Zunzunegui, rescatado - Faro de Vigo

Zunzunegui, rescatado

Se publican en un mismo volumen algunas narraciones breves y su novela “El mundo sigue”, adaptada al cine por Fernando Fernán Gómez

Juan Antonio de Zunzunegui

Juan Antonio de Zunzunegui / FDV

Gracias a la excelente labor de la editorial Biblioteca Castro tenemos la oportunidad de recuperar a autores olvidados cuya obra merece volver a ser leída, no sólo por su calidad literaria sino a veces también por el vigor y la vigencia de sus propuestas. Uno de los últimos rescates de esta editorial ha sido el escritor Juan Antonio de Zunzunegui, autor de veinticinco novelas, diez libros de relatos, seis obras de teatro y numerosos artículos en la prensa diaria y en las revistas literarias de la época, y hoy prácticamente en el olvido. Biblioteca Castro acaba de publicar en un volumen su novela larga “El mundo sigue” y algunos de sus mejores relatos de “La poetisa. Cuentos y patrañas de mi ría”.

La biografía de Zunzunegui atraviesa el siglo XX (nació en 1900 en Portugalete y murió en Madrid en 1982), testigo de la monarquía de Alfonso XIII, la Segunda República, la guerra civil, el franquismo y los primeros años de la transición política. Procedente de una familia de la burguesía industrial, propietaria de astilleros en Bilbao, Zunzunegui fue el único varón de siete hijos. Después de unos años de formación con los jesuitas, siguió la carrera de Derecho en Deusto, menos por vocación que por complacer a un padre que pensaba en él como futuro heredero de sus empresas, aunque animó su carrera de escritor financiando en 1926 “Vida y paisaje de Bilbao”, lo primero que publicó. En su tierra natal tuvo amistad con la familia de José María de Areilza, y durante sus años en la Universidad de Salamanca conoció a Miguel de Unamuno, cuyas influencias condicionaron toda su obra, si bien son también explícitas las de Galdós y Baroja. Su llegada a Madrid para terminar la carrera iba a cambiarle la vida y a orientar su actividad hacia el mundo del periodismo y la literatura, en una ciudad en la que encontró un ambiente propicio en las tertulias de aquellos años, sobre todo las de los cafés Lyon d’Or y Gijón, pero que ya era también escenario de los enfrentamientos políticos que derivaron en guerra civil. Publicó sus artículos en periódicos como “La Noche” de Santiago de Compostela, “El Pueblo Vasco” o “El Noticiero Bilbaíno”, firmando con el seudónimo Zalacaín como homenaje a Pío Baroja. Su primera novela, “Chiripe”, publicada en 1931 con prólogo de Unamuno, se inspiró en sus experiencias como jugador de fútbol.

Escultura en homenaje a Juan Antonio de Zunzunegui

Escultura en homenaje a Juan Antonio de Zunzunegui / FDV

Cuando estalló la guerra fue identificado como falangista por su amistad con José Antonio Primo de Rivera, y se vio obligado a refugiarse en la embajada de México en Madrid y a exiliarse durante un tiempo en Francia, de donde regresó a San Sebastián para colaborar en “Vértice”, la revista literaria de tendencia falangista. Allí conoció a Antonio Tovar y a Rafael Sánchez Mazas, a quienes admiraba. Se le incluye en la llamada promoción literaria del 36, con Ignacio Agustí, Cela y Torrente Ballester. Aunque ya estaba terminada, no pudo publicar su segunda novela (“El chipichandle”) hasta 1940, después de la guerra, a la que siguió una trilogía con ribetes autobiográficos ambientada en el País Vasco: “¡Ay… estos hijos!”, “El barco de la muerte y “El hijo hecho a contrata”.

A partir de entonces su producción novelística fue muy fructífera, simultánea además con sus colaboraciones en las revistas “Correo Literario” y “Mundo Hispánico”, en las que ejercía la crítica literaria. Trabajador constante, una caricatura en la “Estafeta Literaria” lo presentaba como un albañil colocando ladrillos. Fue Premio Nacional de Literatura en 1948 con “La úlcera” y en 1962 con “El Premio”, precisamente una crítica a los concursos literarios (en 1952 había retirado del Premio Planeta su novela “La vida como es” por discrepancias con los métodos del jurado). Presumía de haber escrito más páginas que Balzac, cuya “Comedia humana” formaba parte de su extensa biblioteca. Su prestigio en el mundo de la cultura creció gracias a la adaptación al cine que Fernando Fernán Gómez hizo de “El mundo sigue”. La película fue estrenada en 1965 en una única sala de Bilbao, y la censura impidió su divulgación hasta que en 2015 fue recuperada del olvido. Hoy la crítica la considera como una de las diez mejores películas de la historia del cine español. “El mundo sigue” es la novela que se recupera en este volumen de Biblioteca Castro.

Asentado definitivamente en Madrid, ya no volvió al País Vasco, y a la muerte de su padre en 1947 llevó a su madre a vivir con él en la capital. En el prólogo a “Mis páginas preferidas” escribe: “Al morir mi padre yo me vine a Madrid a ser novelista. Mi niñez, adolescencia y juventud han sido confortables y muy holgadas. Desde 1958, gracias a la literatura, soy un orgulloso nuevo pobre”. Se casó en 1958 con Teresa Marugán y viajó a los Estados Unidos, México y Centroamérica. Aunque mantuvo un cierto distanciamiento con el franquismo hasta donde se podía (pidió públicamente la abstención en el referéndum franquista de 1966), sus inclinaciones ideológicas, más cercanas al falangismo, no lo libraron de sufrir la censura de algunas obras como “No queremos resucitar”, “Una mujer sobre la tierra” o “El don más hermoso”. Los temas de sus novelas, que enlazan con la narrativa del XIX, abarcan desde el fútbol, el mundo de la droga y la ludopatía, a la religión y los ambientes de la alta burguesía, clase de la que criticaba su hipocresía y su ambición de acumular bienes para procurarse placeres efímeros. En estos ámbitos sitúa una rica galería de personajes, representantes de los vicios y las ambiciones de la época. Su crítica se extendía a “los poderosos banqueros y mercaderes que engordan sus riquezas” y a la falta de valores morales tanto en la aristocracia y la burguesía como en el pueblo. Con un estilo próximo al costumbrismo, fue uno de los mejores cronistas literarios del Portugalete y el Madrid de la posguerra.

Juan Antonio de Zunzunegui fue nombrado miembro de la Real Academia Española en 1957 para ocupar el sillón vacante de Pío Baroja, aunque no leyó su discurso de entrada hasta 1960. No llegó a ver publicada su última novela, “De la vida y de la muerte”, editada dos años después de su fallecimiento el 31 de mayo de 1982. Siguiendo su voluntad, descansa en el cementerio de Portugalete.