Fahrenheit 451: El saber y la cultura como amenaza incendiaria

 


¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a ¡Amor! ¡Amor! Cultura, sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en los que hoy se debate el pueblo

Federico García Lorca


 

Basada en la novela homónima de Ray Bradbury, el mítico realizador François Truffaut dirigió en 1966 esta excelente película de ciencia-ficción. La protagonizan brillantemente Oskar Werner encarnando a Montag, Cyril Cusak como el capitán y Julie Christie quien interpreta a dos personajes femeninos antagónicos: Linda y Clarisse

 

Fahrenheit 451 nos presenta un futuro en el que están prohibidos los libros, los bomberos se encargan de quemarlos y las personas que los poseen son arrestadas. Y el sistema en el poder utiliza la televisión como medio de adoctrinamiento, manteniendo así aletargada y sumisa a la población con su programación basura. Una distopía que en esencia refleja la realidad de este grotesco e injusto mundo global en el que vivimos





Totalitarismos y saber

 

Los sistemas totalitarios siempre han temido al saber. Desde antiguo, regímenes absolutistas han basado su fuerza y permanencia -entre otros mecanismos- al fomento de la incultura de su pueblo, reyes y emperadores –salvo honrosas excepciones- se constituían como dioses únicos refutando otras visiones de la vida. Esa forma alienante también fue adoptada por muchos poderes religiosos y todo tipo de dictadores de distintas ideologías. Hablo en pasado pero soy consciente de que en la actualidad desafortunadamente el poder –religioso, militar, político e incluso económico- a menudo sigue actuando en contra de la cultura y el saber

 

La historia está llena de saqueos al conocimiento. Sirvan de ejemplo la quema de libros y el asesinato de intelectuales ordenado por Qin Shi Huang en el siglo III a.c. o los numerosos incendios de la Gran Biblioteca de Alejandría que fue profanada en distintas ocasiones y épocas, fue el califa Úmar ibn al-Jattab quien sentenció su desaparición definitiva en el siglo VII apoyándose en la radicalidad religiosa: "Si no contiene más que lo que hay en el Corán, es inútil, y es preciso quemarla; si contiene algo más, es mala, y también es preciso quemarla"

 

Pero la acción anti-cultura característica del poder absolutista lamentablemente también ha estado y está presente en los sistemas “democráticos”. Estos a menudo suelen jugar la baza – tan característica de los regímenes totalitarios- de la manipulación informativa y la desinformación, es sabido y sufrido que en nuestro tiempo se han alcanzado altos grados de sofisticación en el “arte” de la confusión siendo difícil distinguir qué es y qué no es cierto entre tantas publicaciones y opiniones que pueblan el universo mediático, especialmente en el universo internet

 

Como se ha comentado la obra es una distopía que en esencia refleja la realidad de nuestro cada vez más grotesco e injusto mundo global, el de Farenheit 451 es un universo imaginado en el que el poder se impone incendiando otras visiones y en nuestro mundo demasiados gobernantes echan combustible a los fuegos de las discordias intolerantes en vez de apagarlos con la empática comprensión del auténtico líder





Los bomberos

 

Truffaut pone el punto de mira en este cuerpo al servicio del sistema, en este estamento de acción policial represora. Los vemos cual detectives escudriñando todos los rincones de los hogares sospechosos. Observamos la frialdad en su actuar y el placer en su destruir. Se nos muestra repetidas veces la salida de servicio de esos hombres –sintomáticamente ninguna mujer sirve en el cuerpo- que ascienden y descienden por la típica barra característica del oficio, barra que en esta prostitución del quemar es de tonalidad dorada, el simbólico oro del poder

 

Los vemos con sus uniformes negros montados de pie en el rojo fuego del vehículo surcando carreteras y calles, son los esbirros de la autoridad represora. Y en la parte delantera como mirilla que apunta al enemigo el emblema que los define: un dragón que se mira la cola. O el señor del fuego que todo lo observa/controla y a todos dispara, incluso a sí mismo si es necesario porque el sistema –como todo totalitarismo- no se fía de nadie

 

El capitán es el único que va sentado en el coche (salvo el conductor) y es también el único que luce el dragón en su casco. Es él quien encarna ese implacable dragón de fuego que atemoriza a la población disconforme. El hombre está a punto de jubilarse y busca sustituto en su equipo, Montag –nuestro protagonista- es su favorito para el cargo





La sociedad y la familia

 

En esa sociedad distópica las letras han sido casi exterminadas, allí los diarios son anodinos cómics con viñetas sin texto, y las medicinas se identifican por colores. Las letras han cedido protagonismo a los números. Sólo se nombra lo imprescindible, los números sirven para casi todo: rotular calles, identificar personas en los archivos… En este sentido el director francés nos muestra una escuela en la que los niños recitan sin parar tablas de multiplicar más allá del diez. Triste muerte la del cálido contar historias y vivencias en manos del frío contar números, triste sociedad la que nos retrata la obra

