Como ovejas sin Pastor: LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 14º

martes, 14 de mayo de 2024

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 14º

 

...debes saber que sólo la 
voluntad humana cierra el Cielo


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a la Reina del Cielo: 

               Mamá Reina, heme aquí a Tu lado para seguir Tus pasos al entrar al Templo, y ¡oh! cómo quisiera que mi Mamá tomara mi pequeña alma y la encerrara en el Templo Vivo de la Voluntad de Dios, que me aislara de todos, excepto de mi Jesús y de Su dulce compañía. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija Mía queridísima, cómo es dulce tu susurro en Mi oído al oírte decir que quieres ser encerrada por Mí en el templo vivo de la Divina Voluntad, y que no quieres otra compañía sino la de tu Jesús y la Mía. ¡Ah! hija querida, tú haces surgir en Mi materno Corazón las alegrías de verdadera Madre, y si esto Me haces hacer, Yo estoy segura que Mi hija será feliz, Mis alegrías serán las suyas, y tener una hija feliz es la más grande felicidad y gloria de un corazón materno. 

              Ahora escúchame hija Mía, Yo llegué al Templo sólo para vivir de Voluntad Divina, Mis santos padres Me confiaron a los superiores del Templo, consagrándome al Señor, y mientras esto hicieron Yo estaba vestida de fiesta, cantaron himnos y profecías respecto al futuro Mesías, ¡oh! cómo se alegraba Mi Corazón, después, con valor di el adiós a Mis queridos y santos padres, besé su mano derecha, les agradecí por los cuidados que tuvieron de Mi infancia, y porque con tanto amor y sacrificio Me habían consagrado al Señor. Mi presencia pacífica, sin llorar y valerosa les infundió tal ánimo, que tuvieron la fuerza de dejarme y apartarse de Mí. 

               La Voluntad Divina imperaba sobre Mí, y extendía Su Reino en todos aquellos actos míos. ¡Oh! Potencia del Fiat, sólo Tú podías darme el heroísmo, que si bien tan pequeña, tuve la fuerza de separarme de quienes tanto Me amaban y que Yo veía que se sentían destrozar el corazón al separarse de Mí. 

               Ahora hija mía escúchame, Yo Me encerré en el Templo, y lo quiso el Señor para hacerme extender en Mis actos que debía hacer en Él, el Reino de la Divina Voluntad, para hacerme preparar el terreno con Mis actos humanos, y el Cielo de la Divina Voluntad que debía formarse sobre este terreno, a todas las almas consagradas al Señor. Yo era atentísima a todos los deberes que se acostumbraban hacer en aquel lugar santo, Yo era pacífica con todos, jamás di amarguras ni molestias a ninguno, Me sometía a los servicios más humildes, no le encontraba dificultad a nada, ni a barrer, ni a cocinar, cualquier sacrificio era para Mí un honor, un triunfo, ¿pero quieres saber por qué?. Yo no veía nada, todo para Mí era Voluntad de Dios, así que la campanita que me llamaba era el Fiat, Yo oía el sonido misterioso del Querer Divino que Me llamaba en el sonido de la campanita, y mi corazón se alegraba y corría para ir donde el Fiat Me llamaba. 

               Mi regla era la Divina Voluntad, a Mis superiores los veía como comandantes de un Querer tan Santo, por eso para Mí la campanita, la regla, los superiores, mis acciones, incluso las más humildes, eran alegrías y fiestas que Me preparaba el Fiat Divino, que extendiéndose también fuera de Mí Me llamaba a extender su Voluntad para formar Su Reino en los más pequeños de Mis actos, y Yo hacía como el mar, que esconde todo lo que posee y no deja ver otra cosa que agua, así hacía Yo, escondía todo en el mar inmenso del Fiat Divino, y no veía otra cosa que mar de Voluntad Divina, y por eso todas las cosas me llevaban alegrías y fiestas. 

               ¡Ah! hija Mía, en Mis actos corrías tú y todas las almas, Yo no sabía hacer nada sin Mi hija, era propiamente para Mis hijos que preparaba el Reino de la Divina Voluntad. ¡Oh! si todas las almas consagradas al Señor en los lugares santos hicieran desaparecer todo en la Divina Voluntad, cómo serían felices y convertirían las Comunidades en tantas familias celestiales y poblaría la tierra de muchas almas santas. Pero, ¡ay de Mí! debo decirlo con dolor de Madre, ¿cuántas amarguras, trastornos, discordias no hay?. Mientras la Santidad no está en el oficio que les toca, sino en el cumplir la Voluntad Divina en cualquier oficio asignado a ellas, porque es la pacificadora de las almas, fuerza y sostén en los sacrificios más duros. 

