Becky
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En esta reseña nos adentramos en una película que triunfó a base de hacerse un hueco en el VOD y el mundo de los festivales de cine. El boca a boca la fue empujando hasta convertirse en un título con cierto eco y popularidad. Hoy vamos a conocer a una chiquilla eternamente enfadada. Se llama ‘Becky’ y si la tocas te mata.

“Érase una vez una niña que tenía un ricito justo en medio de la frente. Cuando era buena era muy muy buena… pero cuando era mala era terrible” (Becky)

Crítica de Becky

Esta fue la tercera película dirigida por el dúo formado por Jonathan Milott y Cary Murnion. Y, nuevamente, se centran en la fuerza de los niños para aplastar a sus mayores (en este caso, una adolescente). Esto es algo que ya hicieron en la disparatada ‘Dulces criaturas’ (2014), pero a otro nivel y con un virus de por medio. Aquí no hay virus que valga y es “solo” el dolor, la rabia y el rencor de una chiquilla las características que la convierten en imparable. Esa chiquilla se llama ‘Becky’ y lo que trae consigo es una venganza absolutamente sangrienta.

El estilo de filmación que Milott y Murnion emplean bebe mucho de los films independientes que se presentan en festivales cools. Hay varias escenas de ese estilo en ‘Becky’, sobre todo al principio (la imagen de ella sentada junto a una señal, los recuerdos de su madre,…). Posteriormente, ambos realizadores hacen uso de toda la casquería del cine de género para que nos demos un auténtico festín los amantes del gore, la violencia y la sangre. Y, precisamente por esto, el film consiguió una estupenda nominación a la mejor película en el Festival de Stiges 2020.

La trama es simple y empieza como la típica película de invasiones domésticas. Así pues, vemos como una banda de reclusos recién fugados asaltan la casa de campo de una “tranquila” familia para hacerse con un objeto preciado. Nada que no hayamos visto antes. Sin embargo, se produce un giro brutal a este típico planteamiento entregándonos a una chiquilla que desencadenará una ira tremebunda contra los criminales. Por buscar un parecido con otras películas podría citar los casos de Tú eres el siguiente (Adam Wingard, 2011), o una brutalísima imitación campestre de ‘Solo en casa’ (Chris Columbus, 1990). Por cierto, acabo de decir que los delincuentes buscan un “objeto preciado”. Ese objeto es una llave y ejerce como una especie de Macguffin con un misterio similar al del maletín de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).

Si por algo destaca ‘Becky’ es por sus salvajes escenas de acción. Aquí nadie se corta un pelo y se ha ido a saco con gore por un tubo. En pantalla veremos cuellos atravesados a patadas con reglas de pupitre, ojos sacados con llaves y cortados con cuchillos, cabezas decapitadas y partidas por la mitad,… en fin, un espectáculo sangriento al máximo. Y todo perfectamente rodado con prótesis y sangre “real”, viendo a la adolescente protagonista no dejar títere con cabeza. Desde luego que no esperaba nada semejante en este apartado y algunas ejecuciones realmente llegan a doler solo con verlas.

En relación a lo anterior está la duda de cómo una menuda adolescente es capaz de plantar batalla a un cuarteto de delincuentes. Este era el principal interrogante que tenía yo antes de ver el film. Y lo cierto es que, una vez visto, quedé completamente satisfecho con el modo y manera en que Becky planta cara. Evidentemente no puedo hacerlo de forma directa porque sería aplastada… por lo tanto, se vale de su astucia para planear y ejecutar cada ataque. Así veremos a la pequeña emboscar a sus rivales y usar tácticas del estilo de Paul Kersey enEl justiciero de la noche (Michael Winner, 1985) como el uso de trampas con tablas repletas de clavos y similares. Por supuesto, también tendrá reacciones impulsivas que nadie podría esperar… como el ataque con la llave. Así pues, muy bien todo este apartado relativo a la acción.

La gran protagonista es Lulu Wilson como Becky alias “Ardillita”. Ella es la que centra toda la acción del film y también nuestra atención. Y la verdad es que lo hace genial. Sobre todo en las escenas cargadas de ira en las que arremete sin piedad alguna contra los villanos. Ahí lo da todo cual avispa picando muy fuerte en consonancia con los colores de su jersey. Tal y como dice su “madrastra”: “Es muy rencorosa y vengativa”. De resto se muestra como una chiquilla enfadada con su padre y con el mundo por la pronta muerte de su madre. A su progenitor lo interpreta Joel McHale en un papel normal que no entraña ninguna dificultad para un actor medio.

Otro atractivo del reparto era ver al cómico Kevin James en su primer papel como villano. Y lo cierto es que cumple y va sobrado. Aunque pienso que lo podría haber hecho todavía mejor. Principalmente se vale de su orondo cuerpo y de su poderosa barba para crear un físico intimidatorio. Da vida a Dominick, un jefecillo nazi bastante analítico y “padre” de su hermandad que piensa cambiar el status quo de las razas… Entre sus esbirros sobresale, por tamaño y fuerza, el gigantesco wrestler Robert Maillet. Sus líneas de diálogo son pocas y, al igual que Kevin James, se vale de su físico (en este caso su colosal tamaño) para destacar sobre el resto. Como personaje es el guardaespaldas de Dominick y también es el eslabón débil de la banda porque su mente ya no puede soportar más violencia.

Por el lado bueno, el resto del elenco lo completan Amanda Brugel e Isaiah Rockcliffe como la nueva novia de Jeff y su hijo pequeño. Su actuación es intrascendente, especialmente la del chaval. Se limitan a sufrir y ya. Y, por el lado malo, están James McDougall y Ryan McDonald como los otros dos esbirros de Dominick que están de carnaza.

“No voy a dejar que se salgan con la suya” (Becky)

En conclusión.
Finalizo esta crítica de Becky, una película que da justo lo que esperas de ella y un poco más. Por consiguiente, nadie que opte a verla puede llevarse a engaño o sentirse defraudado. Además es de esos films que, con independencia de su calidad, admite que le caigan muchos visionados encima por lo rápido que se ve y disfruta.

Tráiler de Becky

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