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Dos mujeres en el infierno, la competici�n de Cannes se hace valer con las turbadoras propuestas de Agathe Riedinger y Magnus Von Horn

'Diamant brut' (***) y 'The Girl with the Needle' (***) sorprenden por la virulencia y convicci�n con que se acercan al abismo de los 'reality' la primera y de la maternidad la segunda

Trine Dyrholm besa a Vic Carmen Sonne en la presentaci�n de 'The Girl with the Needle'.
Trine Dyrholm besa a Vic Carmen Sonne en la presentaci�n de 'The Girl with the Needle'.SAMEER AL-DOUMYAFP
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El problema de colocar a gente como Elsa Pataky o Chris Hemsworth en una alfombra roja a la vez que se presenta una nueva entrega de Mad Max que llev�bamos casi 10 a�os esperando es que todo lo dem�s queda, por fuerza, en la m�s oscura de las sombras. Y no es justo. O no del todo. La competici�n oficial arranc� el mi�rcoles (la divina extravagancia de Quentin Dupieux proyectada el martes iba por su lado) con dos trabajos ('Diamant brut' y 'The girl with the needle') que, en mundos menos polarizados, habr�an merecido mucho m�s. Los dos son imperfectos, pero su defecto, por as� decirlo, tiene que ver con los riesgos que asumen y las ambiciones a las que aspiran. Y esa forma de imperfecci�n es, se nos ocurre, la m�s perfecta de todas las posibles. El que los dos trabajos est�n protagonizadas por mujeres maltratadas por su tiempo (cada una por el suyo) y que cada uno se aborde desde una gram�tica cinematogr�fica casi opuesta suma.

'Diamant brut' (diamante en bruto) es una pel�cula que desde el primer segundo aspira y busca la visceralidad, la inmanencia, la agresi�n casi f�sica. Y lo hace con una contundencia y convencimiento completamente ajenos al sentido del pudor: todo lo quiere, todo lo prueba. Se cuenta la historia de una mujer de 19 a�os fascinada por lo que podr�amos llamar la cultura de los reality shows. En realidad lo que la mantiene obsesionada no es el programa 'Miracle Island' para el que un buen d�a fue seleccionada, sino la condici�n de posibilidad de ese espacio televisivo: la fama instant�nea, el brillo de lo que brilla, los 'likes', los 'followers' y, en general, lo que arde r�pido y mientras se consuma nos consume.

El equipo de 'Diamant brut' con su directora Agathe Riedinger.
El equipo de 'Diamant brut' con su directora Agathe Riedinger.GUILLAUME HORCAJUELOEFE

La debutante Agathe Riedinger no se permite ni una mirada condescendiente ni mucho menos moral en el sentido malo. La suya es una contemplaci�n de la realidad tan honesta y comprometida como �tica en la m�s responsable de las actitudes. De la mano de una actriz excepcional como es la reci�n llegada Malou Khebizi, la pel�cula se camufla entre las formas y los pliegues del lenguaje de las redes para discutirlo, para desmembrarlo y, para, llegado el caso, imitarlo en aquello que tiene de revelador, que tambi�n. Impacta la expresividad y facilidad con que 'Diamant brut' camina cerca de unos precipicios que conoce. Gusta menos la escasez de un relato detenido en buena medida en la sorpresa que provoca. Pero pese a todo, puede y gana el poder de la belleza enfrentada a la posibilidad de su m�s terrible destrucci�n. Es as�.

El caso de Magnus von Horn es distinto. Es curioso que la pel�cula anterior de este director sueco, 'Sweat' (tambi�n ella a vuelta con la desesperaci�n autoinmune de las 'influencers'), se pareciera tanto a 'Diamant brut'. 'The Girl with the Needle' (La mujer con la aguja) se traslada a la Copenhague de tullidos y pobreza (mucha pobreza) posterior a la Gran Guerra para imaginar un cuento de terror 'dickesiano' inspirado en lo que fue un hecho real. La cinta cuenta la historia de mujer que se gana la vida de forma clandestina buscando familias con posibles a los hijos no deseados de mujeres con vidas sencillamente imposibles. Von Horn propone en un acerado blanco y negro un viaje a las mismas puertas del infierno.

La pregunta que persigue con denuedo 'The Girl with the Needle' es si es posible la inocencia en el vientre en descomposici�n de la bestia. Suena tremendo y, no lo duden, del primer al �ltimo fotograma lo es. De la mano de una actriz descomunal que atiende al nombre de Victoria Carmen Sonne (la vimos en 'Godland'), la pel�cula camina por su particular parada de los monstruos siempre en dif�cil equilibrio entre la belleza casi acad�mica de cada plano y la enorme monstruosidad de lo descrito. Todo funciona en este tremebundo y turbador paisaje hasta que, por momentos, el exhibicionismo esteticista o la fealdad florero (ll�mese como se quiera) hace acto de presencia. Que no son pocas veces. En cualquier caso, puede, de nuevo, la vocaci�n abisal, el amor desconsiderado por el v�rtigo.

Definitivamente, hay vida m�s all� de Mad Max. No mucha debido al apocalipsis, pero la hay.

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