 

Montag vive con su esposa Linda, una mujer totalmente integrada en el modo de vida promovido por el sistema. La vemos en casa pendiente de su gran pantalla de televisión hipnotizada por sus programas de contenidos vacíos, y cómo siente que esos personajes sin alma que ve e incluso interactúan con ella son su familia, así se autodenominan ellos y así lo vivencia aparentemente satisfecha. Aparentemente satisfecha porque depende de distintas pastillas para “tirar adelante” en esa degradación personal e incluso se nos muestra como sufre un coma por su desmesurada ingesta

 

Montag no participa en la farsa mediática global y opta por aislarse en su silencio; porque nada más puede hacerse, no hay alternativas en esa sociedad sin alma, o te sumerges en las conversaciones vacuas o callas. Montag transita en ese mundo sin letras con voz callada y mirada perdida, no se adapta plenamente ni se revela…





Miedo versus valor

 

El sistema totalitario de ese futuro se sustenta –como suele ocurrir en los absolutismos- en el miedo, el sistema fomenta el miedo como forma de control y paralelamente tiene miedo a todo –especialmente a los libros, al saber que encierran- e incluso de alguna manera se tiene miedo a sí mismo, al transfuguismo de los ejecutores de ese poder

 

El miedo se bombardea en la omnipresente televisión (¿nos resuena, verdad?), gracias a ella el miedo está profundamente impregnado en la población. Y se nos muestra además el importante papel coactivo que ejerce la denuncia del ciudadano “ejemplar”, el delator que anónimamente incrimina a sus vecinos, amigos o familiares por tenencia ilícita de libros. En esas circunstancias se necesita mucho valor para obrar en libertad

 

Y no sólo se persigue el saber, también es considerado delito el dejarse la cabellera larga, vemos a la gente mofándose de los ciudadanos a los que la policía corta el pelo en plena calle. En ese ambiente represivo -como es habitual- la sexualidad está cerrada bajo llave, se nos muestran personas tocándose levemente o a la misma Linda palpándose tímidamente el pecho en la intimidad de su aseo

 

Y llega un día en el que Montag conoce a Clarisse, una vecina que cuestiona su aparente seguridad, “tú no eres como ellos, cuando te digo algo me miras a los ojos” le dice dándose cuenta de que el aspirante a jefe de bomberos tiene sensibilidad, ella ve lo que los otros –como su esposa Linda- prefieren no ver

 

Y hablando de preferencias, antes de proseguir, para aquellos lectores que no hayan leído o visto esta obra debo advertir que a partir de aquí el análisis contiene spoilers

 

En ese cuestionar, Clarisse aviva la llama (del maltratado fuego creativo por el destructivo fuego unificador de ese universo) de curiosidad que anida en Montag y este empieza a leer esos libros prohibidos. Su primera lectura es David Copperfield de Charles Dickens que se inicia con palabras muy adecuadas a su realidad: “He nacido. Si resultaré ser el héroe de mi propia vida o si esa posición la ocupará otra persona, estas páginas lo demostrarán”

 

Y es que Montag ha nacido a otra vida al seguir su voz interior, al abrir su mente desanimada a las voces de los libros, a sus enriquecedoras historias que le muestran otras visiones del mundo que desconocía por completo. Ese nacimiento cambiará radicalmente su día a día, ya no podrá ser más el inmutable y ejemplar funcionario del sistema. Linda verá con malos ojos ese despertar y decidirá delatarlo tras sus contundentes palabras a las amigas que comparten con ella su anodina vida alineada, el hombre les espeta las verdades que no quieren asumir calificándolas como lo que son: unas “zombis”

 

En una lograda escena se nos muestra a Linda y su reflejo en el gran espejo del baño en el que Montag esconde sus libros, hablan los dos, él le pregunta dónde se conocieron y ella en su adormecimiento no es capaz de recordarlo, “me parece muy triste” –sin duda lo es- responde Montag y justifica su interés por los libros, que es el interés por la vida con mayúsculas: “detrás de cada libro hay una persona, por eso me interesan tanto” le comenta





El Mal como Luz

 

En su penúltimo servicio en casa de una anciana vecina –el último va a ser en su propio hogar por la denuncia de Linda- Montag sufre al ver la rabia con la que actúan sus compañeros destrozándolo todo y lanzando los libros al suelo

 

Y el capitán lo llama para enseñarle satisfecho su hallazgo: la biblioteca del altillo que es la biblioteca secreta que tanto buscaban. Al percibir sus dudas el jefe le suelta un alegato pro destrucción del saber, un discurso que es la voz del sistema, unas palabras que son los argumentos del “Mal” que los atenaza. Y, como suele ocurrir, en ese discurso hay trazas de verdad, verdad que el “Mal” expresa ante la aparente no asunción plena del “Bien”

 