               Ahora préstame atención y escucha a tu Mamá que quiere dividir contigo Su fortuna. Yo continuaba Mi vida en el Templo, pero el Cielo no estaba cerrado para Mí, Yo podía ir cuantas veces quería, tenía el paso libre para subir y descender; en el Cielo tenía mi Familia Divina con la cual Yo ansiaba ardientemente y suspiraba el entretenerme con Ellos, la Divinidad misma Me esperaba con tanto amor para conversar Conmigo, para felicitarse y hacerme más feliz, más bella, más querida a los ojos de Ellos, por otra parte no Me habían creado para tenerme lejana, no, no, querían gozarme como hija, querían escucharme, cómo Mis palabras animadas por el Fiat tenían la potencia de poner paz entre Dios y las criaturas, amaban el ser vencidos por Su pequeña Hija y oírse repetir: "Descienda, descienda el Verbo sobre la tierra".

               Puedo decir que la misma Divinidad Me llamaba, y Yo corría, volaba en medio a Ellos, Mi presencia, porque no había hecho jamás voluntad humana, los correspondía del Amor y de la Gloria de la gran Obra de toda la Creación, y por eso Me confiaban el secreto de la historia del género humano, y Yo rogaba y volvía a rogar que se diera la paz entre Dios y el hombre. 

               Ahora hija mía, tú debes saber que sólo la voluntad humana cierra el Cielo, por eso no le era dado penetrar en aquellas regiones celestiales, ni de tener trato familiar con su Creador, por el contrario, la voluntad humana lo había arrojado lejos de Aquél que lo había creado. En cuanto el hombre se sustrajo de la Voluntad Divina se volvió miedoso, tímido, perdió el dominio de sí mismo y de toda la Creación, todos los elementos, porque dominados por el Fiat, permanecían superiores a él y le podían hacer mal. El hombre tenía miedo de todo, ¿y te parece poco hija Mía que aquél que había sido creado rey, dominador de todo, llegara a tener miedo de Aquél que lo había creado?. 

               Extraño hija Mía, y diría casi contra natura, el que un hijo tenga miedo de su padre, mientras que es natural que así como se genera, se genera al mismo tiempo amor y confianza entre padre hijo, y esto se puede llamar la primera herencia que toca al hijo, y el primer derecho que toca al padre. Así que Adán con hacer su voluntad perdió la herencia de su Padre, perdió su reino y se volvió el hazmerreír de todas las cosas creadas. 

               Hija Mía, escucha a tu Madre y pondera bien el gran mal de la voluntad humana, ella quita los ojos del alma y la hace volverse ciega, de modo que todo es tinieblas y miedo para la pobre criatura. Por eso pon la mano sobre tu corazón y jura a tu Mamá que quisieras morir antes que hacer tu voluntad. Yo, por no hacer jamás Mi voluntad no tenía ningún miedo con Mi Creador, ¿y cómo podía tener miedo si Me amaba tanto?. Y el Reino se extendía tanto en Mí, que con mis actos iba formando el pleno día para hacer surgir el nuevo Sol del Verbo Eterno sobre la tierra, y Yo conforme veía que se iba formando el día, así aumentaba Mis súplicas para obtener el suspirado día de la paz entre el Cielo y la tierra. Ahora, mañana te espero para narrarte otra sorpresa de Mi vida acá abajo. 

El alma: 

               ¡Oh! Mamá Santa, cómo son bellas Tus lecciones, cómo descienden dulces en Mi corazón. ¡Ah! Te ruego que extiendas en mí el mar del Fiat Divino y me lo amuralles alrededor, a fin de que Tu hija no vea y no conozca nada más que Voluntad Divina, de modo que navegando siempre en Ella, pueda conocer Sus secretos, Sus alegrías, Su felicidad. ¡Oh! cuántas veces también yo me sentía con temor, timidez, y como lejana de mi Creador, ¡ah! era mi voluntad humana que reinaba en mí, no la Divina, y por eso yo sentía sus tristes efectos. Si me amas como hija, toma mi corazón entre Tus manos y arroja de mí el miedo y la timidez que me impiden el vuelo hacia mi Creador, y en su lugar pon aquel Fiat que Tú tanto amas, y que quieres que reine en mi alma. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme Me harás doce actos de amor, para honrar los doce años que viví en el Templo, rogándome que te admita en la unión de Mis actos, y pondrás en Mis manos todo lo que sientas de molestia, de temor, de desconfianza, a fin de que te los convierta en Voluntad de Dios. 

Jaculatoria: 

               Reina Mamá, enciérrame en el Sagrado Templo de la Voluntad de Dios.



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