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Así fue la estricta educación alemana de la reina Sofía en un internado: disciplina, soledad y malas notas

Author: mujerhoy

Elena Castelló

Doña Sofía de Grecia es la mayor de
sus hermanos, Irene y Constantino, el heredero al trono, fallecido hace casi año y medio, en Atenas.
Sofía fue alteza real desde que nació, la única de las actuales reinas europeas. Nació el 2 de noviembre de 1938 en el palacio de Psychiko, a las afueras de la capital griega. Fue una niña deportista y responsable.

Su infancia estuvo marcada por el exilio, primero en la isla de Creta y después en Alejandría, El Cairo y Sudáfrica. Regresó a Grecia cuando tenía ocho años, en septiembre de 1946. Su tío Jorge II ocupó el trono y, a su muerte,
su padre, el Rey Pablo. La familia se instaló entonces en el palacio de Tatoi, cerca de Atenas. Los juegos en los jardines y bajo los bosques de pinos son algunos de
los recuerdos más felices de doña Sofía. Allí está enterrada hoy su familia.

Pero, ya en su infancia, doña Sofía aprendió lo que era el deber. Apenas veía a sus padres, en aquella época, siempre de viaje por Grecia. Esto formó
el carácter de la reina emérita: cumplir y no quejarse nunca. Además, de
su madre, Federica de Hannover, aprendió el sentido de la solidaridad y la empatía con el sufrimiento ajeno, y de su padre, Pablo I de Grecia, la importancia de la fe religiosa y el interés por todas las creencias.

Pero si ha habido
una influencia decisiva en su vida ésta ha sido la de
la escuela alemana Schule Schloss Salem, donde la emérita pasó tres años en régimen de internado. Doña Sofía tenía 12 años cuando llegó, por primera vez, a este centro, situado en Salem (Alemania), en un imponente castillo, rodeado de naturaleza, y donde se impartía un Bachillerato Internacional, algo poco frecuente en aquella época.
Fue muy difícil para ella separarse de su familia y de su vida libre en Tatoi. En Salem se encontró una escuela mixta en la que convivían chicos y chicas en un ambiente de gran libertad, pero también de mucha responsabilidad.

El fundador era primo de su padre

La propia doña Sofía ha reconocido que no fue especialmente sobresaliente en el estudio, pero para ella fue muy valioso el aprendizaje de aquel colegio alemán, donde entendió, sobre todo,
el valor del compromiso personal. Fue en 1920 cuando el príncipe Maximiliano de Baden, primo de su padre, el rey Pablo, tuvo la idea de convertir el castillo familiar, enclavado en un paisaje idílico, a orillas del lago Constanza, en un centro de enseñanza. Así nació la escuela Schule Salem Schloss, que tiene ya más de 100 años.

Maximiliano de Baden contactó con el pedagogo de origen judío Kurt Hahn, cuyas
ideas educativas suponían una gran revolución en la época. Además de la reina Sofía, también pasaron por sus aulas el Príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, su hermana Irene de Grecia, la esposa del Aga Khan, la begum Inaara, o el príncipe Ferdinand von Bismarck.

Doña Sofía, a la derecha, junto a su madre, la reina Federica, y sus hermanos, Irene y Constantino de Grecia.

Doña Sofía, a la derecha, junto a su madre, la reina Federica, y sus hermanos, Irene y Constantino de Grecia. /

© EFE vía casa real

El director del centro era Jorge Guillermo de Hannover, hermano de la reina Federica, madre de doña Sofía. La institución hoy está considerada como
uno de los centros más selectos de Europa. En los años cincuenta y sesenta, era conocido como «la escuela para reyes».

El prestigioso
UWC Atlantic College, ubicado en Gales, donde está
estudiando el Bachillerato la infanta Sofía y donde lo cursó su hermana la princesa Leonor, pertenece precisamente a la organización educativa internacional Colegios del Mundo Unidos (United World Colleges), creada a partir de la filosofía educativa de Kurt Hahn.