El alegato se basa en el negar la realidad de esas historias contadas en los libros y afirmar que la información que contienen sus páginas preocupa innecesariamente al desinformado ciudadano poniendo como tergiversado ejemplo que saber que el fumar provoca cáncer alteraría al satisfecho fumador y otras sandeces propias de un régimen que cree que los libros hacen a la gente infeliz “les hacen querer vivir de formas que son imposibles” sentencia el veterano bombero

 

Y es ante los libros de filosofía cuando el “Mal” se torna Luz, el jefe de bomberos diserta sobre los filósofos y las corrientes filosóficas afirmando que todos ellos están en el “Sólo yo tengo razón, los demás son un montón de idiotas” Y añade que en general el escritor sólo quiere satisfacer su vanidad, sobresalir, ser diferente, poder mirar a los demás por encima del hombro

 

Entiendo que hay mucha verdad en estas palabras del “Mal”, no solo en la filosofía también en muchos otros ámbitos del saber y la cultura cada pensador tiende a creerse el mejor y a buscar “hacer historia” realzando su diferencia. En este sentido las escuelas de pensamiento a menudo parecen más “chiringuitos” de egos, suele suceder que el alumno de un maestro pronto se siente tentado a ser maestro de una nueva escuela que autocalifica como superior en una interminable espiral de desencuentros egoicos

 

Pero sabido es que al sabio verdadero no le preocupa el reconocimiento sino el saber en sí mismo, el sabio con mayúsculas no necesita “chiringuito” ni laureles, el sabio lo es porque sabe y en ese saber sabe apreciar la sabiduría en todos, por eso no se entrona ni está cómodo en la adulación

 

En esa vivienda que alberga tanta sabiduría, el realizador francés nos ofrece una gran escena en la que vemos a la anciana propietaria sobre la pila de libros que los bomberos van a quemar. La mujer se niega a irse afirmando que esos libros están vivos, le han hablado, lo dice desafiándolos con sonrisa bondadosa y empezando a recitar las alienantes tablas de multiplicar de ese mundo de números sin letras. Y se inmola lanzando una cerilla sobre el combustible derramado por los sicarios del sistema, es bello y muy duro ver cómo los libros se retuercen en las llamas mientras ella satisfecha cae inconsciente, momento en el que se nos muestra el quemar de una imagen de rostro femenino, una simbólica “santa”. Y el cierre de la escena con la impactante toma del fuego ascendiendo por las escaleras

 

Como ocurre en muchas gestas heroicas gracias al “Mal” renace el héroe, es por ese “Mal” encarnado en el capitán por el que Montag decide abandonar su empleo acomodado y hacer algo útil por una sociedad mejor. El “Mal” en su desalmado actuar lo empuja a revelarse y el “Mal” en su verdad revelada le ofrece la oportunidad de darse cuenta del error histórico del “Bien”

 

Así, tras la muerte de la anciana, Montag tiene el valor de presentar su dimisión pero el jefe –antes de aceptarla- le exige que les acompañe a otra misión. Van a su casa, allí ve salir a Linda con las maletas “ya no podía soportarlo más” le espeta abandonándolo a su suerte. Tras el registro, el capitán le ofrece el “honor” de quemar sus libros, pero él antes de hacerlo va directo a quemar la cama matrimonial y la gran pantalla del salón en su rabia acumulada. Y al ser descubierto ocultando un libro se defiende enfrentándose al jefe con su lanzallamas, el capitán acaba quemándose en la hoguera de libros. Montag ya está en el punto de mira del sistema, ahora es un anti-social al que hay que eliminar





Un hilo de esperanza

 

Los ciudadanos sumisos salen como autómatas -así “viven”- de sus casas aleccionados por el sistema a la caza del asesino prófugo. Pero él -bien despierto- logra sortear a los “zombis” para llegar a los bosques de las “gentes libro” donde se refugian las personas escapadas en búsqueda de mayor libertad, allí vive su amiga Clarisse. Los habitantes de esas comunidades han memorizado un libro, cada uno de ellos son un libro que recitan, ellos guardan en sí mismos el saber del mundo que transmiten a su descendencia

 

Hay un hilo de esperanza en esa comunidad de “hombres libro”, así lo expresa uno de ellos: “algún día nos llamarán de uno en uno a recitar lo que aprendimos y así volver a imprimir los libros. Y cuando llegue la próxima era oscura nuestros descendientes harán lo mismo”

Esperanza en un nuevo amanecer, pero como una etapa más del ciclo Oscuridad/Luz sin aparente fin que caracteriza ese universo ficticio, que caracteriza nuestro mundo

 

Tal vez con Montag haya llegado el tiempo de entender esa danza inmemorial y romper el hechizo de un universo que -como nuestro mundo- transita escindido en los contrarios, de momento lo vemos con los demás recitando su libro bajo la simbólica nieve del duro invierno como imagen de la realidad de su presente…

 

Este artículo es la revisión del publicado en el diario CyL








 



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