Opinión

El médico que no quería ser dermatólogo

El prestigioso cirujano Diego González Rivas, uno de los 10 mejores de España según "Top Doctors", es el protagonista del Foro La Región, celebrado en 2017 en la aula de Afundación de Abanca.
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Me marea una gota de sangre y tengo más miedo a las inyecciones que un concursante de reality a las bibliotecas, es por eso que siempre he sentido fascinación por la Medicina e idolatría por los médicos.

En los últimos años un fenómeno curioso ha llamado mi atención: ¿por qué el número 1 del MIR siempre quiere ser dermatólogo? Convocatoria tras convocatoria, promoción tras promoción la Dermatología copa el podio y desplaza a las demás especialidades en los sueños de los jóvenes graduados. Y a un hipocondríaco de libro como yo, no cesa de sorprenderle que ninguno de los mejores estudiantes quiera ser ya cardiólogo, oncólogo o cirujano, por citar solo tres de las salidas históricamente más cotizadas. Huelga decir que hago esta reflexión con el mayor respeto y admiración a la Dermatología y a los dermatólogos; y ya no digamos a los pacientes dermatológicos y a los que padecen enfermedades venéreas (que haberlas, haylas) y más siendo el doctor Eduardo López Bran -el Mbappé de la dermatología española – uno de mis grandes amigos personales.

Pues bien, yo quiero hablar de un médico que siempre quiso ser cirujano, de un galeno que de las aulas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago ascendió a los cielos de la Cirugía Torácica universal. Yo quiero hablar del doctor Diego González Rivas, un coruñés que, como Amancio Ortega, Arsenio Iglesias y a cociña galega, demostró que desde la periferia, desde los finisterres, se puede conquistar el mundo.

En 2010 inventó una nueva técnica para operar el pulmón, Uniportal VATS, una técnica mínimamente invasiva que mediante videocirugía opera con una única incisión y logra reducir enormemente el dolor y el tiempo de convalecencia de los pacientes, un auténtico salto cuántico que cambió la Cirugía Torácica para siempre.

Diego González Rivas es un pionero que, como todos los pioneros, ha pagado el inmenso precio que supone abrir caminos e inquietar los intereses creados, que diría Jacinto Benavente. Su técnica fue atacada: levantó miedos, celos y envidias. Diego sufrió, por ello, en sus carnes el “al suelo que vienen los nuestros” magistral frase del gran Pío Cabanillas, celebrada urbi et orbi y convertida ya en una de las cimas de la anatomía del alma humana.

Diego no se desanimó y pudiendo patentar su técnica y hacerse millonario, prefirió compartirla con otros cirujanos y hacer felices a cientos de pacientes en los cinco continentes. Maravillosa simbiosis entre humanismo y robótica. Maravillosa lección de generosidad y grandeza.

Hoy es el cirujano que ha operado en más países (casi 140) y que opera más que nadie (casi 1000 intervenciones al año). Su carrera es el mejor ejemplo de la ética cervantina:” no es un hombre más que otro si no hace más que otro”. Por eso en China, en el Shanghai Pulmonary Hospital (La Scala de la Cirugía Torácica) es el Lang Lang de los quirófanos.

Pudiendo operar en Nueva York y vivir en Miami, Diego eligió operar en todas partes y vivir en los aeropuertos del Tercer Mundo. Sabe que no hay nada más lucrativo que operar a los seres humanos que tienen los bolsillos vacíos, pero el corazón lleno de vida. Ellos pagan con su mirada humedecida por una catarata de emoción y agradecimiento. Ellos convierten a la Medicina en otra de las Bellas Artes y a los médicos en Dioses.

Diego sabe que nada iguala al poder de sanar, ni siquiera los dividendos y ganancias de una family office o del private equity. Su madre, enfermera, le enseñó de niño que el sumo sacerdocio es paliar el dolor y amar a los enfermos. Y le enseñó, también, los versos de Heinrich Heine: “¿qué siento? lo que yo siento/ lo sienten muchos allí / cuando citan un portento / de infortunio y sufrimiento, / también me citan a mí”.

Y por sentir esa empatía hacia el infortunio y el sufrimiento, este apasionado del surf ha decidido domeñar las olas más difíciles y operar en las playas más inhóspitas del gran océano de la Medicina. Por eso trabaja en los países más olvidados de África, Asia e Iberoamérica.

El número 1 del MIR de 2025 puede que también quiera ser dermatólogo … o no. Como dice siempre el doctor Diego (así le llaman sus pacientes): imposible es nada.

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