Recibía el mismo trato que las demás alumnas

La directora de la escuela era su tía política, la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca. De esta época se cuentan anécdotas sobre
las travesuras de la reina mérita y de cómo recibía, sin embargo, un trato idéntico al de sus compañeros. «Fue muy útil ir a ese colegio. Daban mucha responsabilidad a los alumnos para que hicieran las cosas bien. Y luego, si no las hacías… ¡peor para ti!», contaba la madre de Felipe VI décadas después, a Carmen Enríquez y Emilio Oliva en el libro «Doña Sofía, la Reina habla de su vida». Y también habló de ello con la periodista Pilar Urbano: «
En Salem me encontré a mí misma. Supe que podía ser seria y alegre a la vez. Respetuosa y bromista. Reservada para ciertas cosas y comunicativa para otras. Descubrí la amistad. Y la rebeldía».

Aquellos años le permitieron a doña Sofía entender la diversidad de orígenes y de opiniones, formar la fortaleza de su carácter, entender la importancia de la disciplina personal y, al mismo tiempo,
desarrollar la libertad de criterio. Allí descubrió la filosofía y el arte, el amor por la fotografía y la música, y la importancia del trabajo intelectual, pero también de la labor humanitaria y la ambición de cambiar el mundo.

El método de Kurt Hahn aunaba el esfuerzo con la independencia. Para ello, había que
seguir las reglas, que eran duras: levantarse a las siete de la mañana y ducharse con agua fría, hacer la cama, limpiar los zapatos y correr por los jardines antes del desayuno. Se fomentaba la frugalidad y los alumnos debían ayudar en las tareas de limpieza. Se practicaba la vela, el rugby, se trabajaba en granjas y se cortaba leña. La reina Sofía ha reconocido que
le costó mucho dejar aquel colegio para regresar a Atenas, donde apoyó a sus padres en sus visitas oficiales y, más tarde, estudió puericultura.

Author: mujerhoy

Elena Castelló

Doña Sofía de Grecia es la mayor de
sus hermanos, Irene y Constantino, el heredero al trono, fallecido hace casi año y medio, en Atenas.
Sofía fue alteza real desde que nació, la única de las actuales reinas europeas. Nació el 2 de noviembre de 1938 en el palacio de Psychiko, a las afueras de la capital griega. Fue una niña deportista y responsable.

Su infancia estuvo marcada por el exilio, primero en la isla de Creta y después en Alejandría, El Cairo y Sudáfrica. Regresó a Grecia cuando tenía ocho años, en septiembre de 1946. Su tío Jorge II ocupó el trono y, a su muerte,
su padre, el Rey Pablo. La familia se instaló entonces en el palacio de Tatoi, cerca de Atenas. Los juegos en los jardines y bajo los bosques de pinos son algunos de
los recuerdos más felices de doña Sofía. Allí está enterrada hoy su familia.

Pero, ya en su infancia, doña Sofía aprendió lo que era el deber. Apenas veía a sus padres, en aquella época, siempre de viaje por Grecia. Esto formó
el carácter de la reina emérita: cumplir y no quejarse nunca. Además, de
su madre, Federica de Hannover, aprendió el sentido de la solidaridad y la empatía con el sufrimiento ajeno, y de su padre, Pablo I de Grecia, la importancia de la fe religiosa y el interés por todas las creencias.

Pero si ha habido
una influencia decisiva en su vida ésta ha sido la de
la escuela alemana Schule Schloss Salem, donde la emérita pasó tres años en régimen de internado. Doña Sofía tenía 12 años cuando llegó, por primera vez, a este centro, situado en Salem (Alemania), en un imponente castillo, rodeado de naturaleza, y donde se impartía un Bachillerato Internacional, algo poco frecuente en aquella época.
Fue muy difícil para ella separarse de su familia y de su vida libre en Tatoi. En Salem se encontró una escuela mixta en la que convivían chicos y chicas en un ambiente de gran libertad, pero también de mucha responsabilidad.

