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Amor a lo Schopenhauer: el hijo de Johanna y la madre de Arthur

Cuán miserable ha de tratarte la vida para desear no respirar el aire que respira tu madre bajo la misma atmósfera. De Arthur Schopenhauer (1788-1860) se recuerdan sentencias breves como “Toda la vida es sufrimiento”, que concentra el pesimismo en su más alta y oscura esencia.

También resalta el desprecio por el género humano que provocó que tildase de “humano” a su perro las veces que se portaba mal. O se opina de su atormentada adolescencia, la que lo volvió excéntrico, insoportable y molesto.

Sin embargo, poco, si no nada, se habla de Johanna Schopenhauer (1766-1838), a quien acusó de haber sido una madre horrible.

Según la teoría de conjuntos, se puede decir que Arthur atesoró el sentimiento de misoginia en lo más profundo de su corazón, debido a otro sentimiento aún más abarcador: la misantropía.

Fueron dos episodios traumáticos que determinaron el flujo natural que debió continuar su vida a su temprana edad y, por consiguiente, ensombrecieron su reducida visión del mundo: el sufrimiento humano materializado en gentes moribundas de hambre y libertad, así como la hastiada rivalidad con su madre, a raíz del fallecimiento del padre tras un inadvertido cuadro depresivo.

A la edad de 16 años enrumbó junto con su padre, mercader adinerado, a conocer diversos países de Europa. Era la primera vez que el pequeño Arthur salía de su burbuja de burgués para toparse con la realidad taciturna de quienes vivían en las periferias.

Allí atestiguó las paupérrimas condiciones en las que vivían los indigentes en las calles de Italia, la ejecución pública de prisioneros en la plaza de Londres y el hacinamiento de tripulantes franceses en el puerto de Tolón.

Arthur Schopenhauer

Dicha experiencia, cual designio de un dios demoniaco, marcó su vocación y objeto de estudio años más tarde.

Ingresó a la Facultad de Medicina en la Universidad de Gotinga para investigar el origen del sufrimiento humano desde el marco patológico; empero, al comprobar el carácter metafísico del problema, se trasladó a la Universidad de Berlín para estudiar los cursos de Ficthe y Scheleiermacher.

Como resultado de sus lecturas y aguda crítica, publicó en 1818 “El mundo como voluntad y representación”, su más importante obra, que fue un rotundo fracaso editorial.

Se imprimió un tiraje de ochocientos ejemplares y, al cabo de nueve años, se reutilizó el papel de doscientos libros que no se llegaron a vender. El libro que le generaba más ilusión no solo había pasado desapercibido por el público, sino ignorado por la crítica especializada.

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El otro episodio traumático es defendible desde la privación del proyecto personal. La joven Johanna, de soltera Trosenier, nunca tuvo el apoyo de su padre para dedicarse a las artes, siendo así que a la edad de 19 años no le quedó de otra que casarse con Heinrich Schopenhauer (1747-1805), un cuarentón experto en la exportación e importación de mercancías.

Tuvieron dos hijos, Arthur y Adele, y enviudó a los cuarenta. Nuevamente, por designio de un dios demoniaco, pero esta vez más compareciente, la ahora señora Schopenhauer logró convertirse en la primera mujer en hacer de la escritura su profesión remunerada. A tal punto de codearse y asistir a las mismas tertulias con Goethe.

Aunque hay quienes acusan al suicidio de Heinrich como el suceso traumático más importante en la vida de Arthur, por duro que parezca, este desenlace no fue más que la experiencia mediadora entre el uno y el otro.

Johanna Schopenhauer por Caroline Bardua. (Imagen: Jot Down)
Johanna Schopenhauer por Caroline Bardua. (Imagen: Jot Down)

En gran medida, la ausencia de la figura paterna giró el volante de las vidas de Arthur y Johanna. La razón por la que su padre lo llevó dos años a recorrer Europa fue porque hiciera sus pininos como aprendiz de comerciante. No fue hasta después del entierro que Arthur decide estudiar medicina y filosofía.

Retomando el episodio de rivalidad, durante muchas décadas, fue señalado como “el hijo de Johanna Schopenhauer” debido al éxito de sus libros (“Gabriele” y “La nieve”) y la popularidad que alcanzó en aquella época. Pues Arthur reclamaba a Johanna de buscarle celos y gastarse el dinero de su padre en tertulias y viajes con célebres literatos a razón de encajar en el círculo intelectual.

Esta rivalidad se perennizó cuando Johanna ridiculizó “Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente” (1813), la tesis doctoral de Arthur, al preguntarle si se trataba de un manual para farmacéuticos.

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De inmediato, replicó que su obra se seguiría leyendo cuando de ella ya no quede ni un solo libro en el trastero. La madre, como proyectando el eco de los designios de un dios demoniaco, predijo: “Sí, pero de tu libro todavía se venderá la primera edición entera”.

De todo lo narrado se pueden obtener dos importantes especulaciones. La primera es sobre la incompatibilidad de personalidades: por un lado, la picardía de Johanna se debía a la meta trazada de niña que cumplió de adulta; por otro lado, el enfado de Arthur fue el resultado de una larga lista de indiferencias (sin contar la vez que empujó a una anciana por las escaleras de su edificio y casi le provoca la muerte).

La segunda es sobre el poder premonitorio que contienen las palabras: ni la madre ni el hijo se equivocaron respecto a la obra del otro; dos siglos después a Arthur ya no se le conoce como “el hijo de Johanna”, pero a Johanna sí como “la madre de Arthur”.

Luis Quispe Palomino
Luis Quispe Palomino
Luis Quispe Palomino (Barrios Altos, 1999). Estudia la carrera de Derecho en la Universidad Privada Antenor Orrego. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en las revistas Los Contemporáneos (México) y Taquicardia (Trujillo). En 2020 inauguró el proyecto Disicultura, el cual se ha convertido en la primera editorial de textos de no-ficción, de forma autogestionada, de La Libertad. Actualmente, se desempeña como docente de Lenguaje y corrector de estilo. Reside en Laredo.