diferentes cocinas, pero si quieres seguir con lo más auténtico entonces aprovecha la oportunidad para no irte sin antes haber probado unas bitterballen, bolas de carne de ternera empanadas y fritas; una erwtensoep, la sopa de guisantes más típica holandesa; la rookworst, una salchicha ahumada igualmente tradicional; o el kibbeling, bacalao rebozado y frito.

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