El fundador era primo de su padre

La propia doña Sofía ha reconocido que no fue especialmente sobresaliente en el estudio, pero para ella fue muy valioso el aprendizaje de aquel colegio alemán, donde entendió, sobre todo,
el valor del compromiso personal. Fue en 1920 cuando el príncipe Maximiliano de Baden, primo de su padre, el rey Pablo, tuvo la idea de convertir el castillo familiar, enclavado en un paisaje idílico, a orillas del lago Constanza, en un centro de enseñanza. Así nació la escuela Schule Salem Schloss, que tiene ya más de 100 años.

Maximiliano de Baden contactó con el pedagogo de origen judío Kurt Hahn, cuyas
ideas educativas suponían una gran revolución en la época. Además de la reina Sofía, también pasaron por sus aulas el Príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, su hermana Irene de Grecia, la esposa del Aga Khan, la begum Inaara, o el príncipe Ferdinand von Bismarck.

Doña Sofía, a la derecha, junto a su madre, la reina Federica, y sus hermanos, Irene y Constantino de Grecia.

Doña Sofía, a la derecha, junto a su madre, la reina Federica, y sus hermanos, Irene y Constantino de Grecia. /

© EFE vía casa real

El director del centro era Jorge Guillermo de Hannover, hermano de la reina Federica, madre de doña Sofía. La institución hoy está considerada como
uno de los centros más selectos de Europa. En los años cincuenta y sesenta, era conocido como «la escuela para reyes».

El prestigioso
UWC Atlantic College, ubicado en Gales, donde está
estudiando el Bachillerato la infanta Sofía y donde lo cursó su hermana la princesa Leonor, pertenece precisamente a la organización educativa internacional Colegios del Mundo Unidos (United World Colleges), creada a partir de la filosofía educativa de Kurt Hahn.

Recibía el mismo trato que las demás alumnas

La directora de la escuela era su tía política, la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca. De esta época se cuentan anécdotas sobre
las travesuras de la reina mérita y de cómo recibía, sin embargo, un trato idéntico al de sus compañeros. «Fue muy útil ir a ese colegio. Daban mucha responsabilidad a los alumnos para que hicieran las cosas bien. Y luego, si no las hacías… ¡peor para ti!», contaba la madre de Felipe VI décadas después, a Carmen Enríquez y Emilio Oliva en el libro «Doña Sofía, la Reina habla de su vida». Y también habló de ello con la periodista Pilar Urbano: «
En Salem me encontré a mí misma. Supe que podía ser seria y alegre a la vez. Respetuosa y bromista. Reservada para ciertas cosas y comunicativa para otras. Descubrí la amistad. Y la rebeldía».

Aquellos años le permitieron a doña Sofía entender la diversidad de orígenes y de opiniones, formar la fortaleza de su carácter, entender la importancia de la disciplina personal y, al mismo tiempo,
desarrollar la libertad de criterio. Allí descubrió la filosofía y el arte, el amor por la fotografía y la música, y la importancia del trabajo intelectual, pero también de la labor humanitaria y la ambición de cambiar el mundo.

El método de Kurt Hahn aunaba el esfuerzo con la independencia. Para ello, había que
seguir las reglas, que eran duras: levantarse a las siete de la mañana y ducharse con agua fría, hacer la cama, limpiar los zapatos y correr por los jardines antes del desayuno. Se fomentaba la frugalidad y los alumnos debían ayudar en las tareas de limpieza. Se practicaba la vela, el rugby, se trabajaba en granjas y se cortaba leña. La reina Sofía ha reconocido que
le costó mucho dejar aquel colegio para regresar a Atenas, donde apoyó a sus padres en sus visitas oficiales y, más tarde, estudió puericultura